(ARGENTINA) La política argentina se ha vuelto Cristinadependiente

Roberto Lavagna comienza lentamente y con disimulo a probarse el traje de candidato presidencial y a dejar atrás sus sandalias veraniegas con medias, mientras evalúa quiénes pueden ser sus mejores compañeros de ruta. Cristina Kirchner sigue sembrando el misterio sobre su postulación, pero su silencio, tendiente a ahorrarle comentarios que la muestren como realmente es, parece el mejor indicador de que está en modo electoral. Mauricio Macri, en cambio, no oculta que está listo para ir por su reelección, al tiempo que afina su estrategia discursiva para alejar las penurias económicas del eje del debate público.

El Presidente, su antecesora en la Casa Rosada y el exministro de Economía de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner van convirtiéndose en las tres figuras sobre las que se posan las miradas del «círculo rojo» de cara al inicio del proceso electoral. Hay otros actores que aún no se bajan de sus aspiraciones presidenciales, como Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey y Miguel Ángel Pichetto, que lideran Alternativa Federal. Pero entre algunos de sus allegados, se admite que, hacia el 19 de marzo, contarán con una megaencuesta que medirá la intención de voto de todos ellos junto a la de Lavagna. Y si se profundiza la tendencia que marcan algunos sondeos de opinión pública de los últimos días, es probable que todo el sector termine apoyando la postulación del exministro de Economía.

En tal sentido, una encuesta en el orden nacional de Ricardo Rouvier, realizada entre 1200 personas y concluida el 12 de febrero, ubica a Lavagna con el 14,6% de intención de voto, por delante de Massa (12,1%). La viuda de Kirchner está primera, con el 30,1%, y Macri suma el 27%.

La gran incógnita que ansían despejar el oficialismo y el peronismo no kirchnerista pasa, por diferentes motivaciones, por los pasos que dará Cristina Kirchner. El macrismo desea fervientemente que sea candidata, tanto para dividir a la oposición como para contraponer al desencanto por el presente el miedo por el pasado. En cambio, los dirigentes de Alternativa Federal sueñan con un renunciamiento de la expresidenta, convencidos de que les abriría una chance de vencer a Macri de la que, según sus proyecciones, carece la exmandataria.

Paradojas de la política argentina: pese a sus múltiples procesamientos y su elevada imagen negativa, Cristina Kirchner se ha convertido, por lo que haga o no haga, en la gran electora. De acuerdo con distintas encuestas, su presentación como candidata podría facilitar un triunfo de Macri en una segunda vuelta electoral y su ausencia, potenciar las probabilidades de éxito de un Lavagna, un Massa o un Urtubey. La política argentina se ha vuelto Cristinadependiente.

En las espaciosas oficinas del Frente Renovador en el barrio de Recoleta, un alto dirigente que hoy acompaña a Massa se empeña en subrayar: «No estamos en contacto con Cristina». Pero, acto seguido, aclara: «Eso no quiere decir que vayamos a agredir al kirchnerismo. No podemos agredir a los votantes a los que esperamos convencer de que, para ganarle a Macri, necesitamos sacar del cetro de la oposición a Cristina». El dirigente massista afirma que no hay ninguna posibilidad de ir a una primaria abierta junto a la exjefa del Estado. «Pero si vemos un planteo de generosidad política de parte de ella, la historia puede ser otra», razona.

Hasta ahí, nada demasiado novedoso. Más de un dirigente cercano a Massa había ya sostenido que un acuerdo con Cristina Kirchner solo sería factible si ella renunciara a ser candidata presidencial. Pero cuando se sondea al referente massista sobre las hipotéticas condiciones que podrían negociar con la expresidenta para que abandone su candidatura, aparecen las revelaciones.

¿Qué ocurriría, por ejemplo, si Cristina pidiese el 60 por ciento de los puestos en las listas de diputados nacionales a cambio de no ser postulante presidencial?, le preguntamos. Al dirigente massista se le iluminan los ojos y da a entender que ese no sería un problema: «Si ganamos, al día siguiente de la elección presidencial, son todos nuestros. ¿O no conocés al peronismo?», nos responde.

¿Y si, además de eso, Cristina exigiese impunidad? Ante esa pregunta, el dirigente trata de ensayar una respuesta políticamente correcta, ya que el Poder Judicial debe ser independiente de las presiones políticas. Pero termina admitiendo que se debería revisar el estatus de los expresidentes de la Nación ante la responsabilidad penal por actos de gobierno.

No es difícil imaginar que si Cristina Kirchner volviese a la Casa Rosada, se pondría en disponibilidad a toda la Justicia Federal y se propugnaría la cárcel para los jueces que privaron de la libertad a exfuncionarios kirchneristas, como acaba de proclamarlo Luis D’Elía, en nombre de su mentado nacionalismo popular revolucionario.

La duda es qué haría frente a la situación judicial de Cristina Kirchner otro presidente peronista que pueda arribar al poder en diciembre próximo con la ayuda del aproximadamente 30 por ciento de votantes kirchneristas.

Anticipándose a la posibilidad, por ahora no muy cercana, de que la líder de Unidad Ciudadana renuncie a una postulación presidencial en aras de un acuerdo más amplio del peronismo, el propio Macri encabezó una innovación en su estrategia discursiva. Su mensaje es que un segundo gobierno de la coalición Cambiemos constituirá la única garantía para que la Justicia pueda seguir investigando a Cristina Kirchner sin presiones del poder político.

Otra idea fuerza que transmitió el primer mandatario, desde Asia, es que, al final del día, los peronistas terminan juntándose, sean kirchneristas, renovadores, ortodoxos o federales.

El rechazo conjunto de legisladores de los diferentes sectores del peronismo al decreto presidencial de necesidad y urgencia sobre extinción de dominio, que apunta a recuperar para el Estado los bienes de la corrupción, fue aprovechado por el oficialismo para sembrar aquella hipótesis de que todos los peronistas son iguales. El mensaje oficial encontró un gran aliado en el cineasta Juan José Campanella, quien tuiteó que «hay peronismos de sobra, pero a la hora de defender el choreo, se juntan siempre».

Entretanto, el Gobierno tiene sus propios problemas. Por momentos, parece debatirse entre si es mejor bajar las tasas de interés para intentar reactivar la economía o si es más conveniente subirlas para evitar la presión sobre el dólar. En los últimos días de la semana que pasó, el Banco Central se inclinó por la segunda alternativa. Pero las dudas prosiguen entre economistas que juzgan que la insustentable bicicleta financiera de las Lebac ha sido reemplazada por otra bicicleta, conformada por letras a siete días suscriptas por los bancos: las Leliq. Como señala Agustín Monteverde, si bien los bancos pueden ser más dóciles a la hora de renovar esas letras, los titulares de plazos fijos y de cajas de ahorro no deben ni practican otra obediencia que la de sus propios intereses. Y en la medida en que el dólar se atrase ante la inflación y las tasas resulten menos atractivas, privará el incentivo a tomar ganancias y dolarizar los pesos.

También empiezan a surgir problemas políticos, como el virtual desafío de Martín Lousteau para enfrentar a Macri en las PASO de agosto, con apoyo de sectores de la UCR. Por distintas razones, la idea no cayó bien en el Gobierno. El motivo menos obvio es que, en una primaria abierta, votantes ajenos a Cambiemos podrían votar a Lousteau con el solo fin de debilitar a Macri.

Crédito: La Nación

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