La séptima trompeta

Imbuido, como todos ustedes, en la grave crisis que está costando tanto, especialmente en vidas y sufrimiento humano, me planteo una lectura teológica de nuestra realidad a la luz del Libro de El Apocalipsis y en tono profético. Desde un primer momento quiero aclarar que no pretendo transmitir una visión pesimista; al contrario, deseo expresar una firme convicción sobre una definición, una salida, en la que se rescate a nuestro país de la postración y depredación a la que ha sido sometido en el siglo XXI. Por eso es que me aparto del pre-concepto del Dios del miedo que se imputa al Libro Sagrado y transmito un sentido distinto al del misterio que lo acompaña.

Por supuesto, mencionar los términos Apocalipsis y Profecía puede reflejar una intención radicalmente distinta. Pero superemos ideas preconcebidas. Fíjense ustedes que el objetivo del Libro de Juan es transmitir esperanza al pueblo cristiano en tiempos de persecución y crisis; lo que parte de un testimonio basado en el seguimiento y fidelidad al mensaje del Maestro. Bajo un género literario poco común en estos tiempos, se plantea la antinomia del mal con la obra de Dios, aunada a la necesidad de permanencia de los actos del justo. Aunque la desesperación lleve a la angustia existencial o al radicalismo frente al mal.

En el momento en que fue escrito, el Imperio aparentemente triunfaba en su afán de extirpar la nueva fe e imponer el culto al monarca. Frente a esta trágica realidad, con un lenguaje pleno de simbolismos, se plantea una visión integral del poder al servicio del ser humano. Esto fue verdaderamente revolucionario, como en general todo el discurso cristiano. Surge del texto que la paciencia ante lo injusto no debe transformarse en evasión sino que debe transmutarse en firmeza creadora, al unir la tribulación con la resistencia. No se puede dejar pasar la historia sin formar parte de ella. Ni Juan, en su contexto, ni nosotros, podemos angustiarnos, caer en la depresión, tenemos que blindarnos en nuestra esperanza. Por eso el mensaje central implícito es NO TEMAS.

Confieso que cursé estudios superiores en Teología y llegué a hacer una maestría de Teología Fundamental sin siquiera leer el Libro del Apocalipsis. Solo ahora, con el apoyo de mi maestro de siempre, es que he podido comprender su contenido y, lo más importante, la aplicabilidad en estos tiempos. La sociedad venezolana está avanzando en la lucha contra el mal porque paulatinamente se ha deslastrado del miedo. Está convirtiendo su pasividad en resistencia creadora. Ha comprendido que debe actuar contra las estructuras de poder que pretenden ahogar el alma de una comunidad con un materialismo salvaje, depredador, conveniente a mafias civiles y logias militares.

Es interesante advertir que el Apocalipsis comienza con unas cartas a las “Siete Iglesias” en las que se señalan sus virtudes pero, al tiempo, se recrimina el comportamiento de los fieles. De todas las cartas me llama la atención la dirigida a la Iglesia de Laodicea por reflejar con mayor acercamiento nuestra situación. En ella se les acusa: “Conozco tus obras, no eres ni frío ni caliente, ojala fueras frío o caliente”. Habla de una jerarquía que se cree que lo hace bien: “Dices que eres rico, que tienes abundancia y no te falta nada; y no te das cuenta que eres desgraciado, miserable y pobre, ciego y desnudo”. Y pensé en esta frase cuando oí la burla contra un joven desnudo que demostró más dignidad y coraje que todas las fuerzas represivas a las que enfrentó con una Biblia en la mano.

Esto en contraste con la comunidad de Esmirna a la que le transmite el mensaje del ángel: “Conozco tú aflicción y tú pobreza, pero eres rica; sé que te injurian (…) No te asustes por lo que has de padecer, porque el Diablo va a meter en la cárcel a algunos de ustedes y sufrirán durante diez días. Se fiel hasta la muerte, y te daré la corona de la vida. El que tenga oídos escuche…” Aquí pienso en la terrible represión desatada por un régimen perverso dirigido por quien, en mala hora, ha usurpado el poder y la soberanía de Venezuela. El dictadorzuelo, apoyado en la tiranía judicial y en los contingentes armados que lo respaldan, cree que la intimidación y el terror frenaran este impulso libertario. Pero tarde se percatara que mientras más violencia desate más fluirá la flama libertaria de quienes saben que llegó la hora.

El Apocalipsis deja una tremenda enseñanza, “no se puede tolerar la maldad”; y se afirma: “…has sometido a prueba a los que se dicen apóstoles sin serlo y has comprobado que son falsos”. Pero lo que me parece más interesante es que se acepta la presencia del mal en la historia trasluciendo que el cristiano no debe convertirse en el mal que combate al usar sus mismas armas. Y esto lo sugiere Juan, un cristiano radical que se encuentra sufriendo el exilio en una isla en condiciones miserables por confesar a Cristo. Lo que traduzco, en este tiempo, como la necesidad de abandonar las prácticas políticas y sociales que nos llevaron a esta debacle; a escoger bien a los líderes no sea que terminen siendo, como lo han sido algunos, falsos profetas que nos llevan a dialogar con el demonio; y a asumir que no caminamos solos en esta lucha.

Existe un contraste entre el mensaje y la diaria realidad que todos vivimos. Eso nos lleva, en general, a una lectura pesimista en nuestro quehacer. Por eso la lógica de Dios no parece ser la lógica de la humanidad y nos separamos paulatinamente de esa plenitud que se nos propuso y se simplifica en el seguimiento a Cristo. Nuestros jinetes siguen allí, demasiado evidentes, la violencia, el materialismo, el narcotráfico, la corrupción, la opresión del poder, solo para ejemplificar. Pero así como existen señales evidentes del mal podemos constatar actos de coraje, paciencia ante las pruebas y dificultades de la vida, compasión por los débiles, moderación en el uso de los bienes materiales, actitud responsable ante el ambiente, sacrificio por el bien común y la practica fraterna. Muchas de esas señales se han visto y se siguen viendo en estos últimos días. Tenemos la convicción, la fe y la Justicia de nuestro lado. El mundo nos está viendo. Sonó la Séptima Trompeta.

 

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