Catástrofe bucal

Entendemos que hubo una etapa inicial del Covid-19 que causó muchos estragos, dada la absoluta novedad del virus, y, ahora, nos encontramos en la otra que coloca el acento en las secuelas – a veces – más difíciles y sorpresivas  que las del contagio y sufrimiento original.  Quien suscribe, por ejemplo, ha pasado prácticamente todo el presente año, lidiando con las consecuencias. 

En reciente visita a la odontólogo, nos percatamos de los padecimientos posvirales con la breve reseña que nos hizo. Siendo el domicilio esencial del coronavirus, la boca recibe el primero y más decisivo impacto.

Así, la especialista nos comentó de las caries, las llagas en las encías, la sorpresiva caída de la dentadura, entre otros casos que ha generado el peligrosísimo huésped. Entre las secuelas, el problema bucal no se cotiza mucho entre los comentaristas informales de la vecindad y los medios, excepto del tratamiento fundamentalmente estético que suele llamar más la atención entre los jóvenes más confiados.

Entre nosotros, los problemas médico-odontológicos pasan a un segundo o tercer plano. No sabemos de las cifras correspondientes al venezolano promedio en torno a su salud bucal,  y el Estado tampoco alerta sobre la materia. Sin embargo, debemos imponernos de dos circunstancias.

Por una parte, la mayor parte de los odontólogos del país que no han llegado a la cincuentena de edad, debe encontrarse en el forzado exilio social y económico que nos caracteriza; y, por la otra, no es fácil formar a un profesional de la rama que implica un elevado costo. Por consiguiente, la realidad bucal del venezolana, sobre todo al salir de la pandemia, o, mejor, presumir que ya ha pasado, debe ser catastrófica.

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