À la caribeña

El caso de Venezuela evidencia, una vez más, que tras la aparente oposición entre “izquierda” y “derecha”, se oculta la identidad de ambos contrarios; que no son contradictorios.

A pesar de haber transcurrido milenios, todavía la (post) modernidad sigue sin comprender este pensamiento propio de la lógica (no logística) antigua que el Efesio, tildado de “oscuro” por Aristóteles en el Libro III de su Retórica (puesto que sus escritos le parecían ilegibles), se atrevió a expresar bajo la metáfora –muy típica del mundo griego– del arco de caza. Pues, precisamente por estar tensada en sus extremos, la cuerda de este instrumento parece estar inmóvil, permaneciendo como idéntica. En un aspecto, el arco representa la vida para el hombre, en tanto le permite subsistir, por ser una herramienta de cacería, y, por tanto, proveedora de alimento; en otro, es muerte, ya que puede usarla como arma de guerra.

Y así ha sido el socialismo, tanto el teórico como el “real”, en todas partes… Mientras que ha prometido “otro mundo”, libre de los “males y desigualdades de la derecha” (lo cual pone de relieve su profundo carácter metafísico y cuasi religioso), en la práctica, cuando accede al poder, en el “más acá”, conduce a millones de personas hacia el “más allá” … En algún sentido cumple con su promesa: los “libera”, de facto, de este mundo, al mismo tiempo que iguala en miseria a los pocos que pueden sobrevivir. En cuanto ideología profundamente necrófila o “thanática”, solo es alcanzada y concretada a través de la muerte.

Lo que digo no es nada insólito. Creo que ha sido tantas veces advertido y descrito mejor de lo que pudiera hacerlo aquí, que casi es vano insistir de nuevo en ello. Aunque el problema es que siempre se olvida…

Venezuela es una especie de instanciación tropical del Holocausto; el cual retorna ahora idéntico en su diferencia. Es la «solución final» del nazismo, pero, en lugar del mito ario, se vale del mito “bolivariano”, uno que convierte en ciudadanos de segunda –en una especie de Gleichschaltung– a todos los venezolanos sin distinción de raza o credo. Así como las Leyes de Nuremberg, existe en el Caribe su equivalente: “el carnet de la patria”.

Cualquiera que haya estudiado el ascenso de Hitler al poder en Alemania no podrá evitar encontrar una serie de similitudes increíbles entre este último y Chávez: desde un prístino intento fallido de golpe de Estado, hasta la posterior anulación progresiva de las facultades legislativas del Parlamento después de tomar la Presidencia, la promulgación de leyes habilitantes, los sucesivos decretos de estado de emergencia que evocan al Führerprinzip, y pare usted de contar…

No por casualidad una ex presidenta del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela elaboró (supuestamente) bajo la dirección de una de las mentes cautivadas por el partido político español “Podemos” (Francisco Palacios), una tesis doctoral –cuyo jurado examinador contó con la presencia de Juan Carlos Monedero– en la Universidad de Zaragoza (titulada: “El nuevo paradigma constitucional latinoamericano”), subrepticiamente inspirada en Carl Schmitt, el jurista nazi partidario del Estado total y la dictadura (vale decir, en su acepción antigua, “casualmente” como ejercicio del poder mediante decretos de estado de excepción; que para los romanos no duraban más de 6 meses). Y es que, según la frase ya trillada, “los opuestos se atraen”.

Pero volvamos al punto anterior. Es manifiesto que, en su procedimiento de ejecución masiva, la mal llamada “Revolución bolivariana” dista mucho de los abominables acontecimientos de Auschwitz, aun cuando hayan convertido a toda Venezuela en un país de reos dentro de un gran campo de concentración, cuyas «SS» (Schutzstaffel) son los delincuentes y organismos de seguridad o comisarios políticos del Estado. El método de genocidio en Venezuela es más bien semejante al aplicado en Ucrania por Stalin, conocido como “Holodomor” o “Golodomor” (1932-1933). Porque no hay mayor medio de control que el hambre, tal como los “revolucionarios” aprendieron muy bien de Stalin y Fidel.

Un día, en una conferencia de 1984 ante la Asociación Venezolana de Ejecutivos (AVE), el intelectual venezolano más ilustre del siglo XX, a saber, Carlos Rangel, ya nos decía que el problema de nuestro país reside en que nadie está dispuesto a “no ser izquierdista”. Tal vez –aunque en lo personal sea pesimista al respecto– los venezolanos aprendamos de lógica antigua en algún momento y veamos que los contrarios siempre lo son del mismo género, y que derecha e izquierda no son sino extremos, que, precisamente siendo tales, se tocan y se dan la mano.

Por ello no es azaroso que, bien sea nacionalista o internacional proletario, ni el fascismo ni el comunismo rechazaron nunca la etiqueta de “socialismo” en sus definiciones estatutarias. Tampoco lo es el hecho de que Bolívar haya sido usado, igualmente, tanto por “la izquierda” como por “la derecha” en la construcción de cierto relato mítico que justificara su existencia como opciones políticas. Incluso, hasta llegar al punto de la hipérbole más grande y risible: hacer de un blanco mantuano, un zambo, el que ahora vemos artificialmente “retratado” luego de que profanaron su tumba.

Quizá sea necesario escuchar al Logos de Heráclito para así comprender este nacional-socialismo à la caribeña…

 

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