Dos veces, Aristeguieta Gramcko

La sola detención de Enrique Aristeguieta Gramcko, nos coloca en una paradoja muy propia de los tiempos que vivimos. El único sobreviviente de la Junta Patriótica, quien todavía brega por la libertad y la democracia en Venezuela, delata la naturaleza íntima y real de un régimen que alguna vez quiso confiscar el 23 de Enero y su inevitable carga espiritual,  conformándose ya con la adinerada celebración de la intentona golpista de un tal 4 de febrero.

Una vez, la fracción parlamentaria 16 de Julio lo propuso como orador de orden de la sesión solemne de la Asamblea Nacional y, aunque no descalificamos en modo alguno el nombre de quien finalmente habló, parecía obvio y oportuno que Aristeguieta Gramcko enviase su mensaje desde tan importante tribuna al país, aunque de todos modos lo hizo desde el acto de apertura del ciclo sobre los 60 años del Pacto de Punto Fijo, en la misma fecha, realizado en la sede del Colegio de Ingenieros. Que discrepase del lineamiento político de la actual directiva parlamentaria, como ocurre en todo parlamento que se precie de tal, no era impedimento para saber del inmenso testimonio de lucha que depuso la dictadura de Pérez Jiménez de interés – sobre todo – para las nuevas generaciones.

Una segunda vez, como si fuese la suma de todos los riegos y peligros para el régimen, en horas de la madrugada, fue secuestrado y trasladado a la sede del SEBIN en El Helicoide. Octogenario, nos comentó un familiar cercano en el sitio, asumió su aprehensión con absoluta serenidad y firmeza, ilustrando muy bien de lo que son capaces los servicios policiales de la actual dictadura, mientras que Miraflores abunda en un llamado orwelliano a la paz y al amor.

Inevitable su liberación, no impidió el secuestro de otros venezolanos. Por cierto, situación real, la de un país hundido en una crisis humanitaria e, incluso, cercano a una desintegración que luchamos por evitar, que no se compadece con el reciente discurso radiotelevisivo de Vladimir Padrino, cuya versión de una idílica democracia y de una población harta y feliz, no sirvió para responderle al alto funcionario estadounidense de sus tormentos.

Una y otra vez, Aristeguieta Gramcko, de un modo u otro, se vive a diario en cualesquiera lugares del país que lucha por sobrevivir. Una y otra vez, Aristeguieta Gramcko, de un modo u otro, habla del triunfo final de la  libertad y de la democracia, como ocurrió en 1958.

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