Tenemos que prepararnos económicamente, socialmente, políticamente y, también, psicológicamente
Editorial #500 – Nada será igual
Por primera vez en la historia enfrentamos una pandemia con las características del coronavirus, con un impacto global que además seguimos en tiempo real gracias a las nuevas tecnologías.
Una de las principales causas de los terribles efectos que este virus está teniendo en Asia y en Europa ha sido la tardía reacción de los países afectados. Ya sea porque el régimen chino ocultó información o porque otros gobiernos subestimaron la enfermedad, la realidad es que si las medidas que se están tomando desde hace un par de semanas se hubieran tomado antes, es muy probable que el número de muertos y contagios hubiera sido menor.
Al momento que escribimos estas líneas, son más de 335.000 los afectados en el mundo y más de 14.600 fallecidos. Algunos países viven días muy oscuros, como Italia y España, donde la tragedia es mayor no solo por la gran cantidad de casos, sino también por el colapso de su sistema de salud que no da abasto ante la demanda de atención y camas.
En medio de todo esto, es una tarea difícil pensar en las siguientes etapas de esta historia que tendrán consecuencias iguales o peores que la primera: las crisis económica y política. Sin embargo, para que no nos agarren desprevenidos como la primera, es importante empezar a hacerlo desde ahora.
Serán tres las etapas de este cambio de época que estamos viviendo. La primera, que ya comenzó, es la crisis sanitaria. En Asia y en Europa parecería incluso que están cerca de superar el peor momento. En nuestra región, todavía estamos en las semanas iniciales, lo cual es malo porque el pico de casos recién llegaría a mediados de abril (45 días después de que se detectó el primer caso, según los especialistas) pero es bueno porque nos da tiempo de tomar medidas extremas antes de lo que lo hicieron en otras partes del mundo con, muy posiblemente, mejores resultados.
Es impredecible saber cuánta gente se contagiará y cuántos morirán a causa de esta pandemia. Algunos especialistas hablan de que casi el 60% de las personas contraerá el virus en algún momento, de los cuales un 80% lo hará de manera leve, un 15% requerirá algún tipo de tratamiento y un 5% internación intensiva. Entre 1 y 2% morirá.
La segunda etapa será la de la crisis económica. La empezaremos a vivir muy pronto. El mundo se ha encaminado rápidamente a una paralización casi total de su economía y las consecuencias serán inmensas. Ni siquiera las economías más desarrolladas están preparadas para un escenario tan extremo, menos aún la mayoría de los países en nuestra región, que ya enfrentaban grandes dificultades económicas incluso antes del brote de la pandemia.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el coronavirus podría provocar la destrucción de 25 millones de puestos de trabajo en el mundo. Algunos gobiernos ya están trabajando en medidas que alivien la crisis económica, como la reducción en impuestos o el acceso a créditos.
Sin embargo, nuestras sociedades tienen características que hacen que el reto sea aún mayor. Por ejemplo, que entre el 40% y 60% de la economía es informal, por lo cual no solo hay que considerar que esa gente prácticamente vive al día y que si no trabaja no come, sino que además justamente por su informalidad, es más difícil implementar medidas de ayuda económica que los ayuden de manera efectiva y rápida. Quizá una de las mejores opciones es empezar a pensar en transferencias directas de forma innovadora. Tomando en cuenta que muchos de ellos ni siquiera se encuentran bancarizados, pero casi todos tienen un teléfono celular, la mejor forma de hacerlo sería a través de esa vía. Momentos de crisis como el que vivimos pueden ser oportunidades de innovación y cambio.
La tercera etapa, la de la crisis política, es la que viviremos a mediano plazo. Dependiendo de cómo manejen los gobiernos del mundo la pandemia, el escenario geopolítico puede ser muy diferente a lo que se pensaba. El desenlace es incierto. Como ejemplo, la casi descontada reelección de Donald Trump en las elecciones presidenciales de finales de este año en Estados Unidos ahora es una incógnita. Lo es, incluso, el hecho de que se den las elecciones. En Bolivia, el Tribunal Supremo Electoral ya pospuso las que ese país tenía programadas para el próximo 3 de mayo para una fecha aún no determinada.
Todo dependerá de las consecuencias económicas y sociales que deje esta grave crisis de salud y la capacidad de enfrentarla que tengan los liderazgos del mundo, en lo que puede ser considerada una guerra contra un enemigo invisible. Si algo ha quedado claro, es que el modelo chino ha fracasado; el mundo tiene que repensarse desde occidente.
Muchas cosas van a cambiar después del coronavirus. Tenemos que prepararnos económicamente, socialmente, políticamente y, también, psicológicamente.
Esa es la única certeza que hoy tenemos: nada será igual.
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