Remakes, secuelas y otros males del cine
Este domingo el cine está de fiesta. Entre reflectores y flashes, estrellas deambularán de un lado a otro con elegantes vestidos y costosos accesorios. Hombres con trajes viriles, mujeres en vestidos sensuales y uno que otro bohemio con extravagantes gustos, participarán en la entrega de los premios Óscar. Una gala que celebra la industria para exhibir y galardonar la calidad, la excelencia y la prominencia que puede ofrecer este medio.
De entre todas las estatuillas, más allá de las entregadas por valores de producción, dirección, efectos especiales o actuación, la más anhelada es sin lugar a dudas la que premia a la mejor película. Los 9 films nominados usualmente se caracterizan por tener un impacto mediático discreto hasta que se conoce su estado como candidatas a la obra cinematográfica más relevante del año.
La octogésimo novena entrega, lejos de ser una excepción a la regla, es un ejemplo claro. Las películas que figurarán en la gala y las que recibieron la atención del mundo se encuentran en polos opuestos. El desarrollo de la industria no va en consonancia con los estándares de calidad, concepto y producción que maneja la premiación más representativa del mundo cinematográfico.
El año pasado tuvo una particularidad que poco a poco se vuelve tendencia, ya que dio inicio a la era de los remakes. Tuvimos en un breve período de tiempo el regreso de obras que ya habían dado su aporte hace mucho. Películas como Ghostbusters, El Libro de la Selva, Maléfica, Alicia en el País de las Maravillas, Ben-Hur o Robocop, más allá de éxitos o fracasos, generaron la expectativa del mundo entero acudiendo a una de las formas más bajas de llegarle a la audiencia: la nostalgia.
Hacer remakes no es nuevo. La historia del cine está plagada de obras reproducidas en la pantalla grande en diferentes momentos, algunas de ellas incluso marcaron un hito en el séptimo arte, como lo hicieron la versión de Scarface de 1983 o Ben-Hur en 1959. El problema principal no es que se realicen, sino que se produzcan como estrategias comerciales que buscan ventas seguras a púbicos que ya atraparon con la versión anterior.
Dejando de lado las reediciones maquilladas de obras antiguas, otro problema atañe al cine, un poco más viejo pero igual de nocivo son las secuelas innecesarias o tardías. Si miramos con detenimiento los títulos importantes producidos el siglo pasado, notaremos que la mayoría de las películas exitosas no tuvieron segundas partes. Pasaron a la posteridad como ejemplos de calidad y se convirtieron en legendarias por lo que aportaron en su momento.
Hoy en día, casi toda película comercial demanda una secuela, ya sea por sus productores o por la misma audiencia. Extender sagas que desde hace mucho exprimieron todo su potencial ha pasado a ser algo común. Fast and Furious está produciendo su octava entrega, Resident Evil acaba de estrenar su sexta parte, mientras que Jurassic World o Star Wars: The Force Awakens significaron el resurgir innecesario de títulos legendarios concluidos.
Claramente estos conceptos conllevan a un estancamiento creativo en Hollywood, o quizás un conformismo preocupante que pone límites a la capacidad de innovación, experimentación y descubrimiento. Dicho esto, aclaro que no todo regreso al pasado es nocivo.
Homenajes, deconstrucciones y replanteamientos
Mirar hacia atrás, lejos de ser algo malo, permite fijarse en errores y aciertos del pasado. Hallar inspiración, ideas y ejemplos de obras antiguas es común entre editores, productores, actores y directores. Personajes como Quentin Tarantino suelen anexar algunas referencias a la cultura cinéfila de alguna época y construyen algo completamente nuevo utilizando esos elementos de antaño.
El 15 de julio del 2016 estrenó una serie que conmocionó al mundo entero y en especial a los amantes del cine. Stranger Things se presentó como una de las mejores obras del año, destacando principalmente por ser un gran homenaje al género de terror y ciencia ficción ochentero.
La producción dirigida por los hermanos Matt y Ross Duffer supo jugar con los elementos ya presentes en películas como E.T. el extraterrestre o la saga de Alien, y los juntó con una trama atrapante y personajes carismáticos. El resultado fue una completa bocanada de aire fresco con su combinación de conceptos del pasado con narrativa, lenguaje cinematográfico y tecnología actuales.
