El error

Por Pedro Urruchurtu

@Urruchurtu

 

 

 

Un montón de veces he escrito sobre lo que creo es la naturaleza del régimen: una dictadura. Por lo tanto, describo el proceso electoral de este 6 de diciembre como elecciones en dictadura. También he dicho de lo que el régimen es capaz; sostengo que la violencia es provocada por ellos porque son sólo ellos quienes tienen la fuerza para aplicarla. También he afirmado que en 17 años nunca les ha hecho falta mostrar su verdadero poderío –y no me refiero a lo militar sino a los grupos que ellos se han encargado de armar– porque han podido manejar las situaciones de riesgo presentadas, llegando a aplicar selectiva y parcialmente ese poder que tienen reservado para cuando de verdad toque “defender la revolución”, lo que queda de ella o a sus jerarcas.

 

Queda muy claro que esto no es un régimen democrático; por el contrario, es un régimen autoritario, con rasgos totalitarios, de corte militarista y mafioso. Por lo tanto, sus pactos, alianzas y formas de mantenerse en el poder responden a negocios y actos que son más oscuros que una misma tiniebla.

 

Suponer que entregaran por vía democrática lo que ellos no ven como democracia, salvo para legitimarse por vía electoral, es un acto de ingenuidad. Pero allí entra el error de ellos: si usted dice ser demócrata ante el mundo, no puede andar vociferando por todas partes que va a ganar como sea; no puede andar promoviendo violencia y no puede hacerse de la vista gorda cuando precisamente hay violencia en casi todos los actos opositores e inclusive muertos. La única forma, en este contexto, de reconocer una victoria opositora sería la de lavarse la cara ante la comunidad internacional, pulir el falso disfraz demócrata y aliviar tensiones.

 

Probablemente muchos me dirán que es un régimen al que no le importa lo que piense el mundo, que no tendrían problemas en aislarse, que habrá nuevos aliados que apoyen sus patrañas, en fin, los sospechosos de siempre al rescate. El asunto es que si de algo se ha valido el régimen históricamente es de su imagen y reputación internacional… ¿Están dispuestos a perderla?

 

Todo apunta a que “como sea” se pondrán en evidencia: si ganan, quedarán en evidencia ante el mundo con la magnitud del fraude; si pierden, pues el mundo entenderá que las cosas están cambiando. Ahora bien, salga sapo o salga rana, el mundo también ve cierta inconsistencia entre decir que la revolución va ganando y lo hará de manera pacífica y ver que el régimen amenaza por doquier.

 

No quiero decir que no sean capaces de hacer cualquier cosa; lo que quiero decir es que eso tendría un costo enorme para un país que depende de importaciones, del petróleo y de un liderazgo escurridizo que ni siquiera Maduro fue capaz de sostener. Si están dispuestos a asumir ese costo, pues no tendremos más opción que prepararnos para ello. La oposición no puede seguir subestimando cada una de las amenazas que emanan de quienes se saben perdidos electoralmente pero que están aferrados al poder, porque saben que entregarlo no sería más que su final.

 

El 6D marca un punto de inflexión, para bien o para mal. Venezuela cambia sí o sí, para peor o para mejor. Hay sólo dos opciones: radicalizar la revolución, como sea, o encaminar el cambio, pase lo que pase. De aprender de nuestros errores y de capitalizar algo de los errores del régimen, dependerá una victoria política que siga a una eventual victoria electoral.

 

El régimen está más errático que nunca y no porque quienes gobiernan tengan miedo, ya que el miedo precisamente ha sido su forma de mantenerse en el poder. Están erráticos porque saben lo arriesgado de sus habituales jugadas y porque no cuentan con el sólido apoyo internacional que antes tenían y que les facilitaba legitimar cualquier acción. Allí la oposición tiene una gran oportunidad de cara al mundo.

 

Este domingo se deciden muchas cosas, pero independientemente del resultado numérico electoral, lo que importa es quién se va a imponer para obtener una victoria política. De nada sirve que la oposición gane si no cobra políticamente su triunfo y se enfrenta al “como sea”. Eso es lo que nos ha faltado como alternativa y de no entenderlo, seguiremos en el mismo juego: el del error.

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