Editorial #346 – ¡No nos culpen a nosotros!

En cualquier calle que se camine, en cualquier autobús que se aborde, en cualquier vagón de metro al que uno suba sin importar la hora, el diagnóstico es el mismo. Una especie de nube de desesperanza, frustración y decepción está sobre las personas cuyos rostros dice más sin decir nada, que cuando simplemente se quejan de la situación.

En contraste, hace un poco más de un año el panorama era distinto –no demasiado, pero lo era–. Había expectativa, emoción y un reflejo de esperanza de que pronto las cosas cambiarían y serían mejores. Nada de eso pasó; solo empeoraron las cosas y, con ellas, el sufrimiento de la gente.

Lo que hoy estamos viendo en nuestro día a día yo lo he llamado “recesión moral”. Esto de ninguna manera quiere decir que la gente renunció a sus valores o a sus principios, sino que se puso en pausa. La gente optó por sobrevivir antes que por luchar, porque sencillamente no encuentran referentes sensatos, coherentes y claros que les digan por qué y para qué están luchando. Ante esa incertidumbre, la gente optó por hacer lo único que puede hacer hoy en día: vivir mientras pueda.

Esa recesión moral viene acompañada, además, del reclamo de los ciudadanos cuando se les reprocha por los fracasos de la propia dirigencia opositora que no se atreve a reconocer y le resulta más fácil señalar a la gente, desalentándola: “perdimos porque no salieron”, “perdimos porque no votaron”, etc., pero antes de hablar de por qué perdimos, ¿no será mejor preguntarse por qué no salimos? La gente está cansada de hacer siempre lo mismo y no lograr nada distinto. La gente está harta de los mismos discursos y de la repartidera de un país en el que no hay nada que repartirse ya. La gente quiere salir de esto, pero quiere hacerlo segura de que tendrá éxito.

Toda esa energía acumulada, hoy en recesión, muchos la hemos llamado la “reserva moral”. Allí confluyen la voluntad, las ganas, los sueños, el espíritu luchador y guerrero que hacen que la sociedad en su conjunto se reúna en torno cosas que le son comunes como lograr un mejor país, por ejemplo. Estudiantes, profesionales, políticos, deportistas, artistas, entre muchos otros, y todos los ciudadanos que hacen vida en este país, tienen muy claro dentro de sí mismo que responderán y actuarán cuando vean al liderazgo decidido a acompañarles, cuando vean la ruta estratégica clara, cuando sepan hacia dónde van. Allí la gente se arriesgará, como en el pasado, pero sólo con garantía de que las cosas rendirán fruto.

No resulta ajeno ni extraño entonces preguntarse por qué los ciudadanos están desalentados. Hay un régimen que lo único que quiere es pisotearlos y hay una oposición que no dice nada cuando se les pisotea. Como ya lo he reiterado, la gente si no consigue a nadie a quien ver a sus lados, seguirá caminando de frente en este camino de servidumbre, pues no hay desvío que lo saque de este embrollo.

Muchos siguen y seguirán subestimando la fuerza de los venezolanos como ejercicio para no verse a sí mismos y entender que lo que estamos viviendo también es producto de la decepción. La falta de conducción deriva en frustración, deriva en recesión moral. Cuando hay señales confusas sobre el rumbo, resulta mejor no arriesgarse. Será atractivo hacerlo, pues, cuando haya un norte claro.

No es la hora de culpar a la gente ni mucho menos de subestimarles. Es el momento de escuchar y acompañar. Sólo así lograremos reconquistar la democracia y la libertad.

Pedro Urruchurtu
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