Vivo en un país rico empobrecido por la tiranía -Venezuela-
Hoy quiero compartir contigo este dolor inmenso de vivir en un país cuyos habitantes entregaron a una tiranía disfrazada de socialismo, desde hace 20 años, un país que otrora fue próspero pero donde hoy la gente se enferma y muere, no solo porque el 90% de su población está empobrecida, por la delincuencia, la crisis hospitalaria o por carencia de insumos médicos, sino por ser ahora un país donde la mayor parte de sus habitantes padecen en su mayoría la peor enfermedad que es la de su psique y de su alma.
Gente adormecida en la desesperanza, impotencia y frustración que proviene de la incapacidad de enfrentar solos a un monstruo de mil cabezas, donde ni siquiera se tiene la capacidad y derecho de expresarse y drenar, so pena de cárcel, torturas e incluso la muerte, y estos, son la mayoría.
Luego, tenemos un grupo minoritario que se mantiene en sintonía con el régimen en la creencia absurda de una igualdad, aunque esta sea el estar todos en la miseria, donde su raciocinio es casi nulo y ha sido sustituido por una idolatría tupo secta y, que ha sido vendida a cambio de unas migajas de comida llamadas cajas Clap.
Es mucho lo que podría narrar de esta pesadilla, sin embargo no es el objetivo que persigo al escribir estas líneas, sino transmitir una reflexión de carácter psicológico sobre como la ignorancia y la baja autoestima de un pueblo son la puerta de entrada a un régimen como este.
Un pueblo que no se educa es ignorante y el cerebro es como un paracaídas, no funciona sino se abre y esto lo hace “comprable y manipulable” con discursos demagógicos, con promesas de suministro de alimentos básicos a cambio de su sumisión, por una parte y, por la otra a través de la manipulación emocional que se hace factible por los bajos niveles de autoestima.
Una persona que no se valora es dependiente de otros porque es incapaz de visualizar y trabajar con constancia en su superación; esto no lo ven factible sino que se atribuye a la suerte o a factores externos en lugar de internos.
Derivado de esto surge con fuerza voraz la envidia donde en lugar de ver a quien está mejor que yo como un modelo o referencia a alcanzar, lo veo como un enemigo al que detesto, discurso ampliamente utilizado por Hugo Chávez en los orígenes y años consecuentes de su mandato y que hasta el sol de hoy se mantienen con comentarios despectivos, siendo el más común “Escuálido”.
Al llevar a la población al nivel más básico de la satisfacción de sus necesidades, sometes a muchos ya que pasa a ser su preocupación fundamental el cómo sobrevivir día a día.
La inteligencia emocional se afecta y aparece la impulsividad (que también se vincula a una baja autoestima), donde se reacciona más que se analiza y eso nos torna débiles, erráticos y manipulables, y orienta la conducta a canalizar la rabia con el primero que se atraviese en tu camino sin considerar que es tan víctima como tu.
Estamos heridos profundamente en una sensación terrible de estar secuestrados sin mayor ilusión que la que proviene de promesas de liberación que llevan a niveles de frustración aún más profundos por no cumplirse con la celeridad que se siente por la peligrosidad de la situación actual y por ese deja vu de promesas incumplidas con anterioridad.
Mientras escribo esto, lo hago desde la carencia de servicio eléctrico que lleva un mes donde no sabemos cuando viene, y cuanto durará, y cuantos muertos lleva a su paso por la imposibilidad de dar asistencia médica sin energía, hundiendo de esta forma a mi Venezuela a una oscuridad aún más profunda, sin dejar (en mi caso) de esperar ver la justicia divina en acción.
Lo que quiero dejar en ti que me lees es la toma de conciencia del principal recurso de una nación, su gente, su desarrollo intelectual, su equilibrio mental, su autoestima así como la ética y valores de la población, porque, si esto se descuida, pudieras estar dando entrada en tu mundo a una pesadilla como la que vivimos en Venezuela.
Oren por nosotros, gracias.
Autora del libro "Amores en tiempos de Internet"
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