Venezuela, sin pan pero con Cumbre

cumbre

Un ser incompleto [en palabras del Libertador Simón Bolívar] gobierna a Venezuela. Esta semana, quien ejerce sin ningún tipo de escrúpulos ni legitimidad la función presidencial, se atrevió nuevamente a hacer burla de la crisis humanitaria por la que atraviesa el país, y de quien es principal responsable. Con un halo de cinismo indignante se refirió a la dolorosa situación por la que atraviesan los hogares venezolanos; La dieta de Maduro te pone duro dijo como expresión de burla.

Lo cierto del caso, es que efectivamente el venezolano no solo ha reducido drásticamente su dieta diaria, que ya dista mucho de ser balanceada, y por el contrario presenta graves falencias que recaen en la mal nutrición de nuestras familias. Al ya dramático escenario que se presenta en el país, se suma la más reciente idea del régimen venezolano de imponer un precio máximo de venta para el pan. Esta medida reedita una acción similar tomada en 2015 por el ejecutivo, en contra del gremio panadero y en otra clara inadvertencia a aquella sentencia de que – con la economía no se juega – intenta nuevamente, sin ningún éxito, fijar los precios de venta de este rubro que ya se ha visto bastante afectado por la situación inflacionaria. No está dispuesto este gremio a soportar nuevamente el abuso de un gobierno que no comprende el funcionamiento del mercado y en consecuencia se presta sin rigor alguno a establecer márgenes de ganancia sobre los productos, los cuales son bastante particulares porque distan de una realidad clara que vive el país. El costo de una canilla (una forma de baguette francesa) será de Bs. 100,00 cuando su producción real puede duplicar y hasta triplicar este precio.

La torpeza de la medida pasa por reconocer algo que el gobierno ha venido negando los últimos años: el billete de más alta denominación en Venezuela (100 bolívares) no alcanza ni tan siquiera para la compra de una barra de pan. Es evidente los síntomas de estanflación que vapulean al país.

Pese a la crisis desatada por una vorágine de medidas equívocas tomadas desde la gestión del fallecido Hugo Chávez y que han tenido como desenlace inexorable la hambruna que está padeciendo una buena parte de la población, el gobierno venezolano activa nuevamente su plataforma de propaganda y se presenta como país anfitrión de la Cumbre de los Países No Alineados (NOAL): un conglomerados de países de tercer mundo, entre los que cuentan un gran número de países y estados fallidos africanos, asiáticos y escasos países caribeños, cada uno de los cuales asume como sistema de gobierno regímenes totalitarios, carentes de rasgos democráticos, civiles y republicanos, que se reúnen anualmente y cuyo principal objetivo de creación en la década de los 60 – mostrarse neutral en el conflicto de guerra fría – ya carece de sentido alguno, o como diría cualquier abogado ¡es letra muerta!, al adolecer de sentido en las actuales circunstancias el objeto de creación de esta agrupación de países.

Existe sin embargo algo más carente de sentido: el gobierno venezolano en medio de una crisis humanitaria de medicamentos y alimentos, se gasta la irrisoria suma de 120 millones de dólares, según cálculos de fuentes periodísticas, en la preparación de esta cumbre con la que prevé lavarse el rostro frente al desastre en que mantiene sumergido al país. Lo anterior no es todo; teniendo como escenario de la cumbre el estado Nueva Esparta, sede de las más recientes protestas en contra del régimen venezolano, el gobierno de Maduro trasladó a una flotilla de personas a la isla, las cuales pernoctarán en carpas en los alrededores del evento, con la finalidad de aprestarse un apoyo ficticio y mostrar multitudes alegres y receptivas a la realización de la cumbre, que le den la bienvenida a los países “hermanos”, en lo que viene a ser la dramatización más sorprendente y caricaturesca de la narrativa orweliana, adaptada a la situación venezolana.

En Venezuela no hay pan desde hace mucho tiempo. Escaseará mucho más al igual que otros productos derivados y no derivados, a raíz de esta medida. Igual ocurre con medicinas y otros productos de aseo personal y de uso habitual del venezolano. Sin embargo, no solo escasean productos de consumo humano; la racionalidad en los últimos meses en Venezuela es más escasa que el pan y que el papel higiénico.

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