Lo que ocurrió el domingo es tan importante, que aún no podemos digerirlo
Editorial #366 – No se equivoquen

Millones de venezolanos expresaron el domingo de manera contundente su mandato: esto tiene que cambiar. Lo hicieron a lo largo y ancho del país pero también alrededor del mundo, incluso en lugares inimaginables, como Tanzania, Omán o Bahréin.

¿Cuál es el significado de este evento? Uno tan grande que aún ni siquiera podemos digerirlo en su totalidad. Los ciudadanos participaron en el acto de desobediencia civil más grande la historia y cambiaron el rumbo de nuestro destino. Ratificaron su profunda convicción democrática y a su vez la plena conciencia sobre lo que hoy enfrentan, y respondieron una vez más al llamado de su dirigencia en paz y masivamente.

No faltaron quienes crearon en las horas previas falsas expectativas sobre la participación en un evento de este tipo. Algún dirigente opositor y uno que otro encuestador confundido dijeron que la participación podía ser hasta de 11 millones de personas. Algo imposible de lograr si uno analiza las condiciones más básicas de un evento como éste: i) se convocó con solo 14 días de anticipación, ii) se enfrentó la más absoluta censura de los medios de comunicación, iii) se tuvo que enfrentar los obstáculos de los órganos oficiales; iv) casi no se disponía de recursos; y v) el número de mesas habilitadas para votar era solo 15.000, el 30% de las 45.000 con las que se cuentan en una votación tradicional.

A pesar de eso, se logró la participación de más de siete millones y medio de venezolanos, con el apoyo de más de 100.000 voluntarios en 2600 puntos, en 88 países alrededor del mundo y en los barrios más populares de Venezuela, alguna vez trinchera indiscutible del chavismo. La palabra la tiene ahora la dirigencia opositora y, sobre todo, la Asamblea Nacional, que nuevamente recibe un mandato inequívoco y urgente, que esta vez no puede ignorar.

La AN debe, a la mayor brevedad posible, nombrar nuevos rectores del Consejo Nacional Electoral, nuevos magistrados para el Tribunal Supremo de Justicia y encabezar un proceso de cambio y reconstrucción que el país demanda a gritos. Solo así, responderá adecuadamente a millones de venezolanos que una vez más demostraron que están a la altura de los graves dificultades que el destino puso en su camino.

Mientras tanto, esos mismos ciudadanos siguen jugando hoy el rol más importante de todos: seguir ahí. Exigiendo, con firmeza, que sus representantes cumplan con lo prometido.

Repitiendo, como una orden y no como una súplica: “no se equivoquen”.

Miguel Velarde
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