Chacao- caos

chacao

«Todo puede cambiar de un segundo a otro»

Anónimo

Todo estaba bien, me sentía tranquilo y relajado; era uno con la paz y la paz una conmigo. Muy pocas cosas podían alterarme. Conversaba con una colega de lo más  común, ella me hablaba de sus experiencias laborales, mientras yo escuchaba y observaba sus cabellos color rojo ceniza, las personas a mi alrededor esperaban pacientemente a que arribara el vagón del metro con destino Propatria; unos conversaban, otras leían, hacían lo normal, lo que se hace en el metro; esperar.

No soy de los que creen en el destino, pero creo que fue culpa de él que girara a tiempo mi cara.

90 grados a la derecha fueron suficientes para presenciar como una gran bola de gente, similar a una avalancha escapaba aterrada, desesperada y angustiada de algo o de alguien. Y es que miles de cuerpos se arrojaban unos contra otros sin tener cuidado de a quién herían o a quién arrollaban, buscaban su salvación. Vi mujeres correr, oí a niños llorar, escuché a  hombres gritar.

Estaba ubicado cerca de la última esquina del andén de la estación del Metro de Chacao, en donde llega la punta. Por cinco largos y eternos segundos me congelé; no supe qué hacer, lo admito. Vi como aquella masa de cuerpos se dirigían a donde yo estaba y me dije -Tenías que hacer algo, Ram-

Me sacó de parálisis y escucho el grito de una chica que estaba a mi lado. –nooo- Creo haber escuchado ese grito y como pude ordené a mis pies a que se movieran y a pocos pasos ya estaba en la pared final del metro, no muy lejos de ellos, que se acercaban a toda velocidad, me posicioné debajo del teléfono rojo de emergencia, al lado de la ralla amarilla y a un costado de mí se encontraba mi colega intentando enviar un mensaje de texto, seguro estaba tan nerviosa como yo.  –Qué pasa- Creo que me preguntó.

-Es un robo- Escuche decir; -Están robando masivamente-, dijo otra persona, cientos  de hipótesis se formularon y corrió el rumor al igual como corre la pólvora en un barco de armas, lo que hacían las personas era dar explicación a lo que sucedía. De vuelta a mí, me sentí muy congestionado –Es la palabra más cercana que encuentro para dar concepto a mis sentimientos en ese momento- no era que fuera la primera vez que vivía una situación así; pero se siente igual que la primera vez. El temor a poder salir lastimado, mi corazón palpitaba al igual que le palpita el corazón a un caballo que ha corrido más de 100 metros. Di por correcto el chisme –Deben de estar robando; Que novedad; para que suceda esto, el ladrón debe estar bien armado– pensé.

Entonces sucedió. Oí el grito de mucha gente, no decían algo entendible, solo gritaban, asumí lo peor; tomarían la justicia por sus manos –Quién fuera a creer, que este tipo de cosas suceden más seguido en Chacao, una zona empresarial, en donde vive “la clase alta”, que en el oeste de la capital; de donde soy –  y antes de que algo sucediera, y para  mucha suerte del posible ladrón, el operador del metro, desde lo más alto y seguro de su gaceta comunicó : –Actividad –“Nosequecosa”-  en el andén 2, se requiere presencia de funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana, repito, se necesita presencia de funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana-

Habían pasado pocos segundos; el tiempo transcurría muy lento y los sucesos tan rápidos. Mis ojos no alcanzaban a ver qué era lo que sucedía como tal, la gente seguía reuniéndose alrededor de aquella persona, primero fueron 5, luego 10, luego 15 y así consecutivamente, la gente había perdido el miedo. Este es el momento en que si la vida tuviera banda sonora escucharía el Intro de Master Of Puppets de Metallica.

-Tan, tan, tan-

Por mi mente pasaban miles de ideas –Será que me salgo y me voy caminando, de seguro habrá retraso por eso; – -Me acerco a ver, soy “periodista” – -Espero a que se vayan y abordo  el tren – ¿Qué es lo que en realidad sucede?-. El horror se apodero de mí, porque en mi mente se proyectaron imágenes de brutales golpizas, de sangre, moretones, de arrechera por parte del pueblo cansado de que lo roben, de odio, de ira, de rencor, de rabia, de deseos de destruir. Nada bonito pasaba por mi mente y nada bonito le pasaría a aquel ciudadano.

Entonces como por arte de magia llegó la policía y la gente comenzó a disiparse, pensaron –Cuidado la policía; nos pueden detener-  y se introdujeron dentro del vagón del cual habían abandonado poco segundos atrás como ratas cuando se hunde un barco.

-Tren anden 2 considérese liberado- sentenció un operador.

Tras haber escuchado esto, las pocas personas que quedaban aterrorizadas a mí alrededor volvieron al metro como si nada hubiera pasado. El metro al final arribó y lo abordé. Adentro comentaba lo sucedido con mi colega y con una chica que casi derrama lágrimas del miedo.

***

El martes 29 de marzo del 2016 una situación irregular se vivió en los espacios de la estación del Metro de Chacao, al este de la capital de Venezuela.  Un hombre que intentó robar a un pasajero por poco es linchado por los usuarios de este transporte público. No es la primera vez que esto sucede en este municipio, cada vez es más seguido y no solo aquí, si no en todos los rincones de nuestro país.

“Hoy desayunamos pan, almorzamos muerte, y  cenamos luto”

 

Ramsés Rosero B.
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