Dignidad humana, ética y desarrollo integral

En el debate sobre el problema del subdesarrollo, y de la crisis política, económica y social que vive Venezuela, parece haber consenso que la causa primordial es de índole moral. La pobreza, la corrupción, la delincuencia, la pérdida de libertades y un largo etcétera de calamidades, que nos tienen hundidos en el subdesarrollo -a muchos en la miseria, a otros humillados en estado de servidumbre por tener que (sobre)vivir a expensas del Estado-, se deben principalmente a la falta de ética de muchos de nuestros (pseudo)políticos y (pseudo)empresarios de ahora y del pasado; ya sea por su falta de preparación para asumir las altas responsabilidades que debían cumplir, por su deshonestidad, por su egoísmo, la malversación de fondos y demás faltas éticas que han devenido en grandes y mal habidas fortunas o en la ingente pérdida de recursos para la nación; con lo cual han hipotecado el bienestar de la mayoría de los ciudadanos, desmejorando su calidad de vida a niveles críticos, atentando a su dignidad como persona.

Por cierto, es crítico incluir en este debate el último punto: la dignidad humana, porque implica un cambio importante en el enfoque del problema del subdesarrollo y de ahí en la búsqueda de soluciones al mismo. Primero que nada, nos obliga a tener presente en todo momento, que tras las críticas cifras e indicadores sociales, está el rostro de una persona, de un ser humano indigente y marginado, con sus penas y alegrías, con sus frustraciones, con su angustia y con toda su esperanza puesta en un futuro mejor. Una persona que no puede esperar más para salir de esta terrible situación que atenta a su dignidad.

En segundo lugar, nos obliga a preguntarnos: ¿Qué entendemos cuando se habla del ser humano, del hombre? ¿A qué debe su dignidad? En este sentido, para auxiliarnos, podemos considerar lo que nos dice F.J. Sheed: “debemos comprender que el hombre, el ser humano, es algo extraordinario, fundamentando esta verdad en dos hechos; primero, es a la vez espíritu y materia; segundo, es una persona individual y un ser social”, con lo que apunta a las cuatro dimensiones que lo constituyen y que debemos considerar cuando pensemos en el desarrollo del hombre como un todo.

Para completar esta definición, debemos tener presente que lo distintivo del ser humano, al compararlo con otros tipos de seres como los animales o las plantas, es su inteligencia y su voluntad. El ser humano conoce -y reconoce- objetos con su inteligencia y los apetece -o rechaza- con su voluntad. Estas dos facultades humanas son el fundamento de su libre albedrío, de su libertad, en la que radica su dignidad como persona y lo hacen único e irrepetible.

Aclarados estos conceptos y analizando el problema desde esta nueva perspectiva, nos damos cuenta que tenemos planteado como sociedad un formidable desafío moral: la elaboración y la puesta en marcha de planes de acción que liberen a millones de venezolanos de la situación de servidumbre, de opresión económica, política y social que viven en la actualidad. Sin duda una tarea urgente, apremiante.

Este desafío nos plantea como sociedad un dilema fundamental: definir el rol del Estado y de la empresa privada, por lo que conviene recordar un principio clave, el principio de subsidiaridad del Estado; de acuerdo al cual, este no debe sustituir la iniciativa y responsabilidad que los individuos y diferentes grupos sociales menores son capaces de asumir en sus respectivos campos; por el contrario, debe favorecer activamente esos ámbitos de libertad y velar por su adecuada inserción en el bien común. El desafío de la miseria en Venezuela es de tal magnitud, que para superarlo hay que recurrir a fondo al dinamismo y la creatividad de la empresa privada, a toda su potencial eficacia, a su capacidad de asignación eficiente de los recursos y a la plenitud de sus energías renovadoras. El gobierno por su parte, no puede abdicar a su deber, dentro del proceso económico y social, de garantizar el respeto al Estado de Derecho y las instituciones, y a su capacidad para sanear ciertas deficiencias características de las economías en desarrollo, en aras al bien común de la sociedad como un todo.

Por otro lado, debemos tener presente que el Estado y la empresa privada están constituidos por personas, punto en el que radica la dimensión ética y personal de los agentes económicos, por lo que el desarrollo integral del ser humano, del hombre como un todo, interpela la búsqueda de soluciones fundamentadas en la justicia y la libertad; razón por la que el tema del desarrollo no debe agotarse en lo económico o en el dilema de sustituir la mano invisible del proceso de mercado por la mano visible del gobierno, sino que debe ir más allá.

Para afrontar el desafío moral planteado, debemos entender que nuestra mente y nuestro corazón deben estar orientados al bien. Y en ese sentido, debemos evitar ver la ética como un conjunto de principios rectores que nos dicen lo que no se debe hacer. Por lo contrario, el actuar ético debe entenderse como el fin de la propia realización personal y contribuir al desarrollo de los demás. No se debe limitar a evitar daños o inconvenientes, sino a coadyuvar a la excelencia humana en general.

Solo actuando éticamente podremos ser solidarios y procurar las soluciones técnicas que verdaderamente nos ayuden a recuperar el rumbo perdido, y encaminarnos al desarrollo integral de todo el hombre y todos los hombres al que estamos obligados moralmente. Aceptemos el desafío, nuestros hermanos venezolanos lo demandan, Dios y la patria nos lo premiarán.

Hugo Bravo
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