Era mejor negar la realidad que tener que enfrentarla
Editorial #383 – Una novela llamada “Vergüenza”

Resulta difícil creer que sigamos dando vueltas sobre lo mismo. Incluso para los que son parte de lo que el asesor político ecuatoriano Jaime Durán Barba califica como el “círculo rojo” -las élites políticas, intelectuales o económicas de una sociedad- es incomprensible que dos décadas después hayamos aprendido tan poco.

Quienes luchamos desde hace años por una Venezuela libre y democrática tardamos mucho en hacer el diagnóstico correcto de lo que enfrentamos. Esa negación –seguramente una natural reacción humana- se evidenció durante años en la frase “no vale, no creo”, que surgía cada vez que se advertía lo que iba a ocurrir. Era mejor negar la realidad que tener que enfrentarla.

Casi veinte años después vivimos hoy las consecuencias de esa negación. Y, con todo lo terrible que esto es, increíblemente no es lo peor de esta historia. A pesar del sufrimiento y del costo que esta tragedia ha significado para millones de venezolanos, todavía hay quienes parecen no entender la gravedad de lo que ocurre

Entre ellos, incluso dirigentes políticos que tienen la responsabilidad de ser la voz de los ciudadanos a los que representan, que actúan de manera opuesta, movidos solo por intereses individuales o de sus partidos, dando la espalda a quienes les proveyeron un mandato claro al hacerlos, por ejemplo, diputados.

Vimos una muestra de esto la semana pasada, cuando incluso después de varios recientes fracasos -como el error de haber participado en unas elecciones regionales sin condiciones y sin la capacidad de demostrar el fraude, dándole con eso oxígeno y legitimando al gobierno- aparecen los mismos voceros de siempre anunciando que “la oposición está lista para un nuevo diálogo”.

No es primera vez que una gestión como ésta termina favoreciendo y fortalecido al oficialismo. Ocurrió en 2014, cuando en medio de las protestas ciudadanas un grupo de dirigentes de oposición se sentó en Miraflores; ocurrió en 2016 cuando cientos de miles exigían en la calle el referendo revocatorio acompañados de una creciente presión de la comunidad internacional y un grupo similar asistió un domingo en lo que célebremente llamaron “pre-diálogo”; y ahora, en 2017, lo intentan hacer una vez más.

No se equivoquen: para que cualquier proceso de negociación sea exitoso requiere tres condiciones básicas: i) representantes confiables; ii) mediadores imparciales; y iii) agenda transparente. Ninguna de éstas se cumplió en el pasado, ni se cumple hoy.

Mientras la mayoría de los ciudadanos sobrevive como puede a la peor crisis que el país haya atravesado en su historia, un pequeño grupo de dirigentes políticos buscan la manera de sacarle provecho a la crítica situación en lugar de luchar por superarla.

No es algo nuevo, lo vimos antes. Es solo un capítulo más de una larga novela llamada “Vergüenza”.

Miguel Velarde
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