Ante la innegable y agobiante realidad, queda trabajar para cambiarla
Editorial #434 – Lo que nos tocó vivir

Algo que ha caracterizado a los venezolanos en los últimos años ha sido su permanente estado de negación. Algunos lo justifican por su carácter optimista, otros por su ingenuidad. Pero la realidad es que, independientemente de su causa, no dejaba de sorprender que ante la desesperada advertencia de unos pocos sobre el rumbo que las cosas estaban tomando, eran demasiados los que respondían “no vale, no creo” o “Venezuela no es Cuba”.

Resulta que hoy en efecto Venezuela no es Cuba, es peor que Cuba. Los índices económicos y de seguridad así lo reflejan. Pero incluso cuando esto ya era evidente desde hace algún tiempo –cuando las muertes violentas superaban las 20.000 al año y los índices de inflación y escasez eran los más altos del mundo- muchos en el país todavía se negaban a aceptar nuestra realidad.

No podemos juzgarlos. Es una reacción casi normal, porque asumir una verdad implica tener que enfrentarla, y no es fácil enfrentar la inédita y dramática situación que nos tocó vivir. Seguramente por el mismo motivo por el que, ante la aparición de un bulto extraño en alguna parte del cuerpo, muchos postergan su visita al médico, aún conscientes de que algo anda mal. En el fondo, lo que no quieren es confirmar la mala noticia porque eso significa tener que encararla.

Sin embargo, eso finalmente está cambiando. Se nota no solamente en las calles, en las colas y en las redes, sino también en las cifras. Así lo refleja el más reciente estudio del Atlantic Council, en el que se muestra que para el 78,2% de los venezolanos, el país vive una crisis humanitaria, con el 94,1% de las personas reclamando por algún suministro de medicamentos y un 85% por acceso a los alimentos. Además, según el mismo estudio, 3 e cada 4 venezolanos culpa a Maduro de los problemas económicos y el 56% de ellos considera que no es posible una solución a la crisis sin un cambio político.

A esto, aunque que no está considerada en el estudio, podríamos agregarle otra variable: la de quienes emigran. Son más de 3 millones de venezolanos que se vieron obligados a huir de su tierra en los últimos años, sin un peso y sin un plan. Buscando un mejor destino y también para ayudar a sobrevivir a quienes dejaron en Venezuela.

Nos costó, pero llegamos al punto en el que no quedan dudas: atravesamos la peor crisis humana, económica, política y moral en nuestra historia. Lo hemos comprendido aquí y lo ha comprendido el mundo. No debimos haber tardado tanto, pero de nada sirve lamentarnos.

Lo que ahora toca, ante la innegable y agobiante realidad, es trabajar para cambiarla. Nadie tiene certeza sobre si el camino que queda por recorrer será corto o largo, lo que sí podemos inferir es que no será fácil.

Y también sabemos que era indispensable dar el primer paso: asumir lo que nos tocó vivir.

Miguel Velarde
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