¿Cuál democracia?

Churchill decía: “Un político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones, no en las próximas elecciones.” Oportuno recordarlo.

Está de más detallar la profunda crisis que hoy vive Venezuela y los venezolanos; eso basta con salir a la calle y ver los rostros desesperanzados y desesperados de padres, ancianos, jóvenes; buscando la manera de resolver su vida y sus problemas.

Pero Venezuela no sólo vive una crisis económica, política o social, vive también la peor debacle institucional jamás vista en su historia, quizás; vive el peligro de perder lo más importante: La República, sí porque la democracia hace mucho que se perdió.

El pasado año 2016, fue clara muestra de la inexistencia de la democracia. Utilizar al Tribunal Supremo de Justicia como bufete para desconocer e ilegalizar a la Asamblea Nacional, controlar todos los poderes públicos desde Miraflores y enviar órdenes por cadena nacional, destruir la Institucionalidad y robarse dos procesos electorales; es suficiente para darse cuenta. No hay democracia.

El Consejo Nacional Electoral, quién en diversas ocasiones ha quedado en evidencia  su gran afinidad con el régimen de Nicolás Maduro, ha abierto el proceso para la “validación y legitimación” de los Partidos Políticos, por supuesto con condiciones ilegales, ilegítimas e infrahumanas. No sorprendería  que los partidos del Polo Patriótico asistieran a dicho proceso mientras que los de la MUD se oponen.

Sin embargo, estamos en un país donde todo es posible; el primer partido en rechazar dicho proceso fue un Partido del oficialismo, mientras que el primero en declarar “que hay que validar para salvar la democracia” fue uno de oposición. La pregunta es ¿cuál democracia? Si creer que un partido es reconocido, y a su vez, la democracia existe, sólo porque un CNE controlado por el mismo Nicolás Maduro así lo decida, bajo sus condiciones, entonces hace tiempo ignoramos el significado, más allá de la etimología, de lo que es la democracia.

Tal parece que creen que la democracia se mide sólo en procesos electorales (que ya no existen en este país), por supuesto es errado, tan errado como querer convertir a los partidos políticos en máquinas de votos, cuando los principios republicanos, los valores ciudadanos y la ideología que los representan pasan a un segundo plano y casi sin la mera importancia.

Los partidos de oposición que han decidido asistir a este proceso de validación, temo que pueden haber caído en una de las tantas trampas de este régimen; y pocos querrán reconocerlo, así como no quieren reconocer que estamos en dictadura, por orgullosos y tercos. Ahora ya estamos en un Narco-Estado. Y entonces ¿en qué nos ayuda el hecho de validar unos partidos? ¿En darle a Nicolás Maduro la facilidad de escoger su oposición “perfecta”? ¿En lavarles la cara, así como se hizo con el diálogo? O probablemente sólo nos ayude a seguir dándoles tiempo y oxígeno a las mafias que hoy usurpan el poder. Más nada.

Venezuela, enfrenta su peor crisis institucional, estamos perdiendo la República, mientras nos entretenemos pensando en procesos meramente electorales. Aún así ¿validar salvará la democracia? ¿Cuál democracia?

Nos estamos volviendo a equivocar.

Estamos olvidando nuevamente a las próximas generaciones.

No condenemos a las próximas generaciones.

¡Hay que salvar la República!

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