¿Cómo desplegar un nuevo estilo de desarrollo para Venezuela? (II de II)

El presente artículo concluye la introducción de una serie dedicada a la reconstrucción de Venezuela, basada en las propuestas del libro “Venezuela, vértigo y futuro”, de la Universidad Metropolitana y Editorial Dahbar, cuya autoría comparto con Tanya Miquilena. 

En el escrito anterior planteaba cómo se gestó nuestra crisis actual, cuál es la dimensión real del desastre y cuáles son los rasgos fundamentales del nuevo estilo de desarrollo que debería asumir Venezuela a partir del proceso de su reconstrucción, que deberemos iniciar muy pronto.    

Son tres las estrategias que hemos propuesto para esa reconstrucción, las cuales planteo en pinceladas gruesas en este artículo. La primera debe llevarnos a restituir las capacidades que hemos perdido, la segunda a edificar una nueva institucionalidad, y la tercera a reconstruir nuestro tejido social que está deshilachado después de cuatro décadas de exclusión y pobreza crecientes, y de veinte años de siembra sistemática de odios. 

Restituir la generación de capacidades 

El primero de los graves problemas que nos llevaron a donde estamos es el decaimiento de las aptitudes, habilidades y competencias de que disponemos para generar progreso, como individuos y como sociedad. En efecto, por cuarenta años hemos mantenido tres tendencias negativas en la creación de capacidades, que se expresan en una reducción de la escala de nuestro aparato productivo, en la disminución del acceso de la población en edad escolar a la educación de calidad, y en un importante rezago en el dominio del conocimiento y su aplicación a la producción. 

En primer lugar hemos sufrido una reducción sostenida y en buena medida consciente en la escala de nuestra economía productiva. Esa reducción derivó, por una parte, de haber mantenido por cuatro décadas una inestabilidad macroeconómica y un sistema regulatorio que desincentivaban la inversión productiva privada y de haber padecido por los últimos quince años una estrategia del Estado dirigida a la destrucción sistemática de empresas; y por la otra, de haber seguido también por cuarenta años una estrategia petrolera que maximizaba la renta por barril exportado limitando ex profeso el quantum de producción de la OPEP, impidiendo así que se expresarse el potencial del conjunto de la economía venezolana para crear tejidos productivos entre sectores, que dieran soporte a un crecimiento robusto y diversificado de las actividades de transformación no petroleras.

 En segundo lugar, desde los años 80 del Siglo XX viene desmejorando progresivamente el acceso a la educación de calidad para los hijos de los hogares populares y cada vez más para los hijos de la clase media, quienes en su conjunto constituyen la gran mayoría de los niños y jóvenes de nuestro país, en desmedro de la generación de nuevas aptitudes, habilidades y competencias para la productividad, la innovación y el emprendimiento en el conjunto de nuestra fuerza de trabajo, y en menoscabo de la capacidad humana de cada venezolano para progresar, labrarse la vida que valora y vivirla en cooperación y libertad.

 Y en tercer lugar, en las últimas décadas nos hemos rezagado y aún retrocedido en el dominio del conocimiento y su aplicación a la producción, es decir, en nuestra capacidad para conectar al aparato productivo con el sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación. Este sistema languidece en los últimos quince años como resultado del cerco consciente y sistemático que impuso el Estado al emprendimiento privado y a las instituciones de educación superior, y de la ausencia de iniciativas vigorosas de nosotros mismos los universitarios, profesores, investigadores, estudiantes y egresados, para llevar a cabo una renovación estructural de nuestras universidades, cuya necesidad es evidente desde hace por lo menos dos décadas y la mayoría de los universitarios decimos compartir desde entonces. 

Los capítulos 6, 7 y 8 de nuestro libro “Venezuela, vértigo y futuro”, y tres de los artículos futuros de esta serie, los dedicamos a discutir con cierto detalle propuestas relativas a la educación en sus diversos niveles, al sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación y al aparato productivo, petrolero y no petrolero, dirigidas a avivar nuevamente la creación de las capacidades que requerimos, y a revertir los vicios que las han hecho mermar en las últimas décadas.  

Una reforma institucional que ponga el Estado al servicio del ciudadano

El segundo gran obstáculo que hemos vivido en los últimos cuarenta años es que nuestras instituciones se han degradado, lo que ha sucedido tanto en el ejercicio de la política como en los sistemas regulatorios de la economía; en el sistema de justicia y en la protección de los derechos humanos; en la fuerza armada que ha sido convertida en una organización a  las órdenes de un país extranjero y del régimen dictatorial; en las instituciones responsables de la seguridad social; en la educación superior; en nuestras relaciones con el resto del mundo; en la necesaria descentralización del Estado y en la rendición de cuentas del mismo en todos los ámbitos.  

Los capítulos 9 a 12 de “Venezuela, vértigo y futuro” y tres artículos futuros de la presente serie se dedican a nuestras propuestas para la reinstitucionalización, que busca poner el Estado al servicio del ciudadano y no alrevés, revirtiendo lo que nos ha sucedido progresivamente por décadas. 

Reconstruir el tejido social desecho, que pone en riesgo a la nueva democracia 

Y  nuestro tercer gran problema, derivado de los dos anteriores y a la vez coadyuvante para que aquellos no se resuelvan, es la pérdida de nuestra cohesión como sociedad, la cual ha venido asociada a la exclusión social que vemos crecer desde la década de 1980, agravada como hemos dicho por la siembra de odios que implantó el régimen socialista desde 1999. Nuestro tejido social está deshilachado y a menos que lo reconstruyamos, la democracia que recobraremos estará en riesgo de perderse nuevamente frente al neopopulismo, que no desaparecerá al salir del regimen socialista.  

Para enfrentar este tercer problema, los capítulos 13 y 14 de “Venezuela, vértigo y futuro” y dos artículos de la presente serie se dedican a la reconciliación con justicia, por una parte, y por la otra a la desaparición de los mecanismos que generan y perpetúan la exclusión social en nuestro país, cuyo crecimiento en las dos últimas décadas del Siglo XX creó las condiciones para que perdiéramos la democracia. Proponemos disipar esos mecanismos a través de la implementación por no menos de 20-25 años, de un Pacto de políticas públicas para el progreso de todos y la superación de la pobreza. 

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