Moda y revolución
Desde que Guzmán Blanco tuvo la grandiosa idea de vestir a su amada Ana Teresa con la última moda en París como sinónimo de progreso a imitar, los gobernantes venezolanos no han dudado en seguir el ejemplo que Guzmán dio para configurar un modelo de nación y penetrar ideológicamente a través de la moda. Sin embargo, Antonio José no fue muy original en eso, ya Sarmiento en Argentina, conocía este recurso y para ello usaba la prensa publicando artículos concernientes a la moda y la política, de esta manera, situaba lo europeo como un modelo de progreso. Para los hombres, la moda inglesa, para las mujeres, la francesa.
En el Siglo XX, Marcos Pérez Jiménez no se quedó atrás, el Ideal Nacional y el progreso estaban representados por la alta costura que usaban las señoras de la Higth Society caraqueña en banquetes diplomáticos, fiestas de gala o en clubes de moda de la época. Pero el acontecimiento que rompió la liga, fue el haber logrado obtener el título de la primera Miss Mundo venezolana, con Susana Duijm, esto obviamente, potenció el interés por la moda y colocó a Venezuela en un lugar privilegiado en cuanto al buen vestir, trayendo consecuencias afortunadas como por ejemplo, que la Casa Dior abriera su primera tienda en Latinoamérica, justo en Caracas, con la venia y el beneplácito del General, quien aprovechó este evento para proyectar internacionalmente a Venezuela como el país más próspero de América y el Caribe gracias, por supuesto, a su gobierno progresista.
Más tarde aparece la figura de Chávez imponiendo el verde oliva y toda su indumentaria militar mezclada con el rojo, y aquí si es verdad que se nos cambió el ideal de progreso, pues mientras para sus antecesores éste era representado por el buen vestir, la buena mesa, los buenos vinos, en tiempos de revolución todos esos objetos simbólicos fueron deconstruidos y se crearon nuevos imaginarios con elementos de las culturas originarias aderezadas con el exotismo del Medio Oriente. En el vestir, los modelos elegantes, fueron sustituidos por el uso de ropa muy ligera; franelillas, sandalias tipo hippie, zapatos deportivos, faldas floreadas, acompañados por peinados Dreslos, o sencillamente toques étnicos para todas las ocasiones, alejados de la sofisticación y del canon de elegancia occidental.
De un momento a otro, comenzaron a aparecer guayaberas rojas por todos lados, como si fuera un uniforme nacional, los colores patrios; en gorras, zapatos, chaquetas y un sinfín de piezas de vestir; y una vez que estuvimos encandilados hasta el hartazgo de guayaberas colorá, aparecen accesorios relacionados con los países en conflicto que el gobierno de Venezuela apoyaba. Un ejemplo fue el uso de bufandas de cuadritos alusivas a uno de los grupos guerrilleros de Palestina, cuando ese país confrontaba fuertes tensiones con Israel. Suponemos que al usar estos cuadritos nos hacíamos solidarios con Palestina y condenábamos al otro país.
El gusto por la cocina gourmet y los buenos vinos fue sustituido por comida criolla, tradicional, “vinos” de frutas con excesivo grado de alcohol y bebidas artesanales como el Cocuy y el Miche Andino, presentadas ahora como exquisiteces, aunque antes, estuvieron prohibidas (la comercialización) por ser de alto riesgo para la salud, hoy en revolución, se han impuesto como una moda bajo el concepto de Bohemia en la clase media chavista.
El discurso oficial, ha ido cambiando la idea de progreso que se había construido en el país desde el Siglo XIX. La moda en el vestir y en las prácticas culturales impuesta por el poder ha sido una forma para penetrar ideológicamente desde un mundo al revés, es decir, fuera del statu quo, por otro lado, deja ver una identificación con los símbolos de países comunistas: el rojo; con la antigua Unión Soviética, la guayabera; con Cuba y la imposición de lo artesanal, natural, o no industrializado es un claro repudio a las grandes empresas transnacionales, el discurso de la moda se perfila entonces, como un medio para boicotear al capitalismo, muy contrario a lo que venían desarrollando anteriores gobernantes quienes a través del vestido y las prácticas culturales caminaban hacia el primer mundo.
Ahora, lo que uno no termina de entender, es en qué momento el venezolano de a pie tan amante de los concursos de belleza, la buena bebida y la elegancia, se olvidó de todo eso y aceptó sumisamente, otro mundo, otras prácticas, otras miradas.
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