El petróleo como problema histórico
La aurora del siglo XX venezolano no destella de manera inadvertida, viene aquella centuria acompañada del latente recurso del subsuelo que los aborígenes denominaron mene. Efectivamente, el oro negro, excremento del diablo, crudo o sencillamente petróleo, representó el mayor hallazgo industrial realizado en suelo nacional. Su impronta marcará momentos de gran significación para el país, pozos emblemáticos y reventones épicos pronto transformaron el paisaje de una nación agroexportadora, en un enclave primero de influencia británica y posteriormente norteamericana.
Desde el inicio de su explotación comercial en 1917, este recurso no renovable ha tenido diversas interpretaciones, visiones encontradas que lo han catalogado como el revitalizador del país, herramienta de consolidación de regímenes autoritarios, azote de la agricultura y principal excusa para la presencia de las empresas foráneas en estas latitudes. Notables son las figuras que han dedicado parte de sus vidas a la investigación y disertación sobre el tema de los hidrocarburos.
Gumersindo Torres, es uno de los primeros en estructurar una interpretación que buscaba involucrar mucho más al Estado en los quehaceres petroleros, teniendo en cuenta que los primeros años de actividad exploratoria y extractiva fueron guiados predominantemente por extranjeros, donde los consorcios Shell y Standard coparon el escenario de manera colosal. Por supuesto, la acción del ministro Torres concitó incomodidades en las concesionarias, sin embargo, su labor marcó un verdadero hito en nuestra historia petrolera, demostrando el significado que poseía más allá de lo comercial y financiero.
En consecuencia, el petróleo no sólo se presenta como un recurso sostenedor de la economía, su presencia en el concierto político-social lo ubican como uno de los principales temas del siglo XX. Dinamiza y modifica el lenguaje industrial, aviva las negociaciones y acuerdos entre las distintas naciones, revaloriza regiones por la posesión de yacimientos y representa un nuevo objetivo en las confrontaciones bélicas, como se evidenció en la Segunda Guerra Mundial.
Los diferentes ensayos vinculados al tema encendieron las alarmas y describieron el problema con la postulación de algunas posibles soluciones. Entre ellos destacan: Alberto Adriani, Arturo Uslar Pietri, Manuel R. Egaña, Rómulo Betancourt y Salvador de la Plaza (por mencionar un grupo reducido).
Salvador de la Plaza, en el libro El petróleo en la vida venezolana, observa como el recurso emanado del subsuelo representó en su momento un elemento que deformaba la economía nacional, dicha transformación radical vino dada por la base económica agropecuaria, caracterizada por sus relaciones complejas y atrasadas, que dejaban al trabajador de la tierra en una notable desventaja frente a la vorágine del mundo petrolero.
De la Plaza plantea que el petróleo terminó imponiéndose ante la ausencia de una actividad agrícola tecnificada, sumado al pésimo accionar de las élites gobernantes, que conjuntamente a la gestión imperialista de las empresas petroleras propinaron un duro golpe sobre la producción nacional, cuando estas terminan imponiendo sus productos acabados, minando el mercado venezolano y minimizando la posibilidad de recuperación y ascenso del debilitado sistema de cultivo y cría.
Ante aquel escenario, se instaura la visión analítica de Manuel R. Egaña y Rómulo Betancourt. El primero de ellos a través de su principal obra intitulada Tres décadas de producción petrolera, plantea tres líneas guías conceptuales, (a) la modernización del Estado, (b) la óptima utilización de las rentas petroleras, y (c) la transformación del medio físico. Éste representa quizás una de las mayores aportaciones en torno al problema del petróleo como recurso propulsor de los principales cambios presentes en el siglo XX.
Redescubrir Tres décadas de producción petrolera, significa observar la historia del hidrocarburo venezolano desde una perspectiva objetiva de uno de los personajes más notables de su época, autoridad en los temas circundantes al oro negro. Esta obra merece indudablemente un examen exhaustivo, minucioso y crítico, que pueda dar nuevos elementos al debate historiográfico de nuestra industria petrolera que alcanza ya una centuria de existencia.
Junto con ello es preciso apreciar las anotaciones e interpretaciones del sagaz político Rómulo Betancourt, siendo una de las figuras fundamentales de la nueva hora contemporánea venezolana. Quizás uno de los representantes más importantes de la historia nacional, su visión en torno al oro negro, representa al mismo tiempo el reflejo dicotómico de una oposición actuante durante los últimos espasmos del gomecismo.
Examinar el pensamiento político, económico e histórico de dos figuras emblemáticas y conocedoras del ámbito petrolero pasado, nos permite exponer como ese recurso ha representado indiscutiblemente uno de los principales problemas para el proyecto nacional que significa Venezuela. Es imperioso sistematizar las diferentes disertaciones de aquellos que tuvieron la responsabilidad de formar parte de los gobiernos ulteriores así como la interpretaciones de quienes estuvieron dentro de la oposición, allí hallaremos pistas para entender los avances y errores cometidos en el pesado, que inevitablemente repercuten como el sonar de una campana en nuestra actualidad.
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