Liga de la Justicia: en búsqueda del ideario perdido
Terrorista: “No puedo creerlo. ¿Qué eres?”
Mujer Maravilla: “Una creyente”
Alfred: “Ya no reconozco este mundo…”
Bruce Wayne: “No tenemos que reconocerlo. Sólo tenemos que salvarlo”
“Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo del mar libre y ancho.”
Antoine de Saint Exupéry
Con frecuencia resulta interesante en la vida establecer algunas analogías, metáforas y conjeturas sobre hechos o situaciones que, no siendo su propósito al tiempo de ocurrir, nos devienen en lecciones o enseñanzas no sólo ventajosas para enfrentar el incierto mañana sino resolutivas de nuestro propio camino, al formar parte del caudal de conocimiento, información y vivencias acumuladas que solemos llamar experiencia. Ya lo expresó Steve Jobs en cierta ocasión, con sencillez y maestría, durante su recordado discurso en la Universidad de Stanford, EEUU, al argumentar que “no se pueden conectar los puntos –de la vida- viendo hacia adelante; sólo puedes conectarlos mirando hacia atrás. De modo que tienes que confiar en que los puntos de alguna forma se conecten en el futuro. Tienes que confiar en algo –tu instinto, destino, vida, karma-, lo que sea. Este enfoque nunca me ha fallado, y ha hecho toda la diferencia en mi vida”. Quizá pocas perspectivas y enfoques sobre la conexión causal de las decisiones y acciones humanas, sobre todo en marcos de crisis existencial, permitan ilustrar de mejor forma lo que, con sus sumas y sus restas, plantea la última película del universo cinematográfico Detective Cómics (DC), nada más y nada menos que la Liga de la Justicia.
La gran comunión de varios de los más grandes superhéroes clásicos gestados en siglo XX, como Batman, la Mujer Maravilla, Superman, Flash, entre otros, finalmente llegó al celuloide y con ello al gran público, en una era donde la vanguardia narrativa reposa en la competencia, los Estudios Marvel, primacía en general obtenida a pulso a través de historias bien contadas –sobre todos las películas monográficas introductorias y alguna excepción más contemporánea como Doctor Strange-, personajes empáticos y grandes dosis de entretenimiento, éste último rasgo intrínseco del mencionado Estudio propiedad de la casa del ratón Mickey. De allí el doble reto de la casa DC, producir una primera puesta en escena grupal, creíble y original de sus héroes que lograra una aceptable respuesta de los críticos, aficionados y espectadores en general, y por el otro, hacerlo sin adoptar la fórmula Marvel, más conservadora, agradable a fines comerciales y con los espacios de tiempo necesarios para presentar a todas sus figuras individualmente antes de juntarlas en una misma cinta.
En este sentido, los resultados hasta ahora cosechados por la Liga de la Justicia parecen no alcanzar todas las expectativas en las mencionadas categorías; sin embargo, ello está lejos de significar que el metraje dirigido por Zack Snyder y finalizado por Josh Whedon –quizá justamente esta una de sus señaladas debilidades, al tener la visión de dos realizadores- sea de manera alguna laxo, falto de sustancia o reprobable, en sus distintas aristas y arcos argumentativos. A juicio de quien escribe, el filme ciertamente presenta algunas inconsistencias de guión, progresa de una forma muy dinámica en su trama sencilla y lineal –la invasión a la tierra de un ser intergaláctico del planeta Apokolips llamado Steppenwolf, cuyo propósito es reunir las cajas madre para formar ‘la unidad’ (la fusión de estas tres piezas de poder) y recrear en la tierra un mundo similar al de su origen, gobernándolo en nombre del déspota Darkseid- y no logra definir su auténtica identidad al combinar tonos e ideas por momentos contrapuestas entre sí, a diferencia de películas como Batman v Superman de Snyder y Los Vengadores: La Era de Ultrón de Whedon, que si las observamos con detenimiento, evidenciarán la impronta y estilo, disonantes entre sí, de sus progenitores.
