Tiempo en contra

Por Pedro Urruchurtu

@Urruchurtu

 

 

 

Mi artículo de la semana pasada llevaba por nombre “¡No empecemos mal, por favor!” y pareciera que algunos diputados recién electos (o reelectos) lo hubieran leído para hacer exactamente lo contrario de lo que allí analizaba.

 

Ciertamente en política hay que saber administrar las victorias y las derrotas. Normalmente, luego de la etapa de la embriaguez de felicidad, la realidad golpea duro y nos recuerda que hay cosas urgentes por atender, que hay expectativas altísimas por cumplir y que el cambio no es automático aunque sea el deseo más grande que se pueda tener.

 

El país ha visto, a tan solo una semana de un histórico y rotundo triunfo, cómo ciertos debates insignificantes y comentarios apresurados o descolocados, han copado la opinión pública. Lo primero que la gente concluye es que no votó por escuchar a uno u otro diputado diputándose una silla presidencial en el Parlamento, sino porque 1) está en contra de Maduro; 2) quiero que se solventen sus problemas; y/o 3) quieren que quienes nos gobiernan se vayan pronto.

 

Pensar que la gente votó por ver a los partidos políticos pelearse por cargos dentro de un Parlamento que debería ir reflexionando sobre los durísimos retos que le vienen, es subestimar al electorado que drenó su frustración y sus preocupaciones en la confianza a una alternativa distinta.

 

La campaña de la Unidad fue superior a la del PSUV en muchos sentidos. El problema es que haber hecho de una campaña parlamentaria, recordando el rol de un diputado, como si fuera una campaña presidencial, tiene grandes costos a nivel de expectativas. La gente no entendería cómo habiendo votado por el cambio, Maduro y su régimen podrían estabilizarse, por ejemplo.

 

Hay muchos riesgos, incluso de cara al 5 de enero. Que la oposición controle la Asamblea Nacional no hace que el PSUV deje de gobernar, a menos que esa nueva AN busque los caminos constitucionales para acelerar la salida de Maduro y hacer que la Unidad alcance una nueva victoria electoral presidencial, cuando corresponda.

 

Por el contrario, pretender que Maduro llegue al 2019, después de ser el gran culpable de la crisis junto a sus séquitos, no sólo es una bofetada para los que creyeron en el cambio, sino que le dan la razón a él de hacer corresponsable a la oposición de la crisis, y justificando su “atadura de manos” a un parlamento que le niega todo.

 

Pretender cohabitar con el responsable de la tragedia es sinónimo de darle estabilidad. Pretender solucionar la crisis económica por medio de correctivos sin antes corregir el mal mayor que es el régimen político, es hacer que la percepción del régimen mejore si así lo quieren. Incluso, controlando ellos el Ejecutivo, cualquier decisión que tome el Parlamento puede ser saboteada porque su intención es generar crisis. Entonces ¿hacia dónde vamos con la nueva mayoría? ¿a convertirnos en minoría, absorbidos por la dinámica de poder mafioso que hoy nos cubre?

 

Algunos ya se aproximan a decir que están listos para ser presidentes, otros andan peleándose por la presidencia de la AN, otros andan ya haciendo planes para ser alcaldes, cuando todo eso se vuelve insignificante ante la vorágine que representa la urgencia de un cambio para concretar estas cosas. Dejar pasar el tiempo sólo nos podría hacer cómplices del desastre.

 

El país requiere menos leyes y más sensatez. Venezuela necesita de todos los liderazgos responsables, que no develen qué harán, pero que entiendan el mandato que la gente les dio como representantes. La nueva AN no necesita tutores que le digan qué hacer, sino la conciencia suficiente para avanzar, con urgencia, hacia la Transición. No habrá debate democrático posible sin avance hacia la democracia.

 

Mientras unos señalan a otros, obviando hechos más significativos, quienes están en el poder de verdad se burlan, siguen adelante y son más peligrosos. La gente no votó por maquinarias o por partidos; la gente votó porque quiere estar mejor. No los hundamos en más frustración.

 

No hagamos de un triunfo histórico, una exigencia histérica de gente decepcionada. No hagamos que los que, viniendo del chavismo, vieron en nosotros un cambio, crean que era mejor estar con quien lo humillaba. No provoquemos que nosotros mismos cuestionemos nuestras decisiones, dudando de las capacidades de nuestros líderes. El sentido de oportunidad hoy, más que nunca, se vuelve imprescindible.

 

No es tiempo de improvisar, no es tiempo de pescar en un río tan revuelto como el que representa Venezuela. No es tiempo de jugar posición adelantada. No nos desgastemos en una carrera a destiempo.

(Visited 74 times, 1 visits today)

Guayoyo en Letras