El progreso y la igualdad

Hemos cambiado: nos vinculamos con la realidad a través de la red. Empleamos cada vez más tiempo en navegar, leer noticias, revisar el correo, ver videos, escuchar música, buscar informaciones, hablar con otros, hacer negocios. El celular es el primer elemento tecnológico que se integró a nuestro cuerpo de cyborgs. Eso ocurre no solo con los habitantes de las  ciudades. En el mundo, 3 mil millones de personas usan aplicaciones de Facebook todos los meses, WhatsApp envía más de 100 mil millones de mensajes al día. En América Latina, las aplicaciones de Facebook se usan masivamente en zonas rurales a las que no llega la telefonía, y en comunidades pobres cuando la gente consigue una conexión. En la mayoría de países africanos, WhatsApp es la principal red de comunicaciones y de comercio que usan los pobres.

Cuando cayeron por unas horas Facebook, Instagram y WhatsApp, se produjo un caos que afectó a todos, también a los más pobres de África y América Latina. El incidente demostró cuán interconectados estamos y lo dependientes que somos de la red. Si se dañan tres aplicaciones, colapsan las relaciones personales, familiares, comerciales, profesionales, de buena parte de la humanidad.

Solo en esa mañana, Facebook perdió 7 mil millones de dólares por un error técnico. La empresa está cotizada en la bolsa en 147 mil millones de dólares. Sumada la cotización de las seis empresas más grandes de la red se llega a una suma mayor que el presupuesto de la mayoría de los países de la región.

Estas empresas se reinventan todos los días, emplean a millones de personas, producen gran parte de los nuevos conocimientos científicos y tecnológicos, trabajan de la mano con las universidades más importantes del mundo.

Asistí a un grupo de discusión en el que decían “cómo es posible que sean tan ricos”, “deberían ponerles impuestos para evitar tanta desigualdad”. Algunos asistentes eran políticos que, seguramente, imaginaban cuántas embajadas pueden abrirse con esa plata, para vegetar entregando su invalorable aporte a la patria.

Son dos formas de ver el progreso: controlar o instalar dependencias estatales para dar empleo a los amigos o desatar la iniciativa de todos los habitantes del país para que cada uno pueda producir lo que le permita su imaginación. Lo segundo supone transformar radicalmente la educación para que todos tengan una nueva mentalidad emprendedora y accedan a conocimientos técnicos y científicos que les permitan competir. Eso es lo que ocurre en los centros en que se desarrolla la tercera revolución industrial.

Dos textos de Clay Shirky, Here Comes Everybody: The Power of Organizing Without Organizations y Cognitive Surplus: Creativity and Generosity in a Connected Age, analizan los cambios que ocurren con la instalación de la cultura de la red. Algunos son tan profundos que están generando una nueva especie.

A través de la historia, el cerebro humano ha incorporado las herramientas tecnológicas que han surgido y también lo está haciendo con internet. No solo usamos herramientas, sino que estas nos transforman, estamos transitando hacia lo que seremos en una década: cyborgs que comparten sus lugares de trabajo con robots inteligentes.

La capacidad de aprender era propia de los seres vivos, la inteligencia artificial hace que la tengan  los objetos inanimados. Está presente en muchos elementos que manejamos todos los días, con la cuarta revolución industrial se extenderá, se está instalando  la internet de todas las cosas.  

En lo social y en lo político aparece un nuevo tipo de líder ciudadano que no es director, ni gestor, ni da discursos encabezando manifestaciones. Son motivadores metidos con la gente, que no buscan ser líderes nacionales, como quienes organizaron a los chalecos amarillos en Francia o al Black Lives Matter en Estados Unidos.

Sin recetas. Ingresamos a un período en el que no hay recetas, no hay modelos rígidos, los conocimientos se validan por la experimentación constante. No se discute acerca de la transición desde un punto A a  un punto B, sino sobre el permanente tránsito de un entorno estable a uno inestable, desde el punto A al caos. Se agotaron las ideologías teleológicas que decían que vamos a un punto omega (Theillard de Chardin) o al comunismo final de la humanidad.  

El cambio no es reinventar todo para llegar a una nueva verdad, sino que para progresar no se debe confiar en una sola verdad, hay que probar con cuatro o cinco al mismo tiempo. Se impone una lógica cuántica.

En la política mundial ese ir al caos tiene manifestaciones: el rey de España está asilado en un país árabe, Nicolas Sarkozy tiene una tobillera, le tiraron un huevazo a Macron, un grupo de lunáticos toma el Capitolio, un ex presidente norteamericano, que quiso dar un golpe de Estado, es recibido con aplausos en los estadios.

