La oposición se empeña en evitar lo inevitable: un conflicto de poderes
Editorial #302: Arquitectos de nuestro destino

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Cada nuevo día, Venezuela se paraliza un poco más como consecuencia de una economía devastada, los sectores privado y productivo destruidos, la emigración de cientos de miles de jóvenes profesionales, la inseguridad y el miedo.

Es por eso que si algo le hace falta al país hoy, es trabajo. Sin embargo, cuando creemos que nada más puede sorprendernos, nos encontramos con decisiones como la de declarar no laborable para el sector público los viernes por los próximos 60 días para “ahorrar agua y electricidad”. Esto, sumado a que desde hace algunos meses ese sector trabaja solo media jornada, quiere decir que ahora lo harán solo 2 días a la semana.

Ni siquiera vale la pena entrar en el detalle de lo ineficiente que posiblemente sea esta medida –tanto como haber declarado toda la Semana Santa libre-, sino del origen de la misma. No es un hecho aislado, es un síntoma más de la catastrófica situación del país y un reflejo de la esencia del modelo que hoy gobierna. Como ocurre con los problemas de inflación, escasez, inseguridad, y ahora el eléctrico, no existe un programa serio para la recuperación del sector; su mejor plan es rezar para que llueva. Eso nos lleva a pensar que los niveles de ineptitud no tienen precedente o, peor aún, que todo esto es intencional.

La parálisis no solamente se ve en el oficialismo, sino también en los dirigentes opositores, quienes recibieron un claro mandato de cambio de millones de ciudadanos en las elecciones parlamentarias. La Asamblea Nacional está viviendo sus últimos días de “luna de miel” con sus electores. Si no actúa y toma la ofensiva, no solamente desaprovechará el apoyo popular, sino también perderá importancia en la coyuntura política.

 

Pero la oposición se empeña en evitar lo inevitable: un conflicto de poderes. Cuando se analizan los mensajes del gobierno, queda claro que el diálogo y la conciliación no son una posibilidad. Y, mientras venezolanos mueren por falta de medicamentos, pasan hambre en interminables colas tratando de encontrar alimentos y sucumben ante la tragedia de la inseguridad, es terrible ver como un sector opositor solo hace cálculos políticos egoístas sin que le importe que cada día que pasa el país agoniza un poco más.

 

Todo indica que no habrá solución posible sin la protesta de la gente en la calle. No hay feriados ni regalos que cubran la más importante aspiración de la gran mayoría de la gente: vivir del fruto de su esfuerzo en un país en paz.

 

La pequeña cúpula política de ambos lados tiene que comprender que la mayoría de los ciudadanos no somos ni vagos ni malandros. Somos gente que quiere trabajar y ser arquitectos de nuestro propio destino.

Miguel Velarde
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