No obstante de estas consideraciones, Liga de la Justicia aborda cuestiones trascendentales para quien se encuentre interesado en escucharlas, observarlas y analizarlas más allá de los tropiezos técnicos, artísticos, de efectos especiales y las eventuales transiciones repentinas entre seriedad y diversión -ésta última siempre bienvenida, cómo no, en las grandes salas de proyección cinematográfica-, pues como dijera el gran escritor Antoine de Saint Exupéry, “lo esencial es invisible a los ojos”. Y vaya que lo está siendo, sobre todo, para muchos críticos, cuya labor por cierto condiciona, manipula y deforma, cada vez más, el criterio libre e independiente de los espectadores, convirtiéndose en un preocupantes monopolio más de nuestro mundo, muy similar por cierto al dominio de las encuestadoras y consultoras políticas, que piensan, por lo general, que las personas son meras estadísticas inanimadas o se mueven por pulsiones básicas primarias de mera subsistencia. Se podría decir que con muchos críticos de cine ocurre lo mismo que con los malos economistas. Como sostuviera Frédéric Bastiat, son capaces de prever los efectos visibles o a corto plazo, pero no piensan en aquellos en el mediano o largo que deben, con responsabilidad, ser previstos. Y en una era donde la palabra está siendo cada vez más sustituida por la imagen, el pensamiento por el entretenimiento trivial y los seres humanos por los números y las ecuaciones, las historias y películas basadas en cómics, entre otras pocas herramientas similares, se convierten en esa suerte de especie en extinción que sirve de plataforma para transferir reflexiones, valores e ideales a la sociedad, promoviendo ideas y construyendo el tejido moral y cívico de ésta.
De esta forma, los siempre válidos y necesarios cuestionamientos técnicos, argumentativos y artísticos de cintas como la Liga de la Justicia deberían ir siempre acompañados por una visión más amplia y sustanciosa de lo que estas historian se proponen como objetivo subsiguiente en las personas, que no es otro que representar nuestros más humanos dilemas, vicisitudes, miedos y tragedias para identificarlos, comprenderlos desde un lente distinto y coadyuvar en la construcción de posibles respuestas útiles frente a ellos, que servirán para forjar el carácter individual por medio de ideas, juicios, valoraciones y emociones necesarias a fin de lidiar con nuestras vulnerabilidades, enfrentarlas con pericia y disposición y no claudicar ante los muros de la desafiante existencia.
Dicho esto, conviene retomar el planteamiento inicial e introducirnos en aquellos ingredientes que confieren valor agregado a esta producción cinematográfica, mediante un intento de profundizar en la conexión causal referida no sólo entre las historias de vida de personajes como Bruce Wayne, Diana Prince, Barry Allen o Victor Stone y sus motivaciones para construir e integrar una poderosa alianza de defensa del planeta, sino que, como es la intención subliminal de estas líneas, desentrañar las enseñanzas que este equipo, a través de sus actos, individuales o grupales, nos dejan para la realidad, siguiendo lo expuesto por Jobs. Para ello, se han identificado tres grandes elementos que, de una u otra forma, toca la cinta de Snyder y Whedon: la importancia del liderazgo en los grupos humanos, el valor de las alianzas y la necesidad de redimensionar nuestra noción de la esperanza.
Existen tres cosas, entre otras, sin las cuales un hombre o una mujer libre y digno (a) no puede vivir: sin auto-liderazgo en sus ideales éticos políticos, civiles y espirituales –que no necesariamente religiosos-, sin la creencia de que la cooperación social, las asociaciones y las alianzas son y serán siempre mejores que su alternativa de intentar hacer todo por uno mismo depositando su fe en el egoísmo irracional –que no individualismo- y, finalmente, sin la comprensión de que la esperanza, valor muy proclamado en nuestro mundo, es un vehículo para alcanzar valores, instituciones y relaciones más tangibles y humanas, como por ejemplo la justicia, la verdad y la libertad.
Luego del encuentro entre Batman y un parademon explorador, que anticipa la llegada de una nueva amenaza a la Tierra, la película arranca con las implicaciones y consecuencias de un mundo sin Superman, posterior a los acontecimientos acaecidos en su antecesora cronológica, Batman v Superman, en donde éste último se sacrifica para vencer al temible Doomsday engendrado por Lex Luthor. Esto es, una orbe de luto, sin aspiraciones, desprovista de convicciones e ideales, depresiva y vulnerable frente al ascenso del terrorismo, el crimen organizado, el hampa común y la pobreza –una interesante puesta en escena y banda sonora dan compás a esta secuencia-, en búsqueda de luces para continuar adelante mientras contemplan el símbolo del superhéroe caído.
