El joven Presidente Encargado

 

Muerto el general José Tadeo Monagas y comenzada la “Revolución de Abril”, se concretó en Venezuela una etapa que los historiadores clasifican como “la edad de la anarquía”, pues nadie sabía quien manejaba las riendas de la administración.

En esos tiempos la gente anhelaba la reinstauración de la paz, la instalación de un gobierno capaz de garantizar derechos a la ciudadanía. Comenzó entonces a brillar el nombre de Antonio Guzmán Blanco, el único personaje entre la montonera que había pasado por la universidad, conocía de leyes, hablaba otras lenguas y demostró ser habilidoso estratega en los campamentos de la guerra federal. Cuando Falcón se enfermó, resolvió dejar el cargo para operarse de un tumor en el cielo de la boca, quedó encargado de la presidencia durante cuatro años (1864-1868), demostrando sus cualidades de jefe y capacidades de administrador.

Cayó el gobierno federal de Juan Crisóstomo Falcón a manos de la Revolución Azul, alzamiento liderado por José Tadeo Monagas, régimen que duró poco ya que Monagas tenía 88 años y murió a los pocos meses. Fallecido el anciano, el país sin jefe, en desorden, presto para el desastre. Volvió la guerra en el territorio, extendiéndose como un incendio de sabana. Guzmán Blanco parecía ser el único que resaltaba en un país de bárbaros.

Gracias a su actuación se pensaba volvería el Mariscal a la presidencia, pero todos los dedos señalaban a Guzmán Blanco como el indicado para gobernar.  

Tres hombres lo siguieron en la misión del retorno del héroe de los federales a Venezuela, Joaquín Crespo se alzó en los llanos; Matías Salazar levantó un ejército en Carabobo para sitiar Valencia; y José Ignacio Pulido tomó Barquisimeto, luego Coro, permitiendo el desembarco de Guzmán Blanco. Las conquistas de Crespo, Salazar y Pulido, le permitieron una vía para llegar a Caracas, al despacho de la Casa Amarilla.

Entró triunfante a la capital el 27 de abril de 1870. Lo escoltaban los tres caudillos que consiguieron, derramando sangre, su ascenso al poder. Pulido, Salazar y Crespo, quien tenía para ese momento 28 años de edad.

Todos esperaban el regreso de Falcón, pero éste falleció en Martinica el 29, dos días después del triunfo a causa de un cáncer. Comenzó el Septenio, el gobierno más fecundo en obras y reformas del Siglo XIX. Modificaciones legislativas, creación de nuevos servicios, planes de urbanismo, la primera estructuración de vías, estudios de estadística y la instauración del Bolívar como moneda nacional, fueron prueba de ello.

Sin embargo, para esos años la paz aún no estaba consolidada y todos temían la reacción de sus opositores. La mayor preocupación del nuevo Presidente de la República eran las huestes rebeldes concentradas en Apure bajo el comando de los generales Herrera y Olivo, caudillos recios, ambos arrastraban fama y leyenda guerrera.

La campaña de Apure terminó de consagrar a Guzmán Blanco en el poder, mostrándose como verdadero táctico y conductor de tropas. Fungió como su mano derecha en esta aventura Joaquín Crespo, elevando al guariqueño al primer plano de la política nacional junto a Colina, Linares Alcántara, Pulido y Salazar, quienes a partir de ese momento en adelante se convirtieron en los pilares del recién nacido guzmancismo.

Brilló la señora suerte en la batalla de Apure para el llanero. Así lo informa el general Guzmán Blanco en las cartas de su extensa memoranda durante aquellos días de finales de 1871 y principios de 1872.

En diciembre de 1871 escribió:

-Al rayar el día un ayudante del general Crespo me participó que éste tenía setecientos hombres en la orilla opuesta de Caño Amarillo, después de los fuegos que logró apagar, Vi evidente la victoria, afirmado el triunfo de la Revolución de Abril y asegurada la paz de la República, y con ella la práctica de las instituciones, el imperio de la mayoría popular y el verdadero régimen de la ley y del derecho. En el acto despaché un edecán a transmitir la noticia a Pulido y me moví con el general Colina y el ejército de occidente.-

En otra nota, con fecha 10 de enero de 1872, comentó:

-Como dije en mi nota anterior al gobierno, el enemigo fue alcanzado en el Paso Real del Arauca, por los dos mil hombres que confié al general Crespo para la persecución, y fue batido, despedazado y concluido de una manera tan completa que no alcanzan las palabras para pintarlo… Todos esos forajidos arrojados por Crespo y sus dos mil valientes al torrentoso y caimanoso Arauca, sin canoas en esta orilla y esperanzas de alcanzar la opuesta, flotando en aquellas aguas en medio del estruendo de mil bocas de fuego en explosión y los gritos de miedo que el miedo y el pavor arrancan, es un cuadro pavoroso en que alcanzo a ver algo del castigo divino contra los que sin derecho ni fuerza han tenido la patria en sangrienta zozobra por tan dilatado espacio de tiempo.-     

Después de eso comenzaron a rodar panfletos en Guárico y  el centro, proponiendo su candidatura como sucesor del general Guzmán Blanco. Así empezó el llanero a trepar los escaños del poder, después de la victoria del Arauca el resto era esperar. Vio a Salazar y Colina alzarse contra el jefe, uno terminó fusilado y el otro en el exilio, él se mantuvo siempre fiel.

La cosa salió bien. Empezaron los días de Senador, hasta que durante los últimos meses de Septenio, Guzmán Blanco lo designó ministro de Guerra y Marina, dejándolo como encargado de la Presidencia de la República mientras pasaba una temporada de vacaciones en su finca aragüeña Guayabita.

Así  trepaba el primer paso de la escalera en 1877 aquel joven guerrero de 36 años.

Jimeno Hernández
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