La ofensa del esclavo

En La Guaira los implicados en la conjura perdían las esperanzas que Gual y España pudiesen regresar a tiempo, menos al mando de una flota de mercenarios británicos. La Real Audiencia de Caracas, pensando lo contrario, decidió no escatimar en gastos o esfuerzos  preparándose contra cualquier agresión.

El ambiente estaba raro, el silencio por parte de los rebeldes, los rumores que corrían por la plaza y callejones terminaron por dibujar circunstancias extrañas. Nadie sabía lo que estaba pasando ni cuan profundas eran las raíces del movimiento entre las masas, especialmente la de negros que abundaba en la zona costeña.   

El 31 de Julio de 1797, un par de semanas después que la conjura fuese descubierta, sucedió algo curioso, un evento que vale la pena mencionar en esta crónica, ya que evidencia el sentimiento de esos esclavos que, tanto Gual y España, como el resto de los alzados, consideraba clave en los planes de su revolución. Ese día el Comandante del puerto se vio sorprendido por la noticia de un episodio que haría levantar alarmas, por el escandalo que generó. A los pocos días el reporte realizado en La Guaira fue entregado por el doctor Espejo en manos del Gobernador de Caracas, oficiando haber detenido a un negro y levantado un proceso penal en su contra. 

Relata el doctor Espejo en su informe que un tal Luis Alejandro Espinosa, de veintitrés años de edad, natural de La Guaira, y esclavo de don Fermín Medina, fue enviado por su amo a pesar una cosecha de cacao en la casa de comercio de José Bustamante, para que fuese embarcado al día siguiente, petición desestimada por el dueño del negocio. El comerciante le manifestó que no pesaría la mercancía aquella hora por ser demasiado tarde y hallarse a punto de cerrar el negocio. El esclavo le habló golpeado, diciéndole que debía pesarlo, pues para eso lo había enviado su amo.

Era de esperarse que Bustamante se pusiera furioso ante el comentario, ningún negro lo gobernaba en su bodega, por eso lo corrió del negocio, gritando a todo pulmón que se cuidara el rabo y respetara, que no eran iguales porque el era un esclavo y su vida no valía la centésima parte que la de un blanco. Cuando Espinosa le replicó que ahora todos eran blancos, se formó una reyerta, ya que el esclavo intentó robar la romana y el comerciante le atestó unas cuantas pedradas, que fueron respondidas con la furia del negro, quien agarró un ladrillo y amagó en lanzarlo. 

A Bustamante no le quedó otra que recular, dándole la espalda a Espinosa, advirtiendo su grosería no pasaría por debajo de la mesa, emprendiendo camino directo al despacho del Comandante para quejarse de aquel insulto. -Vaya su merced a donde le venga en gana, que a mi me trae sin cuidado.- contestó el esclavo entre risas.

Puede que por la mente de Espinosa se haya paseado una idea esperanzadora, tal vez pensó que las autoridades, debido a sus labores imperiosas de perseguir a los prófugos, harían caso omiso a la acusación de Bustamante, o que al momento de ser prendido, sus compañeros esclavos impedirían su captura empuñando machetes. Lo cierto es que, a las pocas horas del episodio que produjo la negativa de pesar la cosecha de cacao, el negro Luis Alejandro fue esposado y dirigido a un calabozo, sin que nadie dijera ni pío.

En el juicio declararon seis personas, el acusador Bustamante, don Fermín Medina, como defensor de Espinosa, tres testigos y el acusado. En descargo de su delito, confesó el esclavo que todo el altercado se produjo por culpa del bodeguero. Manifestó que el comerciante lo maltrató, llamándolo perro en repetidas ocasiones, diciéndole que cuidara las palabras que profería de su hocico, pues hablaba con un blanco, no con otro animal de su raza. Ser humillado de ese modo le calentó la cabeza, por ello contestó con altivez que todos eran blancos e iguales ante el tribunal de Dios. Claro está que la explicación no pudo caer mas pesada a los oídos de los magistrados.  

El sumario, constante de veintiún folios, fue remitido a Caracas para que se dictase sentencia en el caso de la ofensa del esclavo. La Real Audiencia condenó al negro Luis Alejandro Espinosa a dos años de trabajo forzoso con grillete al pie, en las obras públicas de Puerto Cabello, haciéndole entender el tribunal que: -Si en lo sucesivo no se condujese con la moderación, según su clase, será castigado severamente.- 

Este episodio sirvió para bajar los ánimos de los esclavos en La Guaira, muchos de los negros que se habían plegado a la rebelión, con el objetivo de conseguir su libertad y obtener los mismos derechos de los blancos, decidieron que lo mejor era quedarse quietos, desempeñando sus labores habituales en los cacaotales, en vez de andar perdiendo el tiempo en tonterías, o eso de dar la vida por blancos que seguirían gobernándolos.

Jimeno Hernández
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