La MUD sigue dispuesta a prestarse al engaño
Editorial #392 – Contradicciones

Si algo hemos aprendido en los últimos años en Venezuela es que siempre podemos estar peor. La situación que hoy vivimos era inimaginable hace algún tiempo. Hoy, nadie puede negar esta pesadilla.  

Con el paso del tiempo y el permanente deterioro de las condiciones, parece que finalmente somos conscientes de que esta tragedia no tiene límite y que, cada día que pase nuestra calidad de vida, desmejorará aceleradamente. Estamos en caída libre.

Muchos han optado por huir de la debacle. Según una encuesta realizada por Consultores 21 entre noviembre y diciembre de 2017, más de cuatro millones de venezolanos han emigrado en los últimos años. La mayoría de ellos escapando de la crisis económica y de la violencia que existe en el país.

Esta realidad preocupa a naciones vecinas como Colombia, Panamá, Brasil, Perú, Argentina, entre otros. A pesar de que, en general, los venezolanos han encontrado manos amigas en la mayoría de sus destinos, cada vez es más difícil para los países de la región recibir a la diáspora venezolana, no solamente porque este fenómeno está empezando a tener un impacto en su economía, sino también porque, especialmente en el último tiempo, son muchas más las personas que salen desesperadamente de Venezuela sin un plan y sin un centavo.

Existen otros que, por decisión o porque no tienen otra opción, aún permanecen en Venezuela, con mucha angustia, porque saben que la situación solo tiende a empeorar. Lo saben también los organismos multilaterales. En su última proyección, el Fondo Monetario Internacional prevé que Venezuela tendrá una caída del 15% del PIB y una inflación del 13.000% en 2018. Si se cumplen las previsiones de este organismo internacional, el país perderá un 50% del PIB desde 2013. Un colapso sin precedente.

Es difícil traducir el significado de estos números al día a día de los ciudadanos. Quizá la mejor manera sea describir a un país que se parece cada vez más a uno fantasma. Con calles desiertas, comercios cerrados, anaqueles vacíos y mucha gente comiendo de la basura. La mala noticia es que con todo lo dramático que es, esto apenas está comenzando.

Los países del mundo y, sobre todo los de la región, ven con atención lo que ocurre en Venezuela. No solo por solidaridad, sino también porque les preocupa cada vez más lo que nuestra crisis pueda significar dentro de sus fronteras.

Lo que más sorprende es que, incluso ahora que la comunidad internacional está más clara que nunca sobre lo que ocurre y comprende finalmente que no tenemos más tiempo que perder, un sector de la dirigencia opositora que se aglutina en la moribunda MUD sigue dispuesto a prestarse al engaño en sus diferentes formas, ya sea un diálogo que solo ha servido para darle tiempo y legitimidad al gobierno o unas elecciones que serán un fraude y cuyo resultado no será reconocido por el mundo.

Así estamos, en la peor crisis que hayamos conocido en nuestra historia, con el mundo atento y dispuesto a ayudar y con una oposición atrapada en sus contradicciones.

Miguel Velarde
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