La natural amenaza latente

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El planeta tierra es un territorio impredecible, hostil y salvaje. La madre naturaleza nos ha demostrado su poder a través de sequías, inundaciones, tornados, huracanes, terremotos… innumerables son las tragedias que han marcado el paso de la historia, por ese increíble poder capaz de modificar el curso de una nación, pero a pesar de ello el hombre ha aprendido y ha decidido continuar conviviendo con estos desastres, viviendo al límite entre la paz y el caos, ¿hasta qué punto podemos estar preparados para sobrevivir a la furia de la naturaleza?

Civilización vs Naturaleza

Con o sin humanos los fenómenos naturales seguirán su curso, su existencia es completamente indiferente de nuestra presencia en este mundo, independientemente del daño que la humanidad le ha causado al planeta, la dinámica no dejará de existir, con o sin cambio climático, nadie puede detener los procesos naturales del planeta Tierra.

Desde el inicio de los tiempos han existido numerosos desastres ocasionados por la naturaleza, en el comienzo era difícil explicar lo que sucedía, se necesitó de explicaciones fantásticas que justificarán tanta destrucción, la furia de los dioses, el castigo divino, un recordatorio de la existencia de un ser superior capaz de castigar y condenar tanto pecado cometido por la humanidad.

En cada mitología antigua existen relatos que explican estos eventos naturales, leyendas, supersticiones y de estos aún muchos mitos  siguen formando parte de nuestra cotidianidad, como el famoso “algo pasa en el mundo, el final se acerca”, todos en busca de lo mismo: explicar el por qué de la furia desatada por la naturaleza. En la actualidad gracias a los estudios científicos es posible saber cómo es el comportamiento del planeta Tierra, detectar patrones, estimar daños y posibles consecuencias, predecir para evitar mayores daños, siendo capaces de prepararnos para la tormenta, aunque sea medianamente.

Ciclos naturales

Sabemos que si un desastre natural ocurre una vez tarde o temprano volverá a ocurrir, por ejemplo, en las cultura japonesa y chilena están acostumbrados a convivir con terremotos, ellos saben qué hacer cuando ocurre un sismo, su infraestructura cumple con una rigurosa serie de normativa que le permitirá resistir mejor los grandes movimientos de tierra, reciben desde muy niños la educación necesaria sobre este fenómeno natural, en fin, poseen una “cultura sísmica” altamente desarrollada y son capaces de sobrevivir con los menores daños posibles cuando ocurre un movimiento telúrico importante.

A pesar de todo han ocurrido grandes tragedias, no están exentos de peligro pues es inevitable tener muertes, colapso de edificios y otras graves consecuencias, imaginen que si para los japoneses y chilenos representa una gran amenaza un gran sismo ¿qué pasa cuando un terremoto fuerte se presenta en un país menos preparado?, se pueden citar una gran cantidad de ejemplos de los daños que puede causar un sismo en un país poco preparado, como el de Haití en el 2010 que dejo daños que aún hoy en día siguen atormentando a la pequeña nación o el caso de Nepal en el 2015 que dejo miles de muertes y destruyó obras arquitectónicas patrimonio de la humanidad.

Sabemos que entre más frecuente son los eventos naturales más preparada estará esa población para afrontarla, sabrán cómo actuar, qué medidas tomar, lo que denominan una “cultura de riesgo” ¿qué pasa cuando una población sin una “cultura de riesgo” es afectada por un fenómeno natural significativo?, obviamente las consecuencias serán mucho mayores pues no está marcando en el inconsciente colectivo la amenaza latente de un desastre natural

¿Privilegiada ubicación de Venezuela?

Venezuela posee una ubicación envidiable, tiene un clima tropical sin estaciones marcadas, salida al mar, no sufre por la temporada de huracanes ni debe experimentar cambios de temperatura extremos. A pesar de ello la historia de Venezuela no niega la presencia de desastres naturales, aunque poco frecuentes ocurren, un 80% de la población vive en zona sísmica, cada cierto tiempo somos afectados por el coletazo de un huracán, por lluvias torrenciales, inundaciones, sequías o incluso por tsunamis.

En los últimos 100 años tan solo unas cuantas tormentas han afectado directamente las costas venezolanas, en el año 1993 el huracán Bret causó la muerte de 150 personas, 77 de ellos en la ciudad de Caracas, además dejo unos 500 heridos y un estimado de 5.000 damnificados, siendo el que más ha afectado a nuestra nación. En materia de movimientos telúricos también son poco los casos de aquellos que han dejado un daño significativo en nuestra nación, siendo los más recientes el terremoto de Caracas de 1967 que ocasionó unos  2000 heridos, 236 muertos y unos 6 edificios colapsados además de otras varias edificaciones que sufrieron graves daños teniendo que ser declarados no habitables y el terremoto de Cariaco de 1997 que ocasionó 73 muertes además del colapso de una escuela.  

La historia no miente y aunque los desastres naturales no estén marcados en nuestra memoria colectiva son totalmente repetibles en algún momento, hace casi 50 años que no ocurre un terremoto fuerte en la ciudad de Caracas, ¿qué pasaría si ocurre hoy en día?, ¿estamos preparados?, ¿qué estamos haciendo para prepararnos?, la ciudad crece exponencialmente, de manera desordenada, muchas viviendas no poseen las más mínimas medidas de seguridad, un sismo como el de 1967 podría causar una estela de daño y destrucción muchísimo mayor que en aquel entonces, al igual que el paso directo de un huracán como fue el caso de Bret en 1993.

A pesar de ser poco comunes Venezuela está propensa a sufrir terribles consecuencias producto de los fenómenos naturales, no tanto por los fenómenos en sí mismos si no por la poca preparación y escasa “cultura de riesgo” existente en el país, ¿cómo tener cultura de riesgo si estos eventos se presentan con tantos años de diferencia?, es cuestión de reaccionar, tomar conciencia y pensar en el futuro, no sabemos que pueda ocurrir en los próximos años, debemos estar preparados ante cualquier amenaza, no podemos seguir esperando a que la naturaleza nos sorprenda, ¿Cuánto tiempo deberíamos dejar pasar?, ¿será que debe ocurrir una tragedia para luego lamentarnos de no haber hecho algo antes?.

Articulo inspirado en “Si la naturaleza se opone…” de Rogelio Altez.

Ana Daniela Valero
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