La balsa

la balsa

Lo que nadie jamás habría podido imaginar: un hombre es hallado sin vida en las costas de Aruba, procedente de Venezuela, luego de huir en balsa. Peor aún, se convierte oficialmente en el primer venezolano en intentarlo, sin éxito. Eso somos hoy y a eso hemos llegado.

Por muchos años, la balsa significó el único vestigio de libertad para el pueblo cubano. Con cada viaje, se iban sueños, desesperación y necesidad. Independientemente del éxito o no, la miseria no dejaba otra opción que ir a buscar algo más -o sencillamente algo-.

Muchos, por años, dijimos que Venezuela jamás tendría una situación similar. De hecho, con tan sólo pensar que Cuba es una isla y nuestro país no, bastaba para incluso burlarnos ante semejante posibilidad. La realidad nos estalló en la cara.

Irónicamente, mientras Cuba entendió que necesitaba abrirse al mundo y cambiar, por mucho o por poco, parte de su situación, nuestra nación retrocede a pasos agigantados hacia lo que los mismos cubanos y su régimen saben que ya no funciona.

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Nada justifica esta situación. Nada justifica que un país como Venezuela (o como Cuba) padezca semejante barbarie. Nada justifica tal desesperación, salvo una cosa: la maldad del poder. Así funcionan estos regímenes, a los cuales no les importa en lo más mínimo sacrificar millones de vidas con tal de mantenerse al mando en nombre de ideologías trasnochadas, inútiles y fracasadas. La historia está llena de ejemplos aunque nos neguemos a aprender la lección.

¿Cuántas balas, aviones (y ahora balsas) debemos contar para darnos cuenta de que el país se nos desmorona en frente? ¿Cuánto más vamos a esperar para entender que la intención de este régimen nunca fue la democracia, nunca fue desarrollar a Venezuela sino, por el contrario, destruirla y hundirnos en la más profunda tragedia mientras ellos se aferran al poder? ¿Cuántas más lágrimas de sufrimiento y desesperación por no encontrar medicinas o alimentos deben derramarse para comprender que deben irse ya? ¿Qué más vamos a esperar para llamar a esto y sus artífices por su nombre y actuar en consecuencia para que se vayan?

Nos han aislado dentro y fuera; nos han colocado las más cruentas barreras que un humano puede enfrentar: hambre, odio, envidia, violencia, reproche, destrucción, miseria y pare usted de contar. Han hecho de la barbarie nuestro día a día, mientras la civilización cada vez parece estar más lejos, como la brecha que hoy nos separa del mundo.

0 balsero-venezolano (3)Me niego a creer que en Venezuela los sueños tienen fecha de vencimiento; me niego a sentir que lo poco que queda huirá en una balsa o en lo que primero que aparezca por el paso. Me rehúso a que la última opción sea esperar y que, mientras tanto, todo valga menos, incluyendo la vida. No es justo que todo lo que pudimos tener aquí, se intente conseguir en un mar lleno de peligros y de esperanza, a cambio de hallar cosas mejores o morir en el intento, aún en nombre de la vida.

Al final, llegamos a la encrucijada en que tenemos que decir entre un país agonizante y un régimen que quiere matarnos.

Es la hora de la libertad. No dejemos que sea una balsa o un avión nuestra única referencia para ser libres. Hagamos todo lo que nos corresponde como sociedad y como ciudadanos para salir de esta tragedia; entendamos que sólo en libertad saldremos adelante. Comencemos por algo muy simple y concreto: Organicémonos y hagámosles saber que tienen que irse… hagamos que se vayan; ¡hagamos que renuncien ya!

Pedro Urruchurtu
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