Otro buen ejemplo es la saga de Shrek, que pese a extenderse más de lo necesario, mantuvo desde su primera entrega la premisa de tomar los elementos clásicos del género de cuentos de hadas y fantasía medieval para darles una vuelta de tuercas y burlarse de todos los clichés que los caracterizaban, construyendo sus propias reglas a partir de obras previas. Si bien es una franquicia con más de un título, siempre procuró transmitir mensajes distintos y, a pesar de que la fórmula se desgastó con el paso del tiempo, la frescura en su concepto tiene aún vigencia.
A partir del 2010, Disney ha buscado su propio replanteamiento y parecía tener la idea de perseguir nuevos horizontes y conceptos. Lo logró con Enredados, que se diferenció mucho de previas adaptaciones del cuento de Rapunzel elaboradas por otras empresas, y actualizó la fórmula que definía las películas de princesas a la vez que conservaba su esencia. Rapunzel pasó a tener un rol más protagónico y diversos elementos como la producción, animación, humor y narrativa innovaron al compararlas con obras de la talla de La Bella y La Bestia, Blancanieves, La Cenicienta y otros films icónicos de la compañía. Lamentablemente poco tiempo después se embarcaron en la nada creativa aventura de convertir sus clásicos en Live Action.
El nocivo conformismo del mañana
Basta con echarle un ojo a las películas anunciadas y los estrenos cercanos para vaticinar un mal futuro. Citando solo algunos ejemplos, en los meses venideros estrenarán o producirán: Kong: Skull Island, Beauty & The Beast, Jurassic World 2, The Lion King, The Mummy, The Fate of The Furious, Transformers: The Last Knight, Scarface, Star Wars: The Last Jedi, Wreck-It Ralph 2, Alien: Covenant, Power Rangers y muchas otras producciones que tardaría unos cuantos párrafos en mencionar. Esta lista seguramente represente éxitos en taquilla garantizado y serán los lanzamientos más esperados por muchos.
No me malentiendan, disfruto de muchas de estas películas como cualquier otra persona. Cuando Dragon Ball Z: La Batalla de Los Dioses llegó a las salas venezolanas me emocioné muchísimo. También espero con muchas ansias ver las nuevas Star Wars y Ralph el Demoledor. Quizás incluso le eche un ojo a Power Rangers o Transformers y pase un rato agradable recordando mi infancia. Pero el problema es más grande que mis gustos o deseos, ya que hablamos del futuro del séptimo arte.
Tim Burton, uno de los directores más reconocidos de la industria, siempre ha sido muy protector con sus entregas. En muchas oportunidades han querido retomar éxitos como The Nightmare Before Christmas y él se ha negado rotundamente porque sabe que explotar una obra de arte con la comercialización está mal.
Hay obras que marcaron la historia por el aporte que hicieron en su momento y entorno. Ben-Hur destacó tanto gracias a la producción, inversión y esfuerzo efectuados hace casi 60 años. Star Wars rompió con todos los esquemas por sus efectos especiales revolucionarios a finales de los 70’. Scarface se caracterizó por reflexionar sobre la situación de los inmigrantes ilegales y su relación con la delincuencia en el marco del éxodo cubano de 1980. En cambio sus nuevas entregas son, o parece que serán, versiones maquilladas que no aportan nada nuevo más allá de una mejor calidad de imagen.
Opino que el remake, la secuela o el spin-off no son herramientas malas para el cine, siempre y cuando cambien o construyan sobre el producto original. Ejemplos hay, con mayor o menor calidad, Ghostbusters lo hizo recientemente, le dio su propia versión y estilo al clásico ochentero de los cazafantasmas. Mad Max: Fury Road incluso fue nominada a mejor película del 2015 y consiguió ser, quizás, mejor que sus predecesoras.
La industria necesita experimentar, arriesgarse, conseguir ideas frescas, conceptos nuevos y deslumbrar al mundo con algo innovador. La tecnología ha hecho que los efectos sean mejores y que las tomas se hagan cada vez desde sitios más complicados, que las cámaras lleguen a grandes alturas y que las criaturas de fantasía se vean cada vez más reales. Sin embargo esa parte conceptual, filosófica, reflexiva y de perspectiva se va perdiendo con el paso del tiempo.
Aún quedan miles de historias por contar, sorprendentes anécdotas, adaptaciones de novelas, cómics, animes, videojuegos y tantos otros medios con ideas que se podrían adaptar perfectamente al formato cinematográfico. Al cine le queda aún muchísimo por ofrecer como para afrontar un estancamiento creativo y conceptual en estos momentos. Como consumidores, no podemos dejar que muera este grandioso arte tan pronto.
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