En este contexto lúgubre irrumpe la primera aparición de la Mujer Maravilla, truncando los planes homicidas de un grupo de fanáticos extremistas contra un edificio público en París, en el pasaje quizá más realista y mejor acabado de toda la cinta, sobre todo considerando la escalada terrorista actual en EEUU y algunos países europeos, lo que añade vigencia, contemporaneidad y cuantía a la intervención, aun cuando ficticia, de Diana Prince ante la principal sombra que hoy se yergue contra la civilización occidental, un llamado silente a la asunción de posturas firmes frente a los episodios de terror. Acá podría visualizarse una primera representación de los tres elementos identificados: el surgimiento de liderazgos alternativos, comprometidos, ante la desaparición o anulación temporal de otro –lo que demuestra que al final el mensaje no gira en torno individuos concretos que materialicen las acciones o proezas, sino a ideas y creencias que cualquiera pueda ejercer y salvaguardar-, el papel crucial del equipo para dar la cara en momentos de crisis, problemas o ausencias y la derivación de la esperanza en justicia, al menos observada desde un sentido metafórico, durante la presentación inicial de la Mujer Maravilla de pie sobre la estatua de Temis o Dama de la Justicia en la mitología griega –encarnación del orden divino, las leyes y las costumbres, al presente una invocación de la fuerza moral de los sistemas judiciales-.
En tanto prosigue la cinta nos percatamos rápidamente de los roles esenciales que desempeñarán Bruce Wayne y Diana Prince para hacer frente al peligro que se avecina, en memoria del caído hijo de Kriptón, lo cual permite ahondar en el asunto del liderazgo, y trazar sus equivalencias en nuestra cotidianidad. Sintiéndose corresponsable por la caída de Superman, Bruce se entiende y erige como el responsable principal que deberá unir y hacer funcionar a un grupo de metahumanos con distintos talentos, capacidades y también personalidades, enfrentando así su primer dilema inmerso en la tragedia que definió su vida: renunciar a la soledad y aislamiento del vigilante de ciudad gótica para ejercer una labor –pública, podría decirse- de guiar a otros ante un desafío de proporciones globales, como el arribo de Steppenwolf y sus parademonios. Y es mediante su inigualable inteligencia, su genio estratégico, sus amplios recursos y, por encima de todo, su formidable carácter que logra con éxito solventar diversas circunstancias a lo largo de la cinta con miembros de la Liga como Arthur Curry –Aquaman- y el mismo Barry Allen. Con éste último, por cierto, hay una escena que demuestra bien lo acá expresado, durante el primer encuentro de la Liga con el invasor y su ejército en los túneles de Ciudad Gótica:
Flash: “Yo nunca he estado en un campo de batalla. Sólo empujo a la gente y luego corro”
Batman: Salva a uno.
Flash: ¿Qué?
Batman: Salva a uno.
Flash: ¿Y luego?
Batman: Lo entenderás.
Veamos ahora el caso de Diana. Su historia monográfica, llevada al cine por la brillante Patty Jenkins en Wonder Woman, permitió precisar su postura ante el mundo del hombre, cien años después de abandonar por primera vez la Isla Paraíso para encaminarse junto a Steve Trevor a salvar vidas en la Primera Guerra Mundial. Así, encontramos a una mujer confinada a cierto ostracismo voluntario producto del dolor de la pérdida pero también de sus duras lecciones aprendidas sobre la especie humana, que la mantuvieron en general al margen del contacto con personas. Ahora bien, luego de comprender el mensaje de Hipólita y la llama alusiva a una invasión en los eventos de Liga de la Justicia, debe también enfrentarse a sí misma, sus temores y preocupaciones de acercarse a otros y confiar en ellos, para impulsar una alianza con Bruce Wayne y reunir al resto de metahumanos. Si Batman se convierte en el líder estratégico y cerebral de este equipo, la Mujer Maravilla asume el mando más espiritual de la alianza, generando confianza entre sus integrantes, cohesión, sinergia y exhibiendo una invariable determinación de líder para detener los planes de conquista de Steppenwolf. En su intercambio inicial con Cyborg, ella apuntaría:
Diana Prince: Hace años me alejé de la humanidad. Pero con el tiempo entendí que debía abrirme de nuevo. Te necesitamos Victor, y quizá tú también nos necesites a nosotros”
Bruce y Diana constituyen una dupla que transmite direccionalidad, estabilidad y fe al equipo, enfrentando no sólo las tragedias y dudas personales de Barry –con su padre, encarcelado injustamente por el supuesto asesinato de su madre-, Victor –que luego de un terrible accidente, en el cual pierde la vida su madre, queda afectado físicamente, y a fin de salvarle la vida, su padre decide usar una de las cajas madre y la tecnología kriptoniana para reconstruir su cuerpo bio-mecánico convirtiéndolo en un androide- y, finalmente, de Arthur –abandonado por su madre, la reina de Atlantis, cuando era niño, lo que lo convierte en un errante de los mares sin propósito claro alguno-, sino manejando sus propias debilidades, vacilaciones y diferencias de criterio en un contexto de crisis y de amenaza al planeta –vale recordar, por ejemplo, su desencuentro en torno a la alternativa de revivir a Superman-, evocando así en gran medida las mayores virtudes del liderazgo y la valentía de reconocer ante el otro los fallos cometidos luego de la necesaria introspección.
