Una descarada burla

Consabido, Maduro Moros concurrió a la tal constituyente, un remedo de la institucionalidad definitivamente perdida, para el anuncio de las medidas económicas que, al repetirlas con obstinación, agravarán aún más la ya peor situación del país.  Cualquiera puede escuchar al venezolano común que, por cierto, somos todos los que lo padecemos, rechazar los controles que nos sumergieron en  las profundidades de una crisis tan inútil como innecesaria, no sin acentuar los poderes del corrompido controlador.

Faltando poco, mientras Choroní sufre un dramático deslave y prosperan las inundaciones en el resto del país que soporta estoicamente las lluvias, la dictadura dona millones de dólares constantes y sonantes a una localidad estadounidense recientemente anegada y a otras del Caribe estremecido por los huracanes. Los recursos que niega al país que lo soporta,  los concede prontamente a otros que, por lo menos, no sufren  la crisis humanitaria que largamente nos aqueja.

Ha sido una constante la esplendidez de este gobierno, el mismo de todo el siglo, con otros países, incluso, para el chantaje inmediato, como uno de los objetivos reales de su política exterior. La construcción y el fracaso de sendos mecanismos dizque integradores en la región, añadidos subsidios como el que goza Telesur, ha dependido de los generosos aportes realizados con dinero – es necesario subrayarlo –  ajeno: el nuestro.

Hoy, la conducta asumida por el ocupante de Miraflores, es en algo semejante a la que históricamente ha caracterizado a los países del socialismo real. Antes, en el contexto de la guerra fría, las donaciones que hacían buscaban minar el prestigio interno de los gobiernos que los rivalizaban, aunque muy después, colapsado el modelo, fue evidente el gigantesco costo social y económico, incluyendo el hambre, que significaba parapetear un misil con ojiva nuclear.

Ergo, evidentemente hoy descontextualizadas las donaciones, presenciamos un presunto modelo de negocios que acarrea la erogación y la propia tramitación de los dólares regalados, pasándole la factura a los venezolanos que sabe muy  bien que lo rechazan y lo protestan. A la brutal simplicidad de esta reacción  que una vez se le escapó públicamente (… de haber sabido que no lo votarían, no hubiese construido los edificios),  se une la más descarada burla al reincidir deliberadamente en las medidas que nos hambrean y al divulgar con desenfado sus donaciones.

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