Editorial #533 – Encuestas, elecciones y democracia
A pesar de sus recurrentes errores, nadie parece muy interesado en conocer los motivos
Aunque todo indica que la ventaja de Joe Biden es casi imposible de revertir y el camino judicial que eligió Donald Trump es cuesta arriba, todavía hoy, no tenemos certeza de cómo serán las próximas semanas en la convulsionada realidad política de los Estados Unidos. De lo que sí tenemos seguridad, desde la noche del martes, es de quienes fueron las grandes perdedoras de esta contienda: las encuestas.
Todas las empresas de opinión le dieron durante los últimos meses una amplia ventaja a Biden sobre Trump hasta horas antes de las elecciones. Algunas, incluso, afirmaban que la diferencia entre uno y otro llegaba a los dos dígitos y que lo que ocurriría en ese país sería un “landslide”, es decir, una barrida de los Demócratas.
Ninguna asomó un escenario como el que finalmente se dio: tan parejo y peleado que llevó a la democracia más ejemplar del mundo a un final de fotografía y en cámara lenta, con denuncias de fraude, reconteo de votos y demandas judiciales en algunos estados como Georgia, Pensilvania, Nevada y Arizona.
No es la primera vez que ocurre. En 2016, todas las encuestas aseguraban que Hillary Clinton ganaría con comodidad la elección y se convertiría en la primera mujer Presidente de los Estados Unidos. La victoria de Donald Trump en ese momento sorprendió a todos.
El problema con los sondeos no es exclusivo de los Estados Unidos. En los últimos años, hemos sido testigos de grandes distorsiones entre los resultados que proyectan los estudios de opinión y lo que termina sucediendo el día de la elección en diferentes latitudes del planeta.
Recordemos lo que pasó en Gran Bretaña con el Brexit el año 2016, donde todas las encuestas indicaban que una mayoría de los británicos apostaba por permanecer en la Unión Europea. Solo días después, el 52% decidió la salida de la UE y este resultado produjo incluso la renuncia del entonces primer ministro británico, David Cameron.
El plebiscito sobre los acuerdos de paz de Colombia de 2016 es otro ejemplo, donde, en un final sorpresivo, los votantes colombianos rechazaron el acuerdo alcanzado por el Gobierno con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), cuando todos los estudios de opinión convencieron al gobierno de Juan Manuel Santos que lograría aprobarlo.
Algo similar sucedió en las últimas elecciones presidenciales en Brasil, en las que si bien algunas encuestas le daban la victoria a Jair Bolsonaro, como finalmente sucedió, ninguna de ellas previó que su ventaja sería tan contundente y, por el contrario, afirmaban que sería un final muy cerrado. También fuimos testigos de algo similar el año pasado en las elecciones presidenciales en Argentina, en las que la gran mayoría de los estudios predecía una contienda pareja entre Alberto Fernández y Mauricio Macri, con una diferencia no mayor a 4 o 6 puntos de cara a las elecciones primarias, que finalmente terminó con una cómoda victoria de Fernández por 15 puntos.
Un ejemplo reciente es el de las elecciones presidenciales en Bolivia, en las que ningún estudio de opinión proyectó el triunfo de Luis Arce en primera vuelta. Todos preveían una segunda vuelta y alguno, incluso, pronosticó un empate entre Arce y Carlos Mesa. La realidad fue muy diferente, Arce alcanzó el 55% de la votación, duplicó a Mesa y cuadruplicó al tercero, Luis Fernando Camacho.
Lo que más llama la atención es que, a pesar de sus recurrentes errores, nadie parece muy interesado en conocer los motivos que están llevando a tantas empresas importantes y con años de experiencia a cometer fallas tan evidentes.
Es posible que las metodologías que desde hace años se utilizan para este tipo de estudios ya no sean tan efectivas en un mundo tan diferente como en el que hoy vivimos. El elector no es el mismo de hace algunos años. Hoy, sobre todo gracias a las nuevas tecnologías, está hiper-conectado, hiper-informado y, por ende, hiper-influenciado. Es, además, mucho más proclive a cambiar posiciones y decisiones de un momento a otro.
La realidad es que después de errores tan groseros en momentos tan importantes de nuestra historia reciente, los estudios de opinión generan cada vez más desconfianza.
No es un tema menor si se toma en cuenta la relación que existe entre las encuestas, las elecciones y la democracia.
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