¿Cómo la tristeza afecta nuestro cuerpo?
Te toca enfrentarte a una situación dolorosa como la pérdida de un ser requerido, una ruptura de pareja, la pérdida de tu empleo por mencionar algunas de tantas situaciones que pueden disparar la emoción de la tristeza y de pronto allí te ves, sin ganas de nada, queriendo tirarte en la cama y llorar, tu sonrisa se esconde, puede que ni te provoque bañarte, arreglarte, cumplir con tus labores habituales…como si todo en ese instante perdiera el sentido y te robara la alegría de vivir.
¿Quién no lo ha sentido?, una emoción que sin duda preferíamos no sentir pero que toca en la vida y más de una vez y como hemos hablado en artículos anteriores un gran maestro si lo sabemos aprovechar pero hoy no vamos a hablar de eso sino del impacto en nuestro cuerpo.
Tu ánimo derrotado envía a tu cuerpo señales de alerta, peligro, algo no anda bien y este reacciona en consecuencia como si se atacara a si mismo en un afán de poner fin a esa situación tan terrible. Las consecuencias pueden ser peligrosas y más aún cuando deja de ser una emoción momentánea para transformarse en un estado emocional de larga duración o, peor aún, cuando se transforma en depresión.
Imagina a tu cuerpo como un molde donde tu existencia va dejando marcas o huellas en él, y es que el cuerpo no es indiferente y creo que a esta altura de la evolución y distribución de conocimientos todos saben la estrecha interrelación entre la salud mental y la física.
La corporalidad externa se ve afectada, nos encogemos, abandonamos el mirar hacia el frente para bajar la cabeza, sentimos cansancio, solemos disminuir incluso el tono de la voz y la velocidad al andar, nuestro rostro adquiere líneas que se acoplan al dolor que estamos sintiendo que con el paso del tiempo son esas líneas de expresión que muestran esos sentimientos que hemos tenido.
Un gran afectado en la tristeza es sin duda alguna el estómago y nuestro aparato digestivo, dando lugar muchas veces a gastritis y a los molestos síntomas del colon irritable (no se producen solo por tristeza, el stress tiene mucho que ver). El intestino es uno de los mayores órganos sensoriales de nuestro cuerpo y como explica la doctora Mª Dolores de la Puerta Soler “en el intestino hay tantas neuronas como en la médula espinal y éstas se encargan de sintetizar muchos neurotransmisores como la serotonina, GABA, noradrenalina o dopamina; que son moléculas que modulan nuestro estado de ánimo”. Pareciera entonces que es un importante transmisor de información que le cuenta a nuestra mente lo que está pasando.
¿Por qué el cuerpo hace esto?
Es como que recibiera un mensaje que no hay motivos para seguir esforzándose, que no tiene sentido y de este forma se derrota, se desespera y se entrega.
Ni hablar de nuestro sistema inmunológico, ante esta derrota cae y se transforma en un terreno fértil para distintas enfermedades ¡Total! ¿Para que tratar de estar bien si todo está mal?
Nuestra respiración se afecta, se ve disminuida y esto produce una baja de oxigenación lo que es nada más y nada menos que la base o esencia de la vida.
Según un estudio publicado en British Journal of Psychiatry, cuantos más episodios de depresión experimentan las personas en su edad adulta, mayor es el riesgo de deterioro cognitivo que puedan desarrollar en un futuro.
La tristeza te encierra en ti mismo y puede que te impida el actuar y, en muchos casos las personas buscan resolverla con medicación, como un paño de agua tibia mutilando de esta forma su autonomía, resiliencia y capacidad de superarlo.
¡Ponerse en marcha!
Superar la tristeza es decidir desarrollar una mirada distinta de la vida, requiere aceptación, entendimiento, conciencia de la brevedad de nuestros procesos y de la vida misma y por ello el orientar los esfuerzos al entendimiento, comprensión y gratitud. Entender que hay situaciones que son como son y no como desearíamos que fueran.
Superar la tristeza es uno de los mayores actos de amor propio y que requieren de valor para no dejarse hundir, resistirse a la entrega ¡Esto no se ha acabado! ¡Siempre hay opciones!
¡Movimiento! Quedarse quieto no es precisamente la mejor opción, utilicemos el cuerpo como impulsor para superar más que receptor de peligro; realizar alguna actividad física, limpiar la casa, moverse al ritmo de una música que nos agrade y es que moviéndonos la parte fisiológica cambia.
Aislarse no es el mejor camino
Hay que personas que suelen aislase para protegerse de los daños del pasado y evitar así volver a sentir el mismo dolor pero si bien puede protegerte te hunde. Somos seres sociales, necesitamos del establecimiento de vínculos con otros al punto que investigaciones realizadas vinculan la longevidad con la calidad de relaciones sociales que la persona pueda tener entonces ¿Aislarse o seleccionar mejor con quien nos relacionamos?
El dolor se hace más soportable cuando se comparte, de ahí que el peor dolor es el que no se cuenta, guardarlo no es la mejor decisión, poder conversar, drenar, llorar con un ser querido o con tu terapeuta te hará sentir aliviado y a poder manejarlo en forma eficiente. Adicionalmente muchas veces es justo desde el dolor donde se generan las relaciones más profundas.
Autora del libro "Amores en tiempos de Internet"
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