Venezolanos que viven en Narnia

Conversaba con mi amiga y colega, le preguntaba si mi percepción sobre ella era cierta porque tenía días sintiéndola molesta y me contestó que sí, que estaba muy molesta e indignada porque mientras el país se nos cae a pedazos, solo parte de la población pareciera dispuesta a luchar por él y rescatarlo, jóvenes que ni siquiera conocieron la verdadera democracia son los que ponen su juventud y su coraje al frente de la lucha.

Se convocan acciones y vemos la mayoría de las empresas abiertas lo que obliga a las personas a acudir a sus puestos de trabajo por miedo a perder lo que es su fuente de ingresos que si bien de seguro lo que les permite es sobrevivir de manera bien austera, el no tenerlo sería dejar de comer totalmente o unirse a los que hurgan en la basura y me pregunto, ¿qué pasa con los empresarios? ¿Qué necesitan para reaccionar?

Pero, lo que si confieso me da mucho coraje, son los venezolanos que no solo parecieran vivir en Narnia sino que se vanaglorian de ello, están en una realidad paralela y suben a las redes sociales selfies tirando besos, posando, en la playa, en reuniones, comiendo, felices, lo que me lleva a recordar dos frases de Ghandi:

“Más que los actos de los malos, me horroriza la indiferencia de los buenos.”

“Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”.

Me pregunto  ¿qué les sucede? Porque definitivamente es imposible que la situación dada su gravedad no les toque de alguna manera,  y su indiferencia duele.

Este tipo de venezolanos no solamente no asumen una posición activa en la defensa de su país sino que evitan entrar en conversaciones referidas a lo que sucede alegando que no son políticos, ¿políticos? Es que acaso reclamar lo que por derecho nos corresponde ¿es ser político?

Dime por favor, ¿te parece normal y digno de tu indiferencia?

  • ¿Escuchar los reiterados “no hay” en las farmacias y que personas mueran porque no consiguen los insumos médicos que podrían salvarles la vida?
  • ¿Pasar o ver a la gente pasar horas de cola para comprar dos productos a precio regulado?
  • ¿Ser agredidos brutalmente e incluso ser asesinados por ejercer el legítimo derecho a la protesta?
  • ¿Andar con miedo cuando sales a la calle por la alta probabilidad de ser víctimas del hampa?
  • ¿Ver como los gobernantes se han enriquecido y continúan haciéndolo en forma descarada mientras se desangra un país y su gente?
  • ¿Que Venezuela sea ya reconocido ante el mundo como un país traficante de drogas?
  • ¿Ver personas de todas las edades morir por desnutrición?
  • ¿Aceptar un gobierno que ha incitado el odio y la división entre los venezolanos?
  • ¿Permitir que la dictadura sea el modo de vida en esta tierra bendita?
  • ¿Vivir en niveles de inflación tan elevados que por mucho que te esfuerces tus ingresos no pueden compensar tus egresos?
  • ¿Aceptar que lo único que te queda es medio sobrevivir porque no te alcanza para más nada?

A estos venezolanos y empresarios de Narnia vaya mi exhortación a dar apertura a su entendimiento no solo de la gravedad de la situación, sino a la responsabilidad que tenemos TODOS en el restablecimiento de nuestros derechos humanos, de la democracia, y la salvación del país y, no con esto les pido que se pongan al frente de las fuerzas represoras del régimen, sino que se involucren de pensamiento, emoción y acción, en la medida de sus posibilidades, cada quien a su manera pero, ¿indiferencia? Jamás.

Pienso además que la llave que necesitamos para ir a la salida e invitar a los venezolanos y empresarios  que habitan en Narnia es la activación del artículo 350:

El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.

Llegó la hora de ubicarnos, de tomar conciencia, de ser firmes y contundentes con lo que deseamos y merecemos, Venezuela nos necesita y el tiempo es ahora, no hay tiempo que perder.

Liliana Castiglione
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