Sobre el periodismo, o la galaxia que viene
La imprenta cambió el mundo. Internet está cambiando el mundo. Alrededor del 1450 los libros se difundían en copias escritas por amanuenses: monjes y frailes dedicados exclusivamente al rezo y a la copia de ejemplares. No todos los monjes copistas sabían leer y escribir; se limitaban a copiar, como se copia un dibujo. Podían llegar a tomarse diez años en hacer un trabajo. Gutenberg se propuso hacer a la vez varias copias de la Biblia en la mitad del tiempo y creó los primeros tipos móviles.
En dos años de trabajo llegó a producir 150 Biblias que fueron compradas por el Vaticano. Cincuenta años después la producción de libros fue mayor a la de los mil años anteriores.
La escritura sustituyó a la tradición oral y se generalizaron los libros y los periódicos. Eso es lo que McLuhan llamó “Galaxia Gutenberg”.
Para seguir a McLuhan, con la producción masiva de libros llega la lógica mercantil y de consumo; la imprenta introdujo los sistemas de precios y el concepto de mercados, apareció la reproducción masiva de libros y se potenció la figura del autor, el nacionalismo y el proceso de producción, comercialización y distribución del libro, también la categoría de “público”, que daría lugar, más recientemente, a la de target.
El saber empezó a ser portable: el libro se lleva encima. Parte de la educación queda a cargo de los medios. Con el telégrafo, en el siglo XIX empieza la idea de aldea global.
Estamos en la infancia de internet: nace en 1986. La llamada World Wide Web en 1991 junto a los primeros navegadores. La primera versión del Internet Explorer es de 1995. El vértigo de su desarrollo no es distinto al vértigo que le dio la imprenta al mundo.
Pero hay un desfase que ahora es mayor: la filosofía no da todavía respuestas a decenas de avances tecnológicos. En la era digital, por ejemplo, desapareció el concepto de original: toda copia es imperceptible.
En las redes P to P se disolvió el concepto de propiedad, que quedó todavía más disuelto en el Cloud. ¿La propiedad se define por el uso? ¿Lo que tengo en la nube es mío sólo cuando lo bajo?
Los algoritmos -por ejemplo el que alimenta el flujo de noticias de Facebook- están diseñados para darnos noticias que ellos creen que queremos, de modo que nuestra visión actual del mundo es una que refuerza nuestras creencias y nuestros supuestos y no permite los cortocircuitos.
“Estoy buscando activamente en Facebook gente que celebre la victoria del Brexit pero la burbuja de filtros es tan fuerte y se extiende tanto en cosas como la búsqueda personalizada que no puedo encontrar a nadie que esté contento a pesar de que medio país está claramente eufórico hoy y a pesar de que estoy intentado activamente oír lo que dicen”, posteó Tom Steinberg, fundador de Mysociety, el día después del referéndum en Inglaterra.
El “detector de mentiras” del diario El Espectador aplicado al pronunciamiento del ex presidente Álvaro Uribe sobre el acuerdo con las FARC dio que, de cuarenta y un afirmaciones, sólo cuatro eran verdaderas, siete ciertas con salvedades importantes, cinco falsas, seis engañosas y ocho apresuradas.
Todos recuerdan el resultado de la elección en Colombia, a favor de Uribe. El mismo detector aplicado a una entrevista a Cesar Gaviria mostró que “de las veintiséis afirmaciones que chequeamos, la mayoría son verdad”.
En abril de 2010 la revista humorística norteamericana Grist publicó, en un artículo de David Roberts, el término “política posverdad” por primera vez. Seis años después, ahora, el diccionario Oxford reveló “post truth” como la palabra del año y The Economist le dedicó su tapa: “La fragmentación de fuentes de noticias ha creado un mundo atomizado en el que mentiras, rumores, chismes, se riegan con velocidad alarmante. Mentiras compartidas en una red cuyos miembros confían entre sí más que en los grandes medios, toman la apariencia de verdad”.
No es casual en este contexto que el populismo latinoamericano haya orquestado los mayores aparatos de prensa estatales desde la Guerra Fría. Hemos visto a Chávez, a Lula, a Cristina Kirchner, a Correa desmentir verdades evidentes y calificar de enemigos de la patria a quienes decían lo contrario, entendiendo a la Patria como solamente a ellos mismos.
El concepto de periodismo militante es la peor herencia de esos años ya que terminó instalado en algunas academias y es, en esencia, filosóficamente contrario al periodismo. El periodista pregunta, el militante responde. Estamos en el sitio opuesto del mundo. El militante tiene certezas, el periodista dudas.
Así, en la Argentina de hoy la discusión política se ha vuelto religiosa y hasta la matemática se volvió relativa. Ahora que el peronismo gobierna los Estados Unidos vale la pena preguntarse si un periodismo militante en sentido contrario tiene valor.
“Trump es un mentiroso”, publicó en su tapa The New York Times. El director del diario explicó: “No se trata de decir a la gente lo que debe pensar, se trata de decir quién miente”.
Los cambios que nos esperan son de fondo y forma: hoy tenemos en la red diarios del siglo XIX y aún no sabemos del todo cómo hacer complementarios los formatos.
Repensar la prensa en digital será, necesariamente, reelaborar desde la manera de titular a la extensión de los textos. El desafío de la generación que viene será reinventar la televisión, la radio y las publicaciones.
Creo, sin embargo, que algunas reglas básicas del periodismo se mantendrán en pie: buscar la verdad que conmueva, inspire y permita agregar puntos de vista.
No hay malas notas, hay malos periodistas. Shakespeare esta en cualquier persona, sólo hay que sentirlo y poder expresarlo.
Todo el mundo tiene una historia y esa historia es, siempre, la historia del hombre. Los niños juegan cada día con juguetes más sofisticados, pero una rama sigue siendo una espada.
(Palabras del autor al inaugurar el XXII Congreso Mundial de AMMPE, Asociación Mundial de Mujeres Periodistas y Escritoras en Santiago de Chile)
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