Editorial #545 – Por muchos años más

Lo peor de todo no es el lugar al que hemos llegado, sino al que nos pretenden llevar

Para hablar de Venezuela hoy, incluso tantos años después de haber caído en la peor tragedia de su historia, tenemos que poner el presente en contexto.

Ni el colapso de Zimbabue con Robert Mugabe, ni la caída de la Unión Soviética, ni siquiera el desastre económico de Cuba en los noventa, puede compararse con el desplome de Venezuela en el último tiempo.

Estamos hablando de la mayor debacle económica de una nación sin guerra en los últimos 50 años, quizá solo comparable con niveles de devastación similares sufridos por Libia a principios de la década pasada o el Líbano en los años setenta.

El modelo económico chavista, aplicado prácticamente desde la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999 y profundizado a lo largo de los años, se caracterizó por el asistencialismo, la destrucción de la industria petrolera y de la empresa privada, la hiperinflación y la devaluación de la moneda, atentar contra las instituciones democráticas, la crisis de relaciones diplomáticas y, como no podía ser diferente en un proyecto político como éste, inmensos niveles de corrupción.

Hoy, el resultado del Socialismo del Siglo XXI es evidente ante los ojos del mundo. Entre 2013 y 2019, la economía de Venezuela se contrajo un 62,2%, según el informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Solo en el año 2020, debido además a la pandemia de Covid-19, la economía venezolana se desplomó un 30%, muy lejos del promedio de la caída en la región que alcanzó el 7,3%.

Para comprender la tragedia económica venezolana en su real magnitud es necesario ponerla en perspectiva. Todos recordamos la grave crisis griega que en seis años (2008-2013) destruyó una cuarta parte de su Producto Interno Bruto (PIB). En un periodo similar a ese, en Venezuela se perdieron dos terceras partes del PIB.

Lo peor de todo ni siquiera es el lugar al que hemos llegado, sino al que nos pretenden llevar. Es incomprensible que a esta altura se escuchen en Venezuela voces que abogan por “acuerdos” y “entendimiento” con quienes han causado el colapso de una de las economías más prósperas del continente, además de la peor tragedia humanitaria en la historia de ese país.

Ninguno de los verdaderos problemas de Venezuela se solucionará si no existe un verdadero cambio político en el país y una reforma estructural del modelo económico.

El problema de la «normalización» económica que ahora se plantea en Venezuela es que en realidad éste significa la estabilización de los lujos para unos pocos y la miseria para muchos otros.

Por muchos años más.

Miguel Velarde
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