Amanecimos con patria

Por Tulio Alvarez

@tulioalvarez

 

 

 

Si usted lee este artículo, el lunes 7 de diciembre en la edición digital de Guayoyo, quiere decir que aún tenemos patria. Y créanme que nada ha evitado que esto sea así desde siempre. La tenemos porque una élite intelectual y económica decidió seguir su propio camino aprovechándose de un acontecimiento incontrolable que rompió el status de dominación existente antes de 1810. Y se dio inicio a una búsqueda de institucionalidad e identidad que solo en 1830, alejados del sueño integrador bolivariano, logró concretarse en un país que llamamos Venezuela.

 

Patria querían en 1830 y patria obtuvieron. Vuelvo a insistir sobre el tema de la madurez política de esa generación para asumir su propio destino. Es ineludible tocar el aspecto más álgido de todos: ¿tenían el derecho a separar a Venezuela de la Gran Colombia? La pregunta no es vaga; al contrario, la legitimidad de la ruptura fue sustentada en el derecho a desconocer la autoridad arbitraria violatoria de las garantías fundamentales. En pocas palabras, se rebelaron y desconocieron un régimen que definieron como opresor. Lo incomodo, quizás insoportable para muchos de los que leen estas líneas, es que el actor de tal tiranía fuera El Libertador; paradigma de la lucha por la independencia americana. 

 

Un hombre puede cambiar a lo largo de su vida. Ejemplos hay en la historia de héroes liberadores de sus pueblos que, al alcanzar el poder político, destruyen con sus ejecutorias la gloria de un pasado mítico. Ahora bien, estoy convencido que este no es el caso de Bolívar; un constructor de naciones, un hombre que, en todo momento y frente a las dificultades, dio testimonio que actuaba impelido por la fuerza de las circunstancias. Y es una constante su angustia personal por la preservación de “su gloria”; la misma que no era otra que la de ser El Libertador, sin otro título. 

 

Da tristeza constatar que la Venezuela separada de 1830 le desconoció lo que la Caracas liberada de 1813 le había conferido. Pero el hecho de que él no fuera el tirano que con tanta vehemencia retrataban en los debates del Congreso Constituyente de Valencia, ¿le restaba fuerza al derecho de los venezolanos de constituir su propio Estado sobre la base de una identidad como Nación? ¿Dónde se encuentra el pecado original de esos padres fundadores? Porque, padres al fin, muchas veces nos pueden resultar antipáticos, rígidos, a veces insoportables, como a mí me resulta el personaje José María Vargas.  Pero, ¿qué podemos hacer si la paternidad no se puede escoger?

 

Pues la vileza estuvo en desconocer toda cualidad en ese portento y limitar su propia justificación histórica a destruir el vínculo con ese hombre; sin entender que su huella era tan profunda que permanecería en el tiempo, como efectivamente ha sucedido a pesar del abuso brutal que han hecho de su nombre los que llamándose bolivarianos desatienden su ejemplo.

 

Los hombres de 1830, trataron de subordinar todo acuerdo, especialmente la posibilidad federativa, a su forzosa salida de Colombia y no reconocieron que fue él y no otro, el que les había abierto la puerta de su propia filiación. Y se valieron de la división del partido militar para lograr su objetivo. Si hay algo que puede recriminarse a Páez fue una pasividad ante la agresión contra su camarada de armas. Pero al final, su comportamiento le reportó ser  el verdadero padre de esta patria que se llama Venezuela.

 

Bolívar se sentía derrotado en su sueño integrador y fue él, no otro, el que abrió la puerta de la separación. No lo hizo repentinamente, tampoco al margen de una profunda reflexión. Tomó una decisión aunque después diera señales de arrepentimiento e, inclusive, realizara actos objetivos para salvar a la Gran Colombia tratando de reeditar la Campaña Admirable de 1813. Pero la cita previa de San Pedro Alejandrino se lo impidió.

 

Por eso es que me resulta altamente jocoso que unos pendejos se la pasen repitiendo como loros que ahora si tenemos patria. Es tan ridículo como cifrar la esperanza de una patria diferente en una elección. La patria somos nosotros mismos y parece que, acostumbrados unos al abuso militar, otros a vivir sin trabajar y los más a que los demás solucionen sus problemas, no hay voluntad real de luchar por ella.

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