La renuncia del presidente
¿Será que son ciertos los rumores y el Presidente de la República se encuentra a punto de renunciar a su cargo?
Es posible, tan solo porque aquí puede pasar cualquier cosa y ya nada parece sorprendernos, más cuando el excelentísimo Sr. Presidente se va encontrando solo en tiempos de la crisis más espantosa de nuestra historia y ha probado ser ajeno a la idea de hallar solución a los problemas que azotan al país. Su gobierno promete ser breve e intenso como un fogonazo y dueño de un destino marcado con los signos del oprobio y el olvido.
Ha surgido de la nada para irrumpir en la escena política nacional y, gracias a una infortunada cadena de eventos y circunstancias, ha llegado a la más alta magistratura. De un día para otro se ha convertido en la persona más poderosa de Venezuela y hubo un tiempo en el cual, por donde se asomaba, los curas le echaban la bendición, las damas le sonreían regalándole miraditas y los doctores lo elogiaban con pomposos discursos.
La situación en Venezuela es de caos y anarquía, pero él no tarda en embriagarse de poder y aspirar convertirse en único árbitro de la política nacional. Eso es lo que suele suceder cuando le meten a un loco en la cabeza que es héroe al mando del Ejercito Libertador y le cantan un “Te Deum” en la Catedral de Caracas, así hasta el más serio se embochincha.
Su tiempo al poder ha sido su peor enemigo pues, con cada día que pasa, va demostrando poco tacto y falta de astucia, que tiene poco vuelo, carece de habilidades y carisma, que es indeciso y no tiene autoridad. Todas estas revelaciones colaboran a que el General Julián Castro, el hombre que acabó con el yugo del Monagato, rápidamente se vaya quedando solo y se le enrede el papagayo.
La gloria de haber derrocado el gobierno de José Tadeo Monagas al mando de su “Revolución de Marzo” en 1858 se ha evaporado en menos de un año. Se sabe que no ganó batalla alguna ni se derramó sangre en el alzamiento que lo trajo al poder, también se sabe que Monagas simplemente abandonó el despacho para refugiarse en la Legación Francesa. Al General Castro le ha caído la Presidencia en una bandeja de plata que, mas pronto que tarde, demostrará ser demasiado pesada para que él pueda sostenerla.
Innumerables son las dificultades que debe enfrentar su gobierno. Desde las cumbres de Los Andes hasta las costas que baña el Orinoco, en montes, bosques y sabanas, brotan guerrillas de campesinos armados que actúan impunemente protagonizando invasiones y saqueos en los que poblaciones enteras son pasadas por las armas y reducidas a cenizas. La disputa política entre conservadores y liberales, el desorden latente en Venezuela y la manifiesta incapacidad de Castro para controlar la situación, se convierten en la chispa que enciende la pira de La Guerra Federal en febrero de 1859.
Entre las llamas del conflicto fratricida arden el descontento y las pasiones generando una explosión de dimensiones que pocos pudimos imaginar. Los más temerosos no titubearon en abandonar el hogar y embarcarse al exilio, los hacendados huyeron despavoridos de sus predios para encontrarse con ciudades desiertas, en los caminos reinan los bandoleros y es común la escena de viudas y huérfanos errantes matándose los unos a los otros por migajas de pan.
Castro intenta todo cuanto está a su alcance para evitar perder lo que ha logrado de manera milagrosa, que no es más que alcanzar y mantener la Presidencia de la República. Hace promesas que no puede cumplir, arrima el mingo adonde más le convenga y cambia de parecer y dirección política según soplen los vientos. Su gobierno es una constante maroma política cuyo único objetivo es balancear las circunstancias sobre su pesada bandeja de plata.
Entre los espinales que germinan en tiempos bélicos y las enredaderas que nacen a causa de las intrigas en su contra, Castro va solito caminando el escabroso sendero de su corta aventura al mando del Ejecutivo. El General de la Revolución de Marzo ahora es dueño del desprecio popular. Tiene demasiados enemigos, la ciudadanía lo culpa de todos los males y la prensa lo tilda de bárbaro, mentiroso y traidor a la patria pues ha dejado a José Tadeo Monagas irse al exilio sin enfrentar a la justicia, ya nadie quiere verlo ni en pintura.
La anarquía latente, los poderes regionales emergentes, el estallido de la Guerra Federal y el repudio público hacia su persona serán demasiado peso que cargar para el General Julián Castro.
Pronto presentará su renuncia a la presidencia alegando enfermedad.
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