El fin de una era de ídolos
Ante el inclemente frío del suelo británico, más de 75.000 aficionados bajo un estandarte rojo hacían eco desde las gradas con la entonación de “Ryan Giggs, Ryan Giggs, Running Down The Wing”. El mago galés jugaba su último partido en Old Trafford, culminando una carrera que le llevó a la cúspide del fútbol inglés, representando durante 24 años al mismo equipo, avales más que suficientes para recibir el apodo de “Mr. Manchester United”.
Tres años han pasado desde la noche en la que se retiró el gran ídolo. 963 partidos profesionales jugados bajo su sagrado manto rojo e incontables goles, asistencias y jugadas que lo convirtieron en un auténtico exponente del fútbol británico y por supuesto, de su club. Una carrera de lealtad, sacrificio, orgullo y honor había llegado a su fin.
Muchos han seguido a Ryan Giggs por el sendero de los héroes retirados, pero jamás olvidados. Grandes jugadores que generaron euforia en las gradas de los estadios que les vieron alcanzar la gloria, ahora producen lágrimas y tristeza en lo más profundo de los corazones de sus admiradores.
Nombres como Andrea Pirlo, Paul Scholes, Steven Gerrard, Frank Lampard, Alessandro Del Piero, Xavi Hernández y Raúl González; por mencionar algunos pocos, paulatinamente pasan a ser más parte de los libros de historia, que de los diarios deportivos. Una edad dorada del fútbol, firmada a puño y letra por estos cracks, llega lentamente a su fin.
El fútbol siempre ha sido un deporte de sensaciones, de sentimientos, de emociones. Por lo tanto las acciones de las hinchadas, quienes le dan forma a un equipo, no están sujetas bajo ningún precepto lógico. Sus gritos, celebraciones, cánticos y lágrimas son provocados por un indescriptible y mágico sentir del corazón, algunos le llaman pasión. La pasión suele transformarse. En algunos casos pasa a ser romance, en otros evoluciona hasta convertirse en religión y a veces trasciende hasta volverse tradición.
Con tanta mítica de por medio, la relación entre un hincha y su equipo es un lazo tan importante como el de un matrimonio. Se vuelve superlativo el afecto que la fanaticada le tiene a un futbolista que se compromete en cuerpo y alma a defender los colores de su club amado. Sin lugar a dudas, una de las cosas más bonitas de este deporte es presenciar la despedida de un jugador que le dedicó su fútbol a la hinchada durante décadas. La gran pregunta es: ¿Podremos disfrutar de más momentos de este tipo?
El dinero lo cambia todo
El 2 de julio del 2003 ocurrió un hecho que marcaría un antes y después en el mundo del fútbol. David Beckham fue presentado como jugador del Real Madrid. ¿Qué es lo particular de este momento? Pues que el club merengue no contrató al inglés por su juego, sino por su imagen. El británico tenía calidad de sobra para jugar con los blancos, sin embargo la gran ambición de Florentino Pérez al momento de buscarlo, no era verlo colocar tiros libres al ángulo, ni enviar centros perfectamente medidos al área; el presidente del Real Madrid vio a Beckham como un producto perfecto para ser comercializado.
Este concepto más comercial del jugador, visto más como un producto que como una persona que simplemente hace lo que le gusta y cobra por ello, produjo paulatinamente una revolución en el balompié internacional.
En tan solo diez años, los empresarios le pusieron un agudo ojo al deporte con el objetivo de encontrar una puerta abierta a los negocios. Los petrodólares llegaron a Inglaterra y Francia, el marketing se hizo común en los clubes grandes de España, las redes sociales fueron aprovechadas incluso en el fútbol del cono sur y ahora los chinos ofrecen cantidades aberrantes de dinero como parte de una política de Estado.
Con las arcas de los clubes recibiendo cada vez más dinero gracias a socios comerciales, merchandising y derechos televisivos, la disputa por los fichajes y el ámbito contractual del jugador se convirtieron en el pan de cada día. Súbitamente los precios de los jugadores se dispararon, y los “bombazos” eran cada vez más frecuentes.
La compra de Cristiano Ronaldo por el Real Madrid se estableció como el fichaje más caro de la historia en el 2009. Cuatro años después, Neymar arribó al Barcelona y se especula que habría tenido un valor total aún mayor que el del portugués, cifra oficialmente superada con la contratación de Gareth Bale por el club merengue en el 2013. Finalmente el Manchester United rompió cualquier precedente con su pomposo pago de 100 millones de Euros por Pogba hace tan solo unos meses. Todos estos acontecimientos ocurrieron en un tramo inferior a 10 años.
Los últimos símbolos
Ya todo es diferente. Los estadios clásicos construidos principalmente con madera se han convertido en monstruosas infraestructuras con lujos y comodidades. Los jugadores se toman selfies, interactúan con los fanáticos a través de redes sociales y apenas son necesarias las ruedas de prensa. La tradicional costumbre de sentarse en el sillón frente al televisor para ver los juegos con una buena taza de café, se ha resumido a entrar en un streaming a través de un Smartphone con conexión a internet desde cualquier lugar.
Hinchas, directivos, jugadores, uniformes, balones, estadios, equipos, marketing e incluso las reglas del juego, todo ha cambiado. Quizás sea tiempo de aceptarlo y afrontar una nueva era del fútbol en donde el entretenimiento y el negocio se anteponen a los valores fundamentales de esta disciplina deportiva, a esa relación entre jugador-club-fanático.
Philipp Lahm, Francesco Totti y Xabi Alonso anunciaron que sus respectivos retiros del deporte rey ocurrirán al finalizar la temporada. Esa noticia solo nos deja con Rooney, Iniesta, Messi, Ramos, Buffón y otros contados jugadores que representan aquella época dorada y aún visten los colores que aman cada fin de semana en la alfombra verde.
Las expectativas son poco optimistas. Rui Vitória, Director Técnico del Benfica, se refirió al partido número 500 de Luisao en el club portugués, alcanzado la semana pasada, como algo que “difícilmente” algún jugador logre emular en ese equipo. Principalmente debido a la posibilidad de que conjuntos de gran capacidad monetaria contraten a cualquier futbolista destacado en la plantilla benfiquista.
China, por otra parte, se establece como una potencia en el mercado de pases. La seducción provocada por los pagos en las nóminas de diversos clubes termina persuadiendo a jugadores de gran calibre y popularidad. Incluso aquellos que habían jurado lealtad a una casaca han cedido ante las propuestas orientales, como fue el caso de Tévez. Su idea de retirarse en Boca Juniors fue abandonada hace poco más de un mes para convertirse en el jugador mejor pagado de la historia.
Este panorama probablemente no sea el más alentador. Sin embargo, ¿hay esperanza de que esta tendencia se revierta?
Yo pienso que no todo está perdido, que hay una luz de esperanza si se procede de la manera correcta. La clave está en la formación del juvenil, en las canteras de los clubes. Los jugadores tienen que aprender, desde edades tempranas, a sentirse identificados con la camiseta que defienden, con los compañeros de equipo y con la ciudad que representa la institución.
Siempre y cuando exista una hinchada que los respalde, un incentivo económico adecuado y un club en el cual se sientan cómodos, los jugadores estarán a gusto. Es parte del corazón de un futbolista, parte de su naturaleza.
Más allá de las especulaciones, solo el futuro podrá determinar el rumbo que tomará este hermoso deporte. Esperemos que los avances vayan en consonancia con el respeto por la tradición, por los orígenes que se remontan a la Inglaterra del siglo XIX, que no se olviden las raíces y que se persiga la evolución del fútbol como un deporte, no como un negocio.
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