¿Atrapado por traumas de la infancia?
Un trauma es una herida psíquica y del alma que se origina por la vivencia de sucesos negativos en la vida de una persona de acuerdo a la forma en que son percibidos por él o por ella y que trae como consecuencia dolor, angustia y un profundo impacto o huella que afecta sus pensamientos, sentimientos y conductas en el futuro.
Por supuesto que los traumas no solo tienen origen en la infancia sino que pueden ocurrir en cualquier momento de la vida pero, en los primeros años suelen tener un impacto mayor por la vulnerabilidad que caracteriza a la infancia y suele dejar marcas muy profundas que según las últimas investigaciones llegan incluso a afectar al cerebro y al resto del sistema nervioso.
Lo cierto es que los traumas no resueltos suelen tener efectos en la edad adulta, afectan la visión del mundo y pueden generar una serie de secuelas como variabilidad en el humor, ira, tristeza, aislamiento social, miedo, sentimientos de culpa, ansiedad, depresión, entre otros.
Los niños suelen ser afectados fundamentalmente por el maltrato que pueden llegar a recibir de sus figuras más importantes, los padres, que no solo provienen de castigos físicos y verbales, manipulaciones, hacerlos sentir avergonzados, sino también por la carencia de afecto y bajo soporte emocional que los hace sentir indefensos, desprotegidos, abandonados.
Por otra parte, el impacto de estos traumas pueden hacer mella en la salud física porque a estas alturas de la vida y gracias a la difusión del conocimiento, es sabido por muchos la correlación estrecha existente entre mente y cuerpo, de modo que, investigaciones incluso han revelado una mayor propensión a sufrir cáncer, enfermedades e incluso reducción de los años de vida entre las personas que habían sido de víctimas de traumas en la niñez.
¿Qué hacer entonces?
A los padres quiero dejarles el mensaje de la tremenda importancia del legado emocional que le dejan a sus hijos, que la labor es darles el soporte afectivo suficiente para instalar en su psique la resiliencia, que corregir no es maltratar, y que son uno de los grandes responsables en la formación de la autoestima de estos seres que tuvieron el honor de traer al mundo; y que si bien muchos lo hacen inconscientemente (tendemos a repetir patrones), una vez que tomamos conciencia podemos trabajarlo y entender que no tenemos que repetir lo negativo que nos tocó vivir, que podemos y debemos hacerlo diferente.
Tener presente también que, en muchos casos lo más saludable es buscar ayuda terapéutica para apoyar a la persona a reprogramar estas vivencias y poder superar, restructurar su percepción y entendimiento y, reconstruir sus pensamientos desde la gran capacidad de resiliencia que poseemos pero que en ocasiones no sabemos como manejar.
Tú no eres la responsable de lo que te sucedió en el pasado, pero definitivamente lo eres de tu presente.
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