¿Quién le teme al cuero?

Por Alfredo Yánez Mondragón

@incisos

 

 

 

Después de matar al tigre es inútil temerle al cuero. Lo que se inició muy bien el 6 de diciembre ahora es cuando debe seguir. El protagonismo lo tiene la sociedad civil organizada en forma de ciudadanos que piensan, que votan, que deciden, que apuestan a la transformación social, económica y política del país.

 

En esa organización social hay actores que ejercen funciones de dirigencia. En ellos está depositada la confianza. El mandato fue muy claro. Se aspira al cambio político urgente, y desde la dirección de la Asamblea Nacional se ha planteado un límite de seis meses para presentar al país una ruta pacífica, democrática y electoral para concretar ese cambio.

 

El país se levantó temprano en este 2016 y no está dispuesto a extender por mucho la espera. Durante todo 2015 aguardó con paciencia y dolor la llegada de momento justo para expresar su voluntad, y lo hizo. Ahora quiere concreción, quiere resultados, quiere que el sacrificio haya valido la pena.

 

Cada día, quienes ejercen el poder circunstancial, abonan elementos a su ya marcada derrota política. En su enferma lucha por profundizar sus “creencias ideológicas“, ratifican su entrega y entre líneas claman por el relevo inmediato.

 

Desmontar los símbolos y la narrativa del discurso nunca podrá ser más traumático que desmontar la realidad de sumisión de las colas por un pollo, una vivienda, un taxi, un “cupo“ en dólares para viajar o importar. La foto nostálgica de un liderazgo efímero, jamás podrá ser más fuerte que la ausencia de 27 mil venezolanos arrancados de sus familias por la impunidad y la negligencia de un sistema que solo cree en la mirada perdida de quien ya no está.

 

Lo accesorio es eso. Lo anecdótico solo sirve para recrear. Lo sustantivo es el cambio iniciado, es la decisión de reemprender la construcción de un país que se ancló por más cuatro décadas en el rentismo y la redistribución de la improductividad.

 

Los retos son múltiples en todas las escalas, y ni por asomo se reducen a botar la basura ideológica en forma de fotografías, cuestionar un estilo, o desnudar la militancia ideológico-partidista de quien juró lealtad institucional.

 

Ahora es cuando. El tigre está muerto, y aunque su cuero asuste a algunos, está claro que a lo único que hay que temer es a que la pestilencia de la putrefacción contamine el contexto y nos haga caer en la tentación de echarnos a morir también.

 

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