Superpoderes que no llegaron al cine

Hay personas de la vida real que van sin capa, pero son unos capos. Humanos que nacieron con un don para dominar a quien tengan al frente (y sin emitir decreto presidencial). 

Existen quienes son expertos sembrando el pánico, aunque no son los vigilantes del edificio anunciando que quitarán el agua. Son otras personas. Yo las vi una vez cuando almorzaba en casa de unos familiares en el pueblo venezolano de El Tigrito en una vivienda de una sola planta cuyas ventanas dejaban ver todo desde la calle. Comíamos tranquilos, hasta que alguien en la mesa de repente dijo: “¡Al piso!”. Todos nos lanzamos bajo la mesa y ahí pregunté:

  • ¿Qué fue?
  • ¡Shhh! ¡Habla bajito!
  • ¿Pero qué pasó?
  • Que llegaron los Testigos de Jehová.

Entonces volteo y en efecto estaban buscándonos por la ventana hasta que no vieron a nadie y se fueron. Y si supieran que el único testigo de nuestra hazaña fue Jehová, quien jamás nos sapeó.

Hay otra persona que en sí misma cuenta con dos superpoderes tan contradictorios como ver a un peluquero calvo. Me refiero al chismoso del grupo. El primero de sus superpoderes aparece cuando su grupo de amigos viene echando un cuento, de repente lo ven y acto seguido enmudecen por completo. Saben que, si el chismoso escucha lo que vienen hablando, ese chisme podría llegarle en minutos a un astronauta en el espacio.

Aunque el chismoso sabe por qué se callaron y es ahí cuando utiliza su segundo superpoder, que es cuando dice: “¡A que no saben el chisme que les tengo!”. Entonces, al resto del grupo les brillan los ojos, les babea la boca y les tiemblan las piernas de la intriga hasta que el chismoso dice: “Si quieren saberlo, díganme qué venían hablando”.

Tenemos a otro ser cuyo superpoder es bajarle la autoestima a cualquiera. Se trata del vecino de al lado. Porque ellos siempre hacen todo mejor que uno. Si cocinan, a tu casa llega olor a restaurante. Si rumbean, eso suena cual discoteca de Ibiza. Por eso los vecinos les reclamamos que no dejan dormir (aunque en verdad lo hacemos por la envidia que nos generan).

Pero de todos los vecinos de al lado que existen, quienes más bajan la autoestima son los de la habitación de al lado en el motel. Siempre parecieran estar bajo el efecto de un Viagra diluido en un vaso de café negro con té de guaraná. Es que esas paredes suenan como taladro rompiendo asfalto mezclado con gemidos que parecen sirena de ambulancia. Ante lo cual es recomendable simplemente asumir la derrota, salir de la habitación y tocar la puerta de al lado para que nos dejen entrar a la clase como oyentes.

También está el caso de un superpoder que traen los niños y con el cual dejan a los adultos tartamudeando cual político en interpelación del congreso. Que no es cuando preguntan sobre el sexo, porque hoy la pregunta más bien sería: “A ver, papá, ¿qué quieres que te explique sobre el sexo?”. Por el contrario, son preguntas como ésta que me hizo un amigo de mi hijo: “¿Me puede explicar el béisbol en un minuto?”. Menos mal no era un programa de concursos, pues ese solo minuto se me habría ido explicando la cantidad de manías que tienen los peloteros antes de entrar a la caja de bateo. 

Las maestras venezolanas también tienen un superpoder bastante particular. Pues además de ser superheroínas al trabajar por un salario perfecto para dar una clase de fracciones de dólar, también cuentan con el superpoder de no equivocarse cuando pasan asistencia leyendo una lista con puros nombres venezolanos.

  • Yurkleiberman.
  • Presente.
  • Mixileidys.
  • Presente.
  • Crisneidermanwilexis.
  • ¿González o Pérez, profe?

Y lo mejor es que conocen el origen de todos esos nombres. Saben que en el pasado una tal Susana se casó con un tal Jacinto, mezclaron sus nombres y salió Suscinto. Luego Suscinto se casó una hija de Leonardo y Gumercinda llamada Leonercinda. Entonces Leonercinda y Suscinto tuvieron a Leonersús. Y éste, con el tiempo, terminó siendo el tatarabuelo de Brisleiderson José.

Y si no me creen, todo esto se los dice alguien llamado “Reuben”. Que con este nombre no me quedará sino ir a donde una maestra venezolana para aprovechar su cualidad de superheroína sin capa bastante capa a quien no se le escapa ni este nombre que mi entendimiento siempre capa.

Reuben Morales
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