Esperanza, expectativa y realidad: el 6D vs el 7D

Por Orianna Robles

@Sra_Chiguira

 

 

 

Se llama esperanza, a ese estado de ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos.

 

Durante los últimos meses, esperanza es una palabra que ha estado muy presente en el vocabulario de los venezolanos, ya sea en el metro, en la universidad, en el trabajo, en la cola del supermercado (especialmente en la cola del supermercado) y es que las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, representaban una oportunidad para el país de cambiar la situación de escasez e inseguridad que se ha vuelto típica dentro del día a día.

 

Es así como la esperanza se asocia directamente con esa oportunidad electoral para todo un país. No solo para la oposición, sino para todos aquellos que en algún momento se identificaron con el régimen, todos aquellos que están de luto por la decepción que resultó ser el “hijo ungido” del comandante, y para todos aquellos que no se sienten representados ni con uno, ni con otro. En fin, esperanza en que ésta nueva cotidianidad que estamos viviendo los venezolanos, pueda cambiar, mejorar.

 

La expectativa, es definida como una posibilidad razonable de que algo suceda. La posibilidad de conseguir un derecho, una herencia, un empleo u otra cosa, al ocurrir un suceso que se prevé.

 

Es así como la esperanza de cambio para todo un país, se convierte en expectativa. Justamente es en el día a día, al comprobar que la dificultad no es un hecho aislado, sino que afecta a todos y cada uno de los que me rodean, que esa expectativa puede exteriorizarse y generalizarse, hasta hacerse algo masivo, un sentir popular y finalmente, convertirse en una posibilidad.

 

Por esa razón, el domingo 6 de diciembre, millones de personas se levantaron temprano con la intención de votar, de ejercer un derecho -muchas veces infravalorado- llevando la esperanza de acabar con todos esos males que nos aquejan: inseguridad, muerte, intolerancia, escasez, desabastecimiento, disminución de poder adquisitivo, odio, malandraje, corrupción, abuso de poder.

 

La expectativa del 6 de diciembre, consistió en optimismo, gente en las colas para ir a votar –algunas preparadas por la rutina- a llevar sus banquitos y sillas plegables, para hacer más cómoda la espera. Lo que antes eran susurros, ahora eran comentarios lanzados al aire, como quien habla con la seguridad de tener la razón absoluta: “esto no puede seguir así”, “que hoy se acabe esta güachafita”, “yo vine a votar por mis hijas”, “yo soy viejo, lo que me pase no importa, ya yo viví. Pero ¿y tú? La gente joven como tú ¿Qué les espera si esto sigue así?”

 

La expectativa consiste en una posibilidad, una posibilidad en la que la gente que fue a votar, se aferró con la esperanza de ejercer el cambio por la vía democrática y pacífica, a pesar de toda la maquinaria mediática de aquellos que ostentan el poder, a pesar del miedo y el amedrentamiento, a pesar de los estigmas asignados a aquellos que no piensen igual que ellos.

 

La realidad, según la RAE, es la existencia real y efectiva de algo. Verdad, lo que ocurre verdaderamente. Lo que es efectivo o tiene valor práctico, en contraposición con lo fantástico e ilusorio.

 

Para mí, la realidad es el presente, mi aquí y ahora. Un aquí y ahora que, para ser honesta, me agarró por sorpresa pues, a pesar de la esperanza y de la expectativa, el pesimismo de la derrota se había vuelto una parte de mi vida y de mi percepción.

 

Hoy, 7 de Diciembre del año 2015, puedo decir que mi realidad, y la de millones de venezolanos es que la nueva asamblea nacional estará compuesta por una mayoría alcanzada por la MUD, desplazando al PSUV como tendencia mayoritaria. Unos resultados que hablan de los errores de un régimen que se creía superpoderoso (y probablemente aún se lo crea). Unos resultados que reflejan el malestar de un país, obligado por la escasez y el desabastecimiento, a mendigar lo que por derecho le corresponde.

 

Si bien me llena de alegría el haber ganado estas elecciones y que todos los que hacemos vida en este país, por fin nos hayamos puesto de acuerdo en algo,  también es cierto que ese cambio del que todo el mundo habla no ocurrirá de la noche a la mañana.

 

Los venezolanos debemos entender, que todo cambio es progresivo y, así como la situación de nuestro país ha desmejorado en estos últimos años, reconstruirlo será un proceso lento, por lo que la paciencia y la constancia serán virtudes claves para salir adelante.

 

Así mismo, es menester para todos los venezolanos, dejar la comodidad de nuestro discurso, el cual consiste en un apoyo a una tolda política, sin considerar que el papel como ciudadano es el que construye la dinámica y rutina de la nación.

 

Debemos ser pacientes, y además, hacernos conscientes de que el cambio no consiste únicamente en que gane la MUD o el PSUV. El verdadero cambio se construye desde algo tan simple como botar la basura en un pipote -NO EN LA CALLE-, detenerse ante la luz roja del semáforo –NO ACELERAR CUANDO ESTÁ EN AMARILLO-, dejar salir a las personas del vagón del metro –NO ENTRAR A LOS GOLPES Y EMPUJONES SIN IMPORTARTE NADIE MÁS A TU ALREDEDOR-

 

En fin, empezar a construir la cotidianidad que queremos vivir y no dejársela a un partido político, a un Presidente, a una Asamblea, ya que ellos solo son instituciones encargadas de servir a los ciudadanos que hacen vida en un país, pero nosotros, en el día a día, somos los que construimos las dinámicas y rutinas que estamos obligados a vivir.

 

(Visited 107 times, 1 visits today)

Guayoyo en Letras