¿Leer en Venezuela?, acto suicida por precios y escasez

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La industria del libro tampoco se escapa de la recesión económica. La afición de los bibliófilos venezolanos se convirtió en otra actividad de la búsqueda, sin frutos, del regateo y el intercambio. Los libros son costosas adquisiciones, guardadas con recelo. Poco papel, pocas copias. “Prefiero mil veces pedir prestado un libro que me gustaría leer, a tener que comprarlo en cualquier librería”, confesó  Maury Alarcón a Guayoyo en Letras. Ella  es miembro activo del Club de lectura (Venezuela) en Facebook; comunidad administrada por estudiantes de la Universidad Central de Venezuela.

Entre las lecturas de Maury se  repite el criollismo, el realismo mágico, la novela negra  y erótica. Las ofertas en las ferias de lecturas , las ventas permanentes bajo el puente de Fuerzas Armadas (Caracas)  y el trueque de títulos en las redes sociales son las formas con las que Alarcón consigue sus lecturas. Ya no puede costear los precios que ofrecen las editoriales.

Según Ernesto Manrique, uno de los creadores del Club de lectura (Venezuela), estos son tiempos para las obras de edición popular. La piratería de libros. “Reimpresiones de mala calidad y poco legibles que cuestan hasta 50% menos”, dijo. Cortázar y otros bestsellers se venden por MercadoLibre; Ernesto recordó haber visto aquellas ediciones populares en último Festival de la Lectura en Chacao. Comprar libros no es asequible para un estudiante de clase media baja.

La editorial, un negocio a muletas

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“Hoy vendes un libro a un precio y un mes después ese precio es irrisorio, lo que ganas no permite que saques tantos libros como antes”, explicó el Director General de la editorial independiente Ígneo, Álvaro Rafael  a Guayoyo en Letras. Las dificultades de llenar las repisas libreras yacen en la falta de imprentas y papel; así como los altos y cambiantes precios de la producción. Los materiales son importados. La situación editorial no es distinta a la que impera en el resto del país. Para Álvaro, el nuevo desafío de las editoriales es mantenerse, a la espera de tiempos distintos. Los ingresos son pocos, entiende que los venezolanos tienen otras necesidades que cubrir.

 “Nunca han existido tiempos mejores, pero lo que vivimos ahora es una época sin precedentes de pauperización.”, comentó el Director de la editorial Íngneo.

Publicar 1.000 copias de un libro puede rebasar el millón de bolívares fuertes. La editorial Ígneo opta por imprimir en menor cantidad e intentar venderlo todo en las presentaciones de las obras. Los libros de fitness, autoayuda, históricos y periodísticos son los más fáciles de vender. Las ganancias de la última publicación sirven para cubrir los costos de la próxima. Álvaro sabe, que es poco probable vivir de la literatura en Venezuela. “Los números no dan”, expresó. Tanto escritores como editores consiguen trabajos paralelos para “poder completarse”. La cultura flaquea cuando la economía del ciudadano es inestable.

book_burning_sm1Guayoyo en Letras: ¿Cuál es la solución a los actuales problemas del mundo editorial venezolano?

Álvaro Rafael: Desmontar los controles que distorsionan la economía. Este es un tema que va más allá de la industria. La industria del libro atraviesa dificultades como cualquier otra: el control de cambio, las regulaciones en materia de importación y exportación, las subvenciones de los libros de editoriales del Estado que solo arrojan pérdida y que casi nadie lee, el impedimento de exportar libros en determinados materiales.

En fin, todos los controles a los que está sometida la economía venezolana también generan en la industria editorial escasez, falta de mantenimientos en imprentas (con el consecuente cierre de las mismas), distorsión de precios. Actualmente, uno se las ingenia para publicar en materiales que no son los idóneos (papel bond), pero son los que llegan y los que permiten mantener el precio de los libros asequibles para bolsillos en quiebra.

La  fantasía de ser publicado

Bárbara Uzcátegui es poetisa y “El año del mandala de alambre” es su primera obra. El libro fue publicado a mediados del año pasado, y bautizado en la Feria del Libro del 2015. La idea de compilar sus escritos no fue suya; un familiar le insistió en que diera a conocer su trabajo. La editorial que la recibió, se dedicaba a la publicación de textos escolares.

Bárbara lo confesó: a pesar de las buenas críticas, ellos dijeron que su libro no era comercial. La poesía se vende poco, el público es selecto. La editorial no quiso costear el libro por temor a pérdida de inversión. Bárbara asumió los gastos. 500 ejemplares, a 150BsF cada uno. 20% de las ganancias son de la editorial, entre 30% y 60% pertenece a las librerías, y el resto, va al bolsillo de Uzcátegui. No se recuperó lo invertido, pero aumentar el precio del libro pudo significar que no se vendiera en lo absoluto.

“Ciertamente la crisis agrava la situación de los escritores nóveles y de la literatura que no es tendencia en el país”, comentó Bárbara. Para ella, tener contactos dentro del mundo editorial es pieza clave para la publicación de un libro. Se necesita capital fuerte para iniciar. Dinero que podría nunca recuperarse. La editorial con la que trabajó tenía el plan de vender todos los ejemplares en existencia, y no volver a imprimir ese año (2015). En tiempos de estabilidad económica, a pesar de las dificultades permanentes del mercado librero, no es común escuchar que una editorial tome esta decisión.

“Desconozco cómo les irá a los autores de best sellers, libros que se venden como pan caliente y a precios muy elevados; pero yo diría que para el escritor común, que suelen ser mis favoritos, los artistas cotidianos, es imposible vivir de la literatura”, soltó la poetisa. Bárbara trabaja en el Café Artesano de la Plaza Bolívar. Atesora su poemario, lo llama “mi bebé”. Los entrevistados coinciden: Es el libro, otra víctima de la moneda de la moneda devaluada. Bárbara se reconoce como una persona normal, que corrió con la suerte de ser publicada. Ella no vive de sus letras, no puede. No ahora.

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