A lo único que jamás debemos renunciar es a Venezuela
Editorial #406 – Recuerdos del futuro

Los tiempos que atravesamos en Venezuela son los peores que hayamos conocido. No solo porque existe crisis por donde se vea, sino principalmente porque hay un nivel de desesperanza y desmoralización nunca antes visto.

Son varios los aspectos de esta realidad que le ha tocado vivir a nuestra generación los que alimentan estos sentimientos. Es inevitable no sentir un vacío en el estómago cuando uno ve familias enteras comiendo de la basura, niños pequeños deambulando solos por las calles vacías de un país casi fantasma y ancianos arrastrando los pies mendigando ayuda para una medicina.

Comprar cualquier cosa se ha convertido en un acto de valentía. Preguntar el precio de algo tan básico como un café o una empanada es muchas veces un golpe en el pecho para millones de venezolanos que sobreviven con un salario mínimo de 2.550.000 bolívares -después del último aumento del 1ro de mayo-: 3,2 dólares en términos reales.

Pero incluso en momentos tan oscuros como el actual, es fundamental recordar que más importante que el tamaño del obstáculo que uno enfrenta, es el tamaño de la disposición a superarlo. Nadie niega que los problemas que tenemos en el país son inmensos. Tan lo son, que nunca antes en la historia republicana habíamos tenido que vivir una situación como la de hoy. Sin embargo, no es la primera vez que una nación enfrenta una crisis de la magnitud de la nuestra, ni tampoco será primera vez que la supere.

Se pueden hacer análisis y diagnósticos de sus causas, encontraremos en ellos muchas similitudes a las variables que han hecho de nuestra ecuación lo que es. Pero hoy tenemos la obligación de ir más allá de eso, de encontrar en experiencias pasadas los denominadores comunes que han permitido a otras naciones superar sus peores momentos.

Al hacerlo, encontramos fácilmente algunas características indispensables: coherencia, consistencia, resiliencia y valentía. Cualidades no solo necesarias en el liderazgo o las élites, sino en cada uno de los ciudadanos que de una u otra manera pueden aportar a mejorar las condiciones del entorno. Comenzando por las suyas.

En un momento inédito por sus dificultades, con tantos problemas por enfrentar, no podemos ser lo peores enemigos de nosotros mismos. Debemos vencer la desesperanza y el miedo, y, sin importar en la posición en la que cada uno de nosotros esté, seguir luchando.

Si algo debe tener claro cada venezolano, dentro y fuera del país, es que a lo único que jamás deben renunciar es a su país, a ese que quizá hoy no existe, pero todavía sueñan.

El gran reto que tenemos hoy es ese: recordar como imaginamos el futuro para Venezuela.

Miguel Velarde
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