II de IV: La cooperación social activa en la reconciliación
El logro de la Paz en las acciones de la transición a la democracia
Está por comenzar nuestro tránsito a la democracia y debemos iniciar con él la reconciliación que nos llevará a la paz. Ese fue un leitmotiv del simposio “paz y futuro a través de la reconciliación y la justicia” que tuvo lugar los días 20 y 21 de Octubre pasados en la Universidad Simón Bolívar. El presente artículo es el segundo de una serie de cuatro que dedico a los temas debatidos en el evento.
Los planteamientos más importantes del simposio, a mi manera de ver, tuvieron que ver con la propuesta de la Cooperación Social Activa que fue discutida en la sesión de cierre del simposio como vía para vencer los potenciales de violencia que se afincan en la exclusión social existente en nuestra sociedad.
La sociedad venezolana ha vivido, no solamente en los últimos dieciocho años sino desde mucho antes, un proceso de creciente confrontación y polarización, el cual fue cultivado de manera sistemática por los líderes del gobierno revolucionario en los tres últimos lustros. Es un hecho que el discurso de la lucha de clases fue un instrumento empleado por el presidente Chávez y sus aliados para cohesionar a sus seguidores alrededor del resentimiento social. Pero su estrategia no habría rendido los frutos de violencia y confrontación que cosechó, si no hubiese encontrado en los años 1990 un terreno fértil para su germinación, que fue la exclusión social y la pobreza que venían creciendo durante los años 80 y 90. Esa ampliación de los grupos excluidos, junto con la falta de solidaridad que tuvimos los miembros de la clase media frente a ellos,aseguró la feracidad de la tierra que encontró “la revolución bonita”para que su siembra fructificase en violencia social y polarización política.
Para enfrentar los potenciales de violencia asociados a la exclusión, a la percepción de repulsión mutua y al sentimiento de desconfianza que existe entre grupos sociales, se planteó como indispensable que la clase media se active para la Cooperación Social, que grupos numerosos de profesionales y de jóvenes de la clase media se involucren directamente en actividades de cooperación e interacción con miembros de los grupos populares; que no baste el diezmo que dan sus familias en la misa dominical y que su conducta humana trascienda con creces el aporte que puedan hacer a alguna fundación o iniciativa de terceros dirigida a aliviar la pobreza.
La confrontación social no desaparecerá como efecto automático de haber superado la crisis política actual y de haber iniciado un nuevo tránsito a la democracia. No,mientras la pobreza y la exclusiónsean tan altas como hoy habrá mucha frustración y habrá oportunidades para seguir destruyendo la cohesión social, entre otras vías a través del discurso de la lucha de clases.
A título de ejemplo y con el propósito de destacar los rasgos fundamentales de esa cooperación social,me tocó compartir en la sesión de cierre del simposio dos casos que conozco bien: empresarios apoyando a emprendedores populares, e institutos educativos privados intentando llevar las oportunidades de educación de calidad a alumnos de familias de escasos recursos.
Enel primer caso hay que diferenciar entre las actividades de “Responsabilidad Social Empresarial” que los empresarios subcontratan a “especialistas” y aquellas que el empresario asume personalmente como ciudadano, en las cuales adquiere un rostro y va al taller del emprendedor a encontrarse con él, a discutir la solución a un problema que a éste agobia. Aquella clase de proyectos de responsabilidad social no debe desaparecer, por el contrario debe ampliarse sobre todo si ellos contribuyen a crear capacidades, pero sólo cuando muchos empresarios y emprendedores populares, representantes de esas dos clases sociales, establezcan un rapport de cooperación viva, comenzará a superarse la percepción de distancia y desconfianza que hay entre dos actores tan importantes en la sociedad venezolana, líderes potenciales de la reconciliación. La cooperación humana de esos líderes puede comenzar a cerrar la brecha por donde se cuelan las siembras de odio de la lucha de clases.
Finalmente, también compartí como casos los intentos de los institutos privados de facilitar educación de calidad a niños y jóvenes de familias pobres. Compartí que el colegio en el cual cursé muchos años de mi educación primaria y secundaria, con cuya tradición de autonomía, promoción social y excelencia me identifico, usa hoy sus mismas aulas y profesores, en horarios distintos, para impartir clases a niños de familias pobres que viven en comunidades aledañas. Hay otros colegios privados que crean planteles especiales en los barrios con sus propios maestros, y hay finalmente unos pocos y muy meritorios colegios que además de proveer un “servicio de educación de alta calidad” a los muchachos de hogares pobres, lo hacen impartiendo clases y desarrollando actividades extracurriculares para ellos y sus alumnos de clase media en la misma aula o cancha y en los mismos horarios.
Por las mismas razones comentadas en los casos de cooperación activa entre empresarios y emprendedores populares, este último tipo de iniciativas de educación privada, que integra socialmente a los muchachos, merece el mayor de los encomios y estímulos. Las experiencias que conozco incluyen a unas pocas escuelas privadas, a la UNIMET y a la UCAB,institutos que mantienen una alta proporción de sus alumnos becados, en el mismo campus y en los mismos horarios, sin diferenciación visible ninguna. Ese tipo de cooperación social en la educación es un camino seguro para desmontar el logro terrible de dieciocho años de siembra de odios. La cooperación social que necesitamos comienza desde la escuela, cuando los niños y jóvenes aprenden más fácilmente a reconocerse como iguales y desarrollan lazos de empatía como los que teníamos los estudiantes de hace treinta años o más.
Cierro este artículo diciendo que nuestras universidades, privadas y públicas deberían ser nuevamente los crisoles que eran en los años 70 y 80 del Siglo XX, en los que nos encontrábamos muchachos de muy distintos orígenes y niveles socio económicos, y nos fundíamos y amalgamábamos en una camaradería que nunca después desaparecía. Si lográsemos eso, las nuevas generaciones de universitarios podrían contribuir en alto grado a la reconciliación de Venezuela.
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