En este orden de ideas, ¿cuáles deberían ser los atributos que caracterizan, a grandes rasgos, a un líder? Lo primero podría ser que le da a la gente algo en qué creer por sí mismos, en sus talentos y capacidades. Saben que los conocimientos y destrezas acumuladas del conjunto son superiores en comparación al know how o saber de un solo individuo. Los líderes son aquellas personas que suelen hablar luego de haber actuado, dando siempre el primer paso hacia lo desconocido, con lucidez y coraje, asumiendo riesgos que otros no asumirían. En resumen, el liderazgo podría entenderse como un viaje para impulsar el ascenso de otros, crecer, creer, inspirarse y auto-liderarse dentro de un proceso de educación constante para quien lo practica, pues también el líder debe estar dispuesto a seguir y escuchar a otros, a delegar en otros, a confiar en otros, creando un tejido orgánico virtuoso. En Batman y la Mujer Maravilla convergen varias de estas cualidades a lo largo de la cinta, así como también se hallaron en grandes nombres de la historia como Abraham Lincoln, Margareth Thatcher, Henry Kissinger y Anna Politkóvskaya, por mencionar algunos, personas que con sus más y sus menos, sus aciertos y equivocaciones, sus fortalezas y debilidades, lograron dejar huella en su tiempo y espacio, siendo ejemplo para otros en no pocos sentidos y viviendo a través de muchas de las acciones que sus allegados realizaron consecuentemente. Así, estos condimentos, que no son objetivo central de Liga de la Justicia, nos permiten identificarnos con los personajes y auto-examinar los referentes que seguimos en nuestra vida diaria, a nivel político, económico, social, religioso, cultural e intelectual, su coherencia e ideales, empezando por nosotros mismos.
En íntima relación con lo anterior surge el propósito de la segunda cuestión a analizar, el valor de las alianzas y los equipos. Como se mencionó previamente, un líder comprende que nada es más beneficioso para alcanzar objetivos comunes y de interés recíproco que conformar asociaciones siguiendo el principio de cooperación social. En la película, esto se manifiesta desde el momento que Bruce Wayne interpreta que, sin Superman, el planeta está expuesto a una invasión espacial, luego de sus visiones y alertas en la trama de Batman v Superman. Por ende, entendiéndose excedido ante la ingente amenaza, elige informar y reclutar a otros individuos con el objeto de incrementar tanto sus posibilidades de resistencia y defensa como incluso de expulsión del conquistador. También lo asume así Diana al hacer lectura de la alerta enviada por su madre Hipólita y a pesar de sus grandes poderes, prefiriendo la opción del grupo antes que la acción independiente. Inclusive el renegado Aquaman, viendo cómo Steppenwolf logró hacerse con la caja madre resguardada en Atlantis, opta por dejar de lado sus costumbres de actuar en solitario, al margen de la civilización, para integrarse a la Liga luego del primer intercambio con Batman en aquella aldea nórdica. Tan disímiles entre sí como agradables al público, estos cinco superhéroes reconocen durante el progreso de la historia que sólo su coalición puede obstaculizar las ambiciones del dictador cósmico, representación que alcanza su clímax en dos momentos medulares: en primer lugar, cuando Batman decide actuar solo al momento de la confrontación final, para destruir una suerte de torre de energía que sostenía un campo de fuerza alrededor de Steppenwolf, atrayendo deliberadamente a las hordas de parademonios y generando la apertura para el resto de la Liga aún a costa de su propia sobreexposición. Ante estas circunstancias, la Mujer Maravilla, que dirigía al equipo, decide prestar apoyo al vigilante de Gótica, solicitando a Flash, Cyborg y Aquaman que actúen para protegerlo, al tiempo que lo hace ella misma. En esta secuencia, se dejaría ver el siguiente diálogo:
Batman: “Esto no era parte del plan”
Alfred: “No, esto es el equipo”
