Centros históricos en emergencia

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Desde la fundación de nuestras ciudades, el centro ha sido símbolo de poder, de la vida pública y del acontecer de nuestra historia. No sólo se constituye por sus valores arquitectónicos y monumentales, sino por funciones y vitalidad. Los centros históricos representan el músculo principal del cuerpo urbano, responsable de mover el resto del organismo, y propulsor de la energía que necesita el resto de la estructura urbana.

Por muchas décadas, nuestros núcleos primogénitos han estado asociados a una perenne imagen de deterioro, envejecimiento, caos, inseguridad, abandono, conflictos, saturación, pobreza, decretos moribundos, espacios intocables y ruinas. Este retrato se traduce en la pérdida de funciones vitales que se han justificado en nombre de la descentralización y a cambio de la conquista de nuevos polos y nuevas centralidades.

Así se ha enmarcado el desarrollo de políticas de planificación urbana en las ciudades venezolanas, a través de la ejecución de macro proyectos en la periferia. Esto es lo que ha ocurrido en Barquisimeto, la capital del estado Lara y la principal ciudad de la región centroccidental del país, donde se han hecho recientes inversiones públicas para la construcción de extensos distribuidores, macro monumentos, nuevas centralidades, parques y lagunas artificiales al margen de su núcleo original y en asalto de la periferia de la ciudad. Mientras tanto, el centro histórico padece de quebranto, despierto en horario de oficina, de 8 de la mañana a 4 de la tarde, somnoliento en las noches y los fines de semanas. En los mismos lugares que concentran la más alta carga simbólica y cultural de la ciudad.

Un corazón débil

A un paciente con una patología cardíaca y pérdida de fuerza en su corazón, seguramente le recomendarán evitar sobrecargas, cambios bruscos y emociones fuertes. Posiblemente, ésta condición generará complicaciones en otros órganos. Nuestras ciudades padecen este mismo cuadro y están propensas a presentar un severo deterioro cardiovascular  y de memoria, de lenguaje y de capacidad física. A medida que la insuficiencia se agrave aparecerá la dificultad para respirar y limitaciones de esfuerzos.

Ante este panorama los centros históricos vislumbran dos escenarios. El primero apunta a mantenerlos con un tratamiento alternativo, inmóviles y estáticos hasta que llegue su fin. El segundo se dirige hacia una intervención quirúrgica para mejorar y recuperar su capacidad de adaptación a las demandas actuales de los ciudadanos.

Esta comparación urbano-humana, deja muchas interrogantes abiertas ante la grave afección coronaria que actualmente presentan nuestras ciudades, que ameritan un tratamiento urgente ¿Podrán vivir plenamente nuestras ciudades con una patología cardiovascular de estas dimensiones por muchos años más? ¿Cómo podríamos prevenir un infarto urbano? ¿Es posible que la ciudad, teniendo un problema coronario, pueda soportar la reparación de órganos secundarios como prioridad? ¿Podría la ciudad seguir soportando operaciones estéticas con un corazón débil? ¿Han atendido los especialistas el caso? ¿Están nuestras ciudades previniendo y contralando los riegos antes una intervención a corazón abierto?

Maria Victoria Chirinos
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