Destelevisados

Un  vecino,  conocido por muchos años, recientemente nos comentó que jamás – desde la más remota infancia – vio televisión, por lo que es totalmente indiferente ante la desaparición de las cableras, como genéricamente solemos denominar el servicio por suscripción, aunque fuese satelital.  Tratándose de una declarada simpatizante del régimen, en nada nos sorprendería que justificara la propia y salomónica desaparición del medio que ahora se confunde con el peor contenido y nocivo desempeño del sistema público, en toda nuestra historia.

Desde muy antes, radicalmente sincerada la situación con la pandemia, lucen  limitadas y hasta inexistentes las alternativas de distracción o recreación para el venezolano, tendiendo a afianzar el ambiente de pesimismo y pesadez psicológica que está reinando.  El hastío, constituye un dato importante e inédito en el esfuerzo de entronización de una  propuesta totalitaria, por lo menos, en  su etapa de madurez y, ojalá, definitiva decadencia.

Sentimos la escasa calidad de la producción y programación televisiva,  aislado el país de los más novedosos bienes culturales que circulan, buenos y malos, en otras latitudes. La necesidad de un mayor contexto de aburrimiento y resignación, parece explicar el destierro de la empresa operadora de DirectTV en Venezuela que, a la vez, suscita la interesada propaganda para el levantamiento de las consabidas sanciones internacionales.

Por lo demás, será interesante hurgar en el historial de la empresa concesionaria en un mercado que fue de relativa competitividad, años atrás, abaratando los costos del servicio. No hubo barriada o urbanización que no exhibiera el bosque de antenas y bastaba una mirada desde el puente El Guanábano hacia abajo, en Caracas, para apreciarlas encaramadas en las precarias viviendas; e, incluso, en los lugares de acogida a los refugiados por las lluvias u otras causas, que inmediatamente las asomaban, demostrando una feroz estrategia de mercadeo que no imaginan siquiera los propulsores de una suerte de CLAP televisivo, motivado por el negocio del pillaje que toda ocasión justifca.

Ya la usurpación ha barnizado la situación planteada (https://www.facebook.com/notes/tribunal-supremo-de-justicia/sala-constitucional-del-tsj-ordena-la-ocupaci%C3%B3n-e-inmediata-restituci%C3%B3n-del-serv/2996381053803012),  apropiándose del negocio, aunque nada casual fue que un seguidor de “The big bang theory”, por ejemplo, no supiese de la temporada final y, menos, de la serie que la reemplazó,  con anterioridad a la cuarentena, pautando la agonía.  Ahora, hay niños que experimentan una suerte de luto, por ausencia de sus tiras cómicas favoritas,  y, recluidos en casa,  les parece impensable un mundo sin el televisor, obligando a aguzar el ingenio de padres que también lo hicieron un depósito de sus desidias.

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