El fenómeno se explica en dos niveles: comunicación y sentimiento
Editorial #429 – El efecto Bolsonaro

Ni las encuestas más favorables al Partido Social Liberal otorgaban a su candidato, Jair Bolsonaro, la holgada victoria con la que al final se alzó sobre los demás aspirantes a la Presidencia de Brasil.

Aunque es verdad que en las últimas semanas el liderazgo de Bolsonaro se consolidó -sobre todo después de haber sido víctima de un atentado- nadie esperaba que la diferencia con Fernando Haddad, el candidato de Lula y del Partido de los Trabajadores, PT, sea tan amplia que se convierta casi en irreversible en una segunda vuelta.

Pero ocurrió. Es más, Bolsonaro estuvo incluso cerca de imponerse en la primera vuelta, para lo que habría tenido que lograr más del 50% de los votos. El resultado final fue de 46,03% para el candidato del PSL, mientras que Haddad alcanzó el 29,28%.

Según las más recientes encuestas, realizadas después de la primera vuelta, Bolsonaro mantiene su liderazgo. Datafolha ubica al candidato del PSL con 58% de intención de voto, mientras Haddad obtiene el 42%. Si todo sigue como está, el 28 de octubre Bolsonaro será el próximo presidente de Brasil.

Muchos aún se preguntan, ¿cómo fue que un candidato que al principio nadie tomaba en serio y se caracterizó por sus polémicas posiciones sobre temas relacionados a la democracia, las mujeres y los homosexuales, se impone con tanta fuerza?

El efecto Bosonaro se explica en dos niveles: en su capacidad de innovar en materia de marketing político y también en su habilidad para conectar con dos sentimientos que vienen ganando fuerza en el mundo: el nacionalismo y el proteccionismo.

Ante esta realidad, la campaña de Bolsonaro decidió darle mucha fuerza a sus redes sociales y su estrategia tuvo incluso varias similitudes con la de Donald Trump en 2016. Aunque sus perfiles son diferentes, sus discursos directos y confrontativos en el que ninguno parece medir sus palabras se acercan bastante.

Son varios los ejemplos, como el ataque a los medios tradicionales, la comunicación directa con el electorado a través de las redes sociales, la alerta ante un posible fraude en las elecciones y el uso de voceros cercanos como los hijos de los propios candidatos.

En relación a las herramientas de comunicación moderna, la publicidad en televisión es un ejemplo claro de la efectividad del comando de Bolsonaro. Según las leyes electorales brasileñas, el tiempo que los candidatos disponen para su publicidad en TV depende de la cantidad de diputados que sus partidos tengan. Haddad disponía de casi 3 minutos por día. Otros candidatos, como Gerardo Alckim, de un partido más grande y tradicional como el PSDB, tenía casi 5. Bolsonaro solo contaba con 8 segundos.

Con su estrategia enfocada en redes sociales y cadenas de Whatsapp, la campaña de Bosonaro logró superar su limitado acceso a los medios tradicionales, y venció un obstáculo que hasta ahora había sido infranqueable en las campañas presidenciales de Brasil.

Pero no fue solo en lo comunicacional en lo que la campaña de Bolsonaro fue singular, sino también en las ideas. Después de muchos años de crisis económica e inseguridad, y de grandes escándalos de corrupción como el de Odebrecht, los brasileros estaban listos para darle una oportunidad a alguien que no pertenezca al establishment político.

Es irónico que Bolsonaro sea visto como un outsider a la política tradicional, ya que es diputado desde 1989. Sin embargo, su discurso sí fue nuevo. Más allá de sus condenables y cuestionables posiciones en diversos temas, se enfocó en dos áreas básicas con las que conquistó a la sociedad brasilera: la economía y la seguridad. En éstas, promete darle un giro de 180 grados a lo que se ha venido haciendo en los últimos años y que ha llevado al gigante de la región a una grave crisis económica y de violencia. Además, culpó a la “clase política tradicional” por haberse convertido en grupos corruptos y alejados de las aspiraciones de la gente, y a su mejor exponente de esto: el Partido de los Trabajadores de Lula, Dilma y Haddad.

Tampoco podemos ignorar que una vez más, como ocurrió en las elecciones presidenciales de Argentina y Colombia, la crisis venezolana se ha convertido en una importante bandera electoral en Brasil. La amenaza socialista es una realidad en la región y hoy, además, el problema de Venezuela ya no es solo de los venezolanos, porque entra diariamente de a miles por las fronteras de varios países vecinos. Esto, sin duda, también abona a la cada vez más probable victoria del candidato del PSL.

Y solo cuando ésta se confirme, sabremos realmente cuál es el verdadero impacto del “efecto Bolsonaro”.

Miguel Velarde
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