El primer día de Libertad
En un libro titulado “Nuestras contiendas civiles” el Coronel Antonio Martínez Sánchez, afamado guerrillero y político venezolano, narra, entre varias historias, el episodio de la huida del General Ignacio Andrade, los días iniciales del Gobierno del General Cipriano Castro en Caracas y los preparativos de un nuevo alzamiento organizado por el famoso preso político José Manuel “El Mocho” Hernández, esta vez contra el nuevo dictador andino.
Relata Martínez Sánchez en sus crónicas que se encontraba prisionero en La Rotunda cuando el Capitán Fernando Crespo, guardia en la explanada de la prisión, lo saludó militarmente y le comunicó que el Presidente Andrade había abandonado la Casa Amarilla para dirigirse a La Guaira con el objetivo de abordar cualquier buque que lo llevara al exilio.
-No había duda, el Presidente Andrade trepaba el cerro rumbo a La Guaira para decirle adiós a Venezuela. Inmediatamente le transmití a mis compañeros la noticia del Capitán Crespo, información que hizo entrar a La Rotunda en el más grande alboroto.-
Al enterarse de la huida del General Andrade: -Los “rotunderos” comenzamos a recoger los “macundales”, por tener la creencia que de un momento a otro salíamos de la prisión, confirmando esta creencia el no haber recibido ración; pero llegó la noche y cada cual buscó su calabozo. Al día siguiente amanecimos hasta con el sombrero puesto esperando el momento de la libertad y a eso de las tres de la tarde nos sorprendió una visita: El General Víctor Rodríguez, Encargado de la Presidencia de la República, estaba dentro de La Rotunda departiendo amablemente para enterarnos de los acontecimientos y sus razones. El General Rodríguez nos exigió un poco de paciencia pues deberíamos pasar la noche en prisión. El General Cipriano Castro entraría esa tarde a Caracas y deseaba ser él quien diera la orden de libertad.-
Pasaron otra noche en el penal y a la mañana siguiente, a eso de las ocho, les informaron que en la Alcaidía se encontraban dos barberos disponibles para todos aquellos que quisieran afeitarse. Entonces percibió que afuera de las paredes de la cárcel se había prendido un zaperoco. -La calle debía estar plena de gente pues se oía una gran vociferación que excitaba más el deseo de salir cuanto antes para solucionar cada prisionero su situación.-
La noticia que todos esperaban llegó a las diez de la mañana, cuando se presentó el Alcaide a la reja y les dijo: -Señores, por orden del General Cipriano Castro quedan todos en libertad.- Se escucharon aplausos y vivas para el magnánimo líder de la Restauradora.
Al salir de la prisión una masa de seis mil personas se había congregado a las afueras de La Rotunda para ovacionar al “Mocho”. -Por largo rato estuvimos estacionados en el sitio donde nos encontrábamos sin poder movernos. Que palo de aclamación. Francamente el General José Manuel Hernández era un símbolo.-
Cuenta Martínez Sánchez que para aquellos días Caracas parecía un campamento y la contienda de la “Revolución Liberal Restauradora” no daba señales de haber concluido. Aquel día se paró en la puerta de una taberna llamada “La Mejor” a ver pasar oficiales y gente desconocida. El Sr. Carlos Zuloaga lo invitó a ingresar a la tasca para formar parte de la tertulia del mediodía. Allí se enteró de lo que estaba sucediendo así como los eventos por venir.
-El General Castro, dueño del poder, formaba Gabinete y señalaba al General José Manuel Hernández como Ministro de Fomento.- Al mediodía recibió un recado del “Mocho” Hernández, en este lo citaba a su casa aquella tarde. -Sospechoso de resultar como cucaracha en baile de gallinas, no me atreví a ir solo para cumplir con el General Hernández.-
Al llegar a casa del “Mocho” en La Candelaria, Martínez Sánchez y su acompañante se encontraron con un jubileo de -chivatos de uña en el rabo entrando y saliendo, lo que hacía pensar que estaba ocurriendo algo gordo.- Les fue difícil entrar a la casa ya que esta se encontraba abarrotada de gente. -A empujones alcanzamos el segundo corredor donde estaba el General Hernández, Jefe del Nacionalismo, recibiendo a la gente. Al ver a su compañero de presidio en La Rotunda, el “Mocho” se paró enseguida de su silla, se le aproximó para abrazarlo frente a todos y le preguntó -¿Puedo contar contigo Antonio?-
Por un instante pensó que aquello podría ser una petición para colaborar con él en su gestión del Ministerio de Fomento, pero se dio cuenta que el General Hernández se refería a rebelarse contra el nuevo gobierno para derrocar al hombre que los había liberado del tormento de la cárcel y lo acababa de invitar a formar parte de su Gabinete.
La respuesta del guerrillero no se hizo esperar. -Me excusé de tomar parte en asuntos revolucionarios.- Apenas tenía menos de un día de libertad y no pensaba mezclarse en asuntos que pudieran devolverlo a un sucio calabozo de La Rotunda.
La guerra había terminado para él, así que se retiró de la vida pública para no dejar otro rastro que los relatos contenidos en este libro.
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