Se generalizó una hostilidad en contra de los ricos y famosos. Es de buen gusto atacar a los exitosos. Crece la pobreza y va a incrementarse más, porque es una sensación de comparación y en los países más avanzados  se está incrementando  la riqueza a una velocidad exponencial. Me siento más pobre, porque no me comparo con mi vecino, sino con un Zuckerberg que tiene miles de millones de dólares, evade impuestos tributando en Irlanda, me enoja la desigualdad.   

El progreso tiene contradicciones complejas. La primera revolución industrial se produjo cuando algunas máquinas pudieron moverse de manera constante impulsadas por el vapor y se fabricaron los primeros ferrocarriles. ¿Qué habría pasado si en ese momento ganaban el poder los destructores de máquinas y actuaban movimientos ecologistas que impedían la explotación de las minas? ¿Cómo seríamos si se implantaba una igualdad total como la de la China de Mao? Todavía estaríamos transportándonos en caballos y burros en el mejor de los casos.

La primera revolución industrial trajo progreso, pero también enormes penurias. Los obreros y los niños fueron explotados de manera inhumana, muchos murieron en las minas  Cualquiera que lea las obras de Charles Dickens se conmueve con el relato. El tejido social tradicional se destruyó, desde mediados del siglo XIX emigraron tantos europeos que poblaron Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Argentina y otros países.

Con la tercera revolución industrial han aparecido nuevas tensiones agravadas por la pademia. Las tasas de violencia doméstica y pública han subido dramáticamente. También los divorcios y los crímenes.

Hay mucha gente enojada, insatisfecha, que usa la red para desatar sus bajos instintos. Los antiguos decían “la pared y la muralla son papel de la canalla” porque servía para escribir cualquier agravio o calumnia. La red es una gigantesca muralla que protege el anonimato para mentir, insultar y difundir mitos conspirativos.

Perú y Venezuela. Hay algo más. En varios países vienen ganando las elecciones candidatos que, con sus propuestas y supersticiones, producen crisis económicas cuya principal víctima son los pobres que los apoyan.  

Ocurrió ya con algunos que eran prósperos. Venezuela fue el segundo exportador de petróleo de la región, había pobres, pero no millones de indigentes. Ganó las elecciones Chávez, los militares saquearon el país, se hicieron muy ricos. Con la dictadura de Maduro, 6 millones de trabajadores han escapado del país porque padecen un hambre que no existía cuando gobernaba la burguesía.

El triunfo de Pedro Castillo en Perú puso en crisis a una de las economías que crecía sostenidamente desde hace décadas. Los precios de las acciones peruanas cayeron, subió el riesgo país, muchas empresas se van. Todos los peruanos van a sufrir con esta situación, y los más castigados serán los pobres.

Puede decirse que esto ocurre porque no hubo un mejor reparto de la riqueza, pero van a un reparto general de la indigencia. Esto se sabía desde antes de las elecciones, ¿por qué la mayoría elige a un presidente que objetivamente los va llevar a la pobreza?

Chile. En Chile lo más probable es que gane Gabriel Boric, que busca aumentar los impuestos sobre las grandes fortunas, quiere tomar medidas enérgicas contra la evasión fiscal, propone un gravamen sobre las regalías mineras y también “impuestos verdes” sobre los combustibles y las emisiones industriales. Las ideas son simpáticas, pero si no están acompañadas de medidas que integren a Chile a una comunidad mundial globalizada que progresa, solo traerán penurias.  

Los amish contemporáneos están limitados por la globalización. Los analistas económicos de Wall Street recomendaron a los inversionistas no invertir en empresas chilenas antes de las elecciones de noviembre. El Bank of America sugirió a sus clientes que no mantengan  inversiones locales. La calificación crediticia de Chile de “A” otorgada por S&P Global Ratings, la mejor de la región, está en riesgo. Los nuevos impuestos erosionan la percepción positiva internacional construida por Chile durante muchos años.

Así como Ned Ludd creyó que las máquinas de vapor eran movidas por el demonio, algunos pueden creer que el imperialismo hace maniobras para combatir su revolución, pero al gobierno norteamericano le interesa más lo que pasa con las grandes empresas de la red que lo que ocurre en Chile.

El revuelo de los Pandora Papers influyó en la carrera presidencial, perjudicando al oficialismo, especialmente por las posturas equivocadas de su  abanderado, Sebastián Sichel, que tuvo una posición equivocada sobre el tema. En general hizo una campaña egocéntrica, llena de errores, que lo llevó del primer lugar al tercero.

Mirando objetivamente las cifras, Chile es el país que se encuentra en mejores condiciones en la región. Piñera hizo un buen gobierno, pero la gente no vota por gerentes antipáticos, sino por padres amorosos, aunque no sean eficientes.

Fuente: Perfil

Jaime Duran Barba
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