También emana con especial claridad al momento que Superman reaparece para participar en la batalla final. La aparición del superhéroe de rojo y azul inyecta una importante dosis de moral a los integrantes de la Liga –sobre todo luego del tenso reencuentro entre ellos y la confusión del kriptoniano-, que traslada el temor y las dudas a la acera contraria. Esta clase de momentos, por simples y hasta insignificantes que parezcan, en realidad componen esas píldoras que aterrizan la ficción en la realidad, abriendo el compás para la inferencia y la conjetura. De ello puede desprenderse que, motivados por la búsqueda de su interés personal –en este caso, en torno a valores e ideales-, los ahora seis miembros de la Liga reconocen que su encuentro será siempre mejor y más efectivo que su labor individual separada, al igual que cualquiera de nosotros podría internalizarlo de igual forma a la hora de celebrar un contrato, constituir una asociación civil, una empresa, un negocio o un proyecto de beneficencia, uniéndonos con otros para acercarnos más a la satisfacción de nuestras metas personales y mancomunadas. Ahora bien, resulta interesante subrayar la noción que aglutina a estos grandes superhéroes, y con ello nos referimos a los ideales. En su obra ¿Qué es la Democracia?, el gran politólogo e intelectual italiano Giovanni Sartori, arguye en relación a aquéllos:
“A la pregunta ¿qué son los ideales?, se responde intuitivamente que nacen de la insatisfacción de lo real, que reaccionan a la realidad (…) un ideal puede ser definido como un estado deseable de cosas que nunca coincide con un estado de cosas existente. Y de la razón de su nacimiento, en su devenir, se recaba también su razón de ser, su función. Si los ideales nacen en relación con lo real, entonces su quehacer es contrastar y equilibrar lo real (…) La afirmación de que los ideales son realizables en parte, es conciliadora. Las democracias liberales son ‘criaturas reales’ producidas por ideales. En cambio, es menos conciliadora la afirmación de que los ideales nunca son realizables plenamente. Pero la aceptación de esta tesis depende de cuánto la forcemos. Si sólo se intenta decir, por definición, que un ideal siempre trasciende a lo real, entonces decimos la verdad por definición. Pero yo intento forzarla y decir más (…) los ideales son, en primer lugar, una fuerza de choque al asalto. Y chocan y asaltan mejor cuanto más exageran y son exagerados”.
Con esto parecen adquirir una nueva perspectiva dos instantes del metraje de DC Cómics: El primero es la obstinada elección de Bruce Wayne por revivir a Clark Kent, por todo lo que éste significa para la humanidad y para la propia alianza. De alguna forma, lo explicado por Sartori conecta en gran medida con la asunción de riesgos que el justiciero nocturno se plantea para ‘forzar’ su ideal, argumentando que el poder creativo de la caja madre en poder de Cyborg tiene alguna probabilidad de resucitar al en ese momento caído Kent. El segundo alude a la naturaleza propia de héroes como Superman o la Mujer Maravilla, que para muchos, hacen referencia a paradigmas de moralidad y virtud casi imposibles de alcanzar para los mortales de carne y hueso. Siguiendo a Sartori, nada más lejos de la realidad. Hoy sabemos que muchos seres humanos se dedican a salvar vidas diariamente a lo largo y ancho del globo, de distintas formas públicas y anónimas, y que esos simples actos de cumplimiento de su tarea, de apego a las leyes o del respeto y simpatía por la vida y todo el universo de lo ajeno, ejemplifican el acercamiento más relevante al ideal del bien encarnado en los mencionados héroes de los cómics, con tan sólo usar esa ‘fuerza de choque’ ante la impostura, la indiferencia, el relativismo, el nihilismo o la colaboración directa con el mal. A raíz de ello, como Batman y sus aliados, la consigna es seguir exagerando cada día más en nuestras expectativas propias, retroalimentando así nuestros ideales y propagándolos a otros que posiblemente les hallarán su propio sentido, como Barry, Victor y Arthur en este filme.
Por último, es necesario hacer referencia a los perniciosos usos de la esperanza como fin en sí misma, especialmente en los discursos políticos de la actualidad. El desarrollo de Liga de la Justicia tiene un par de comentarios en relación a este tema. El primero es de Lois Lane, intrépida periodista del Diario el Planeta en estado de desolación por la muerte del Clark. En algún pasaje intermedio de la cinta, en una conversación con Martha Kent, ella afirma que el periodismo “se trata de buscar la verdad”, es decir, la investigación de los hechos para esclarecerlos frente a la opacidad del Poder. Más adelante, un ya renacido Superman, al desafiar a Steppenwolf, señala: “Defiendo la verdad… pero también me gusta la justicia”. Estos dos diálogos sembraron en quien escribe una singular reflexión entre posibles valores vehículo que sirven para motorizar otros más palpables para la vida digna de un ser humano. En tanto la esperanza y la paz estarían en el primer grupo, la verdad, la justicia y la libertad estarían en el segundo. Veamos.
La esperanza, sin más, sin un sentido moral y jurídico ulterior, generalmente manipulada, deformada y acaso prostituida en los tiempos corrientes, se ha convertido en la herramienta perfecta de chantaje y/o estafa de autócratas, populistas, tiranos, burócratas y falsos líderes, en general prosaicos o carentes de visión política, imaginación y convicción sobre lo que se debe hacer en un momento dado -especialmente en contextos de crisis existencial-, permitiendo el surgimiento de lo que Hannah Arendt llamó La Banalidad del Mal, o Aldous Huxley representó de forma espléndida con el “soma” en su novela Un Mundo Feliz, esa droga reproducida a gran escala para nublar el juicio de los habitantes de la sociedad fordiana de Londres y hacerles creer que eran felices, creando con ello autómatas y siervos del sistema absolutista. Por este motivo, la esperanza, mal entendida, erróneamente ofrecida y sobreestimada en su finalidad, puede convertirse en un potente narcótico que aniquila el razonamiento y la creatividad de las personas, haciéndoles creer que, tarde o temprano, una determinada situación o problema ‘mejorará’, como si las soluciones a los complejos asuntos públicos cayeran del cielo, sin una firme acción humana individual y conjunta –como hemos discutido a lo largo de estas líneas- para contrarrestar y eventualmente conjurar las pretensiones arbitrarias de las muy reales fuerzas del mal, como lo son el terrorismo, el crimen organizado, las burocracias mundiales, los regímenes totalitarios y no pocos intelectuales de talla internacional.
En otras palabras, la S de Superman, que simboliza la esperanza en el lenguaje kriptoniano, obtiene una actualización interesante –al igual que el personaje- a nivel valorativo, luego de sus grandes conflictos en la antecesora Batman v Superman. Ahora habla de la verdad, de la justicia, y no pocas veces en las películas animadas o historietas, de la libertad –para muestra, ver Liga de la Justicia: Una Nueva Frontera-, lo que refuerza la necesidad de promover y materializar prácticas, costumbres e instituciones más cercanas a la dignidad humana y no tanto a la promesa humana y quienes se oculten detrás de ella.
Como se ha intentado mostrar, Liga de la Justicia, a pesar de sus probables fallas e inconsistencias cinematográficas, aporta luces en la dirección correcta para aquellas personas que gustan del valor agregado de la cultura, en este caso, de la cultura popular más allá del mero entretenimiento del mainstream que, como argumentan en sus libros autores como Neill Postman -Divertirse hasta Morir-, Giovanni Sartori -Homo Videns: La Sociedad Teledirigida- y Mario Vargas Llosa -La Civilización del Espectáculo-, continúa su preocupante avanzada bajo la aclamación masiva del público moderno. Por suerte siempre aspiraremos a que exista una Liga de la Justicia que nos infunda valor y templanza, un Flash cuya gracia e ímpetu nos llene, un Cyborg resolutivo que nos solvente problemas, un Aquaman cuya osadía nos contagie, una Mujer Maravilla sabia y valerosa que nos impulse a más, un Batman cuyo genio y temperamento nos permita luchar otro día y un Superman que nos recuerde que la virtud y el poder residen en los individuos. Pero mientras llegan, nos tenemos a nosotros y nuestra capacidad de unir los puntos.
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