Después del viernes negro
A más de un mes del anuncio de las medidas económicas dictadas por el Presidente de la República Nicolás Maduro, los venezolanos nos preguntamos ¿Han funcionado las medidas económicas?
La respuesta obvia es que no han logrado el objetivo primario que necesitamos como población, la reducción de la terrible hiperinflación que aqueja cada día la economía del venezolano.
Y es que la hiperinflación se ha convertido en el principal problema de los venezolanos, muy por encima de la inseguridad, que era el tema que copaba los titulares de la prensa y noticieros nacionales e internacionales.
También se encuentra muy por encima de los problemas que aquejan diariamente a las diversas comunidades relacionado con la prestación de los servicios públicos, bien sea de transporte público, aseo urbano, servicio eléctrico, suministro de agua potable, o gas doméstico.
La hiperinflación ha consumido paulatinamente el poder adquisitivo del venezolano. El último aumento del salario mínimo decretado por el Presidente de la República, que constituye un 6000% de incremento, no ayudó en nada a la disminución de la hiperinflación. Tampoco el anclaje de la nueva moneda, el Bolívar Soberano a una criptomoneda o criptoactivo – como lo han denominado un amplio grupo de economistas – ha servido al logro de ese objetivo, principalmente por la poca credibilidad que tiene El Petro en los mercados internacionales, así como las sanciones llevadas a cabo por el gobierno del Presidente de los Estados Unidos Donald Trump, en contra de esa criptomoneda.
Tampoco los controles de precios de los bienes y servicios contribuyen a la reducción de la hiperinflación, por ello vemos diariamente en las calles de cualquier ciudad del territorio nacional largas colas de personas en búsqueda de productos de la cesta básica a precios regulados, lo que ha traído como consecuencia la denominada viveza criolla, el bachaqueo, las peleas y discusiones entre personas que quizás tengan un mismo ideal político y un objetivo común pero que por circunstancias ajenas a su voluntad se ven sumergidos en una crisis de la cual no pueden escapar.
Aunado a esos problemas, el anuncio del aumento de la gasolina a precios internacionales ha generado desconcierto en los venezolanos, ¿Cuánto será el costo de un litro de gasolina? ¿Aumentarán de forma desproporcionada el costo de los bienes y servicios en Venezuela luego de la implantación del nuevo precio de la gasolina? ¿Funcionará el sistema implementado por el gobierno nacional relativo al carnet de la patria? ¿Qué sucede con aquellos ciudadanos que no tengan carnet de la patria, podrán llenar el tanque de gasolina de sus vehículos o no lo podrán hacer?
Esas son solo algunas de las preguntas que tenemos los venezolanos, y que aún no hay una respuesta clara por parte de las autoridades competentes sobre el funcionamiento de ese sistema y el costo de la gasolina. Lo que si tenemos claro los venezolanos es que en el momento que el precio de la gasolina sea aumentado a costos internacionales, la hiperinflación se disparará a niveles nunca antes vistos en nuestro país.
Todos y cada uno de los que aún estamos dentro de Venezuela, y que por diversas razones amamos y apostamos por el futuro de esta nación, seremos lo que sufriremos las consecuencias de políticas públicas erradas en materia económica y sufriremos una aguda crisis económica mucho más profunda de la que actualmente estamos padeciendo.
Es por ello que rogamos que la sensatez impere en las decisiones de las personas que guían los destinos de nuestra nación. Que sean capaces de ver y escuchar posibles soluciones a la crisis económica, distanciados de ideologías políticas que históricamente no han funcionado en ninguna parte del mundo.
Los venezolanos necesitamos urgentemente que el gobierno nacional dicte las medidas económicas necesarias y adecuadas para reducir los altos niveles inflacionarios. Necesitamos que la capacidad adquisitiva sea suficiente, que los salarios alcancen para adquirir los productos de la cesta básica, así como, los bienes y servicios que queramos tener. Necesitamos que nuestra calidad de vida sea óptima, y que de una vez por todas dejemos de estar inmersos en la que se ha vuelto una eterna lucha, la búsqueda del pan